
La madre de Daniel Jimeno, el joven malogrado en Pamplona / EFE
Sábado, 11-07-09
Isabel lloraba en el rellano de la escalera mientras explicaba a un grupo de reporteros que Daniel Jimeno, «Nenuco», como le conocían sus vecinos, era «tan bueno, que todo lo bueno que se diga que era es poco». En ese momento, otro vecino que llegaba cargado con las bolsas de la compra comprendió enseguida: «No me digas que el chaval de los sanfermines es Dani». Así de sopetón, los vecinos del número 30 de la calle Pablo Coronel, se toparon con la tragedia.
El barrio en el que Daniel vivía con sus padres lo habitan gentes trabajadoras y de extracción humilde. Lo conforman vetustos bloques de viviendas estructurados en torno a patios vecinales por donde los niños corretean descalzos y los mayores comparten cervezas y charlas. Ayer, el desembarco mediático a rebufo de la fatalidad en un barrio habitualmente dejado asombró a muchos. Los más pequeños se divertían sin pudor celebrando la llegada de «los de la tele». En el bloque en el que vivía Daniel no había lugar para la diversión. «Le hemos visto nacer aquí», explicaba circunspecto Luis Jiménez, que cuando volvió de trabajar se encontró con la noticia. La mayoría de los vecinos son gente ya madura que lo habita desde su construcción. Luis rememoraba el pasado futbolístico de Daniel: «Jugaba con mis hijos en un equipo del barrio. Era un central muy enérgico». Además de para la nostalgia, había espacio para la reflexión. Un taxista comentaba: «Que tontería perder la vida así, con lo que cuesta sacarla adelante».
