La sureña ciudad de Malmö está muy orgullosa de Zlatan. Nacido en «Rosengård», un barrio de inmigrantes donde ni siquiera la Policía se atreve a entrar, es hoy más que un símbolo. Más famoso que el «Turning Torso», rascacielos de nuestro genial Calatrava, o el espectacular puente que une Suecia con el Continente, Zlatan Ibrahimovic es, en este momento, el fenómeno sueco que más está dando que hablar. Es también el más seguro de sí mismo, el más rico y el que ha conseguido llegar más lejos a lo largo de un espectacular viaje social nunca visto. De ascendencia bosnio-croata, hijo de padres inmigrantes, Sefik y Julka, nació en Malmö en octubre de 1981. Su madre, una mujer sencilla y buena, a quien no imponen los millones de su hijo, sigue ejerciendo de asistenta o «limpiadora del hogar», porque dice que le gusta. Tiene también tres hermanas y dos hermanos.
Durante toda su vida Zlatan (se pronuncia Eslátan) ha luchado por jugar con los mejores. Y, aunque desde muy pequeño pegaba patadas a un balón, hasta el año 2001 no consiguió aparecer en el equipo de su ciudad. Cabecilla de la pandilla que mandaba en su barrio, mal estudiante, prefirió dejar los libros para jugar al fútbol, salir «de chavalas», dedicarse a escribir versos o a entrenarse en lucha oriental. Así consiguió el cinturón negro en «taekwondo» y aprendió a pegar patadas a un balón. Desde entonces ha recibido toda clase de alabanzas y premios porque, está claro que haga lo que haga, o vaya donde vaya, ¡siempre gana!
Zlatan es un raro espécimen de genio deportista y chico de barrio que nunca se avergonzó de sus humildes orígenes. Dice siempre lo que quiere y suele pasearse por el centro de la ciudad con sus amigos de toda la vida. En varias ocasiones se ha hecho pasar por policía para proteger a las prostitutas. En su rostro no hay un solo rastro de ese desprecio que sienten los dioses del dinero por los pobres mortales. Muy al contrario, lo mejor de Ibrahimovic no es su técnica, su físico, su talento en el campo o su estrategia de juego, sino su ausencia de vanidad. Vigilando los caminos de la vida, ha captado la forma de ser y de estar y es una persona muy amable y correcta.
Unido desde hace más de una década a Susanna Seger, hay quien dice que «ella» es su «mejor activo». Madre de sus dos hijos, Alexander (2006) y Vincent (2008), Susanna es la reencarnación de la sueca espectacular que para la circulación allá por donde pasa. Ibra, como le llaman sus amigos, delantero centro que tira a puerta como nadie, con sus 192 centímetros de estatura y 84 kilos de peso, es, según los expertos, absolutamente invencible. Una vez que se ponga la camiseta azulgrana del Barcelona, va a dar mucho que hablar.
