El tapado de Pellegrini fue Mahamadou Diarra
Cuando acabó el último partido de la Liga de Campeones ante el Marsella, Mahamadou Diarra se puso a las órdenes de José Cabello en un Bernabéu desértico para sudar. Un entrenamiento más, que pudo compensar si Manuel Pellegrini le hubiese concedido unos minutos ante los galos cuando todo estaba resuelto.
La decisión motivó un enfado del malí. Abandonó el estadio con cara de pocos amigos. El Madrid había ganado, un éxito insuficiente para mitigar la dosis de ansiedad que ha acumulado desde que arrancó la temporada. Pensaba que la única forma de ser útil para el equipo es coger ritmo después de casi un año en la sala de reparaciones.
Diarra se lesionó el 30 de octubre contra Chad. Regresó tocado en la rodilla derecha, la articulación dañada temporadas atrás. Se puso en manos de los médicos y se tragó el dolor un mes. No había solución y hubo que recurrir al bisturí. La meniscitis y la sinovitis en la rodilla precisaban de acudir al quirófano. Los doctores le entregaron una nota en la que se detallaba un periodo de recuperación entre 6 y 9 meses.
Un mundo. Un calvario plagado de sinsabores. No pudo hacer la pretemporada al mismo ritmo y el final del túnel parecía lejano. Cuando arrancó lo serio se vino abajo. No fue convocado contra el Depor y no se vistió contra el Español. No entró en la lista para Zurich... Los primeros minutos llegaron ante el Villareal. Diez. Luego, doce ante el Tenerife. Migajas. Hasta ayer. Las lesiones de Gago y de Lass le abrieron las puertas de la titularidad. Y en Sevilla, campo bravo. Cumplió y aguantó más de una hora.

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