Hacía tiempo que no se veía a Maxi Rodríguez tan activo como ayer. Parece, sin duda, que el dejar la capitanía le ha sentado bien. Se ofrece, colabora con el medio del campo, trabaja, está comprometido, y golea. Marcó uno y el segundo se lo quitó el travesaño. Lo de Agüero y Forlán, sobra nombrarlo.
Maxi llegó al Atlético procedente del Español después de firmar 15 goles en la temporada 2004-2005. Y es que es un jugador que debe promediar una cifra en torno a la decena de goles, pero desde su lesión en 2006, en el encuentro entre España y Argentina en La Condomina de Murcia por un césped en malas condiciones, quedó apartado del fútbol por lesión de ligamentos de rodilla alrededor de seis meses. La consecuencia: que desde entonces no ha conseguido estar al cien por cien.
«La fiera», un fijo en la selección argentina, renunció al brazalete de capitán a principios de este año en virtud de Antonio López. El de Rosario ya tuvo algunos problemas en la temporada pasada con Abel Resino, pero ayer fue el jugador que debe ser.
Por lo demás, Forlán fue de menos a más. Empezó dando la asistencia de gol a Maxi, en un gesto técnico de alta escuela, ofreció otro pase magistral que Agüero desaprovechó, y finalmente consiguió el gol, un buen gol, que es lo que caracteriza al dos veces bota de oro en Europa.
Lo de Agüero fue distinto. No estuvo fino. Incluso un poco lento en determinados momentos. No brillaba como acostumbra y perdía excesivos balones. Hasta que llegó su momento. Robó un balón, encaró a dos defensas griegos, imprimió velocidad y, después de dos quiebros al mejor estilo argentino, cruzó el balón al palo largo y Galinovic no tuvo ninguna opción.
Los griegos jugaron a otra cosa. Cissé, su máxima figura y gran fichaje de esta campaña por el que han pagado ocho millones de euros, no apareció. Con un equipo que juega a la contra suele pasar que el delantero se desespera. Y el Panathinaikos, o se rompe el partido, o no juega a nada. El bueno de Djibril, eterna promesa del fútbol galo, apenas tuvo dos jugadas que inquietaron a Asenjo. A cambio, el veterano Salpingidis fue el más activo de los helenos, y por su lucha y constancia le cayó el gol. Pero sobre todo Sebastián Leto, que entrando en la segunda mitad fue un puñal desde el extremo izquierdo y marcó un golazo arreglando en cierta medida el desaguisado atlético.