El huevo de la serpiente
Publicado Viernes, 28-11-08 a las 11:29
La ola
| ((( | Alemania | 2008 | 108 minutos | Género-Drama | Director-Dennis Gansel | Actores-Jurgen Vogel |
Se entiende la voracidad con la que el público alemán ha devorado esta película en las salas: es pedagógica, visceral, catártica, agitadora, clarividente y retrata con simplicidad y malicia algo que tienen adherido a la conciencia como el arroz pegado a la paellera. De un modo profundamente esquemático y didáctico, el director Dennis Gansel retrata cómo se forma un grupo neonazi, y en ese sentido, en el (des)moralizador, «La ola» es una película patética por la facilidad con la que sus personajes (o sea, el ser humano) se desnaturalizan por completo y casi al instante hasta convertirse en justo lo que detestan.
Naturalmente, una película así sólo se construye con unas cuantas trampas: su intención pedagógica necesita de un ambiente especial, una clase de colegio, y su intención catártica pide un ritmo y unas condiciones extremas: el profesor anima a los alumnos a vivir de un modo autárquico durante una semana; es un juego y se convierte en una revelación.
El mismo modo en que se arranca la historia, como si alguien echara un puñado de maíz a una sartén, con la música de los Ramones y un manojo de planos sincopados, es ya casi una declaración de intenciones de diseño narrativo y de imagen. En «Queimada», Gillo Pontecorvo ilustraba (más o menos) el modo de que germine una revolución en una isla caribeña, y aquí, Dennis Gansel enumera el paso a paso, de libro, para que un grupo de individuos se convierta en aquel «huevo de la serpiente» del que habló Bergman.
¿Exagera la película al sugerir que en apenas unos días, un líder fuerte reducirá la individualidad de esas personas a lo más parecido a un simple balido? ¿Somos tan moldeables y débiles?... Pues nuestra propia historia le da la razón a «La ola»... Y el día a día de esa clase se convierte en la puesta en escena de una transformación tan visible como siniestra. El proceso, más rápido o más lento, está expuesto con frialdad y en un ordenado y paulatino día a día: la idea de unidad, la idea de disciplina, de sumisión, la búsqueda de un nombre (La Ola), de un emblema, de un uniforme, de una seguridad en el interior del grupo..., y el posterior rechazo a aquellos que no son del grupo: puro manual.
El protagonista, Jurgen Vogel, pletórico de fuerza y convicción, es prácticamente la pieza clave de todo el entramado. Incluso su personaje se convierte en el catalizador de lo que de ideológico tiene esta película, que, en el fondo, no habla tanto de la seducción de lo totalitario, como de la necesidad de comprensión y seguridad del ser humano. La película nos va desvistiendo moralmente a los personajes, sus complejos, sus carencias, sus debilidades, sus deseos..., y todo ello encuentra el andamiaje perfecto en la solución de grupo: seguridad, fortaleza, horizonte...
Como experimento, como retrato, como ejemplo o como puro estudio, «La ola» es potente. En cambio, cinematográficamente sí tiene algún que otro pero. El hecho de ilustrar una evolución de manual convierte la película en cine previsible: se ven claramente las huellas en las que irá poniendo los pies la narración, lo que convierte su intriga (también es una película de intriga) en algo tosco.
Pero lo esencial de «La ola», lo que la hace singular es el impacto que causa en cualquier par de ojos y en la propia estima: no sé si en la sociedad actual tenemos claros cuáles son nuestros principios, pero es desolador observar que los cambiamos por otros más rápido que Groucho Marx.

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