Madrid ha perdido, quizá porque apostó por el momento equivocado. Sin embargo, los procesos de decisión del COI y el trabajo de sus miembros es tan misterioso y su pasado tan lleno de escándalos que siempre ronda la sombra de una duda. De Salt Lake City a Londres 2012 no faltan las sospechas
El «árbitro» y el «conseguidor»
Actualizado Domingo, 11-10-09 a las 05:57
Cuando el culpable es el «árbitro»
Río de Janeiro barrió a la candidatura de Madrid en votos (66-32) y en la gestión de los pasillos. Un abismo «previsible», según los expertos, como Ignacio del Río, primer consejero de Madrid 2012. Se enfrentaba un buen proyecto contra un mensaje-fuerza demoledor (ese mapa mundi de Suramérica vacío, un abandono histórico). Y, en medio, el árbitro, el presidende del COI, Jacques Rogge, que en algún momento le dijo a la candidatura española que no se aplicaría automáticamente la «rotación de continentes». Sin embargo, con el paso de los meses ocurrieron dos cosas: Río se lo tomó en serio y varias ciudades europeas se postularon veladamente para 2020. Madrid 2016 se enfrentó a un fuego cruzado: el esfuerzo de Río, la necesidad del COI de expandir su movimiento (como hizo Samaranch en Moscú y Pekín) y la decisión europea de salvaguardar sus intereses para 2020. Al cabo, una misión imposible.
Río halló al conseguidor
No estaba en la foto de la gloria, junto a Lula. Y, sin embargo, es el hombre que cambió el destino deportivo de Brasil. Michael Payne lleva casi tres décadas en las bambalinas de la economía del deporte. Fue el primer director de marketing del COI, y todos le consideran el responsable principal de un prodigio: convirtió un organismo en bancarrota y un proyecto deportivo que pocos querían en lo que vimos en Copenhague, una máquina de poder e influencia a la que se rindieron las máximas autoridades de los cuatro países (lo contó en el libro «Oro olímpico». Payne fue la mano derecha de Samarach, y, luego, asesor de Bernie Ecclestone en la Fórmula 1. Como asesor de la Confederación de Deportes de Brasil ha logrado los Juegos Panamericanos de 2007, el Mundial de fútbol de 2014 y los JJ.OO. de 2016. En su equipo figuraba Mike Lee, ex jefe de comunicación de la Premier League, uno de los hombres clave en la elección de Londres 2012.
¿Se pueden comprar los Juegos?
El COI es un organismo endogámico, con un secretismo en su funcionamiento que ha alentado históricamente acusaciones o insinuaciones. ¿Por qué ganó Londres 2012, cuando era una candidatura virtual frente a París o Madrid? ¿Influyó el agradecimiento de Rogge al apoyo que recibió de los anglosajones? ¿Por qué cayó Doha en la votación previa de 2016, cuando tenía mejor nota que Río? ¿Sólo fue por el calor y su propuesta de trasladar la celebración a octubre? ¿Por qué la calidad del proyecto no suele ser determinante, sino una forma de justificar el proceso de decisión? En el verano de 2004, la BBC emitió el documental «Comprando los Juegos». Un miembro del COI, Ivan Slavkov, presidente del Comité Olímpico de Bulgaria, no hacía ascos a un intento de soborno a cambio de su apoyo a Londres 2012. Los periodistas de la cadena pública se hicieron pasar por trabajadores de una consultoría que representaba a empresarios británicos. Tras la caída del comunismo, Slavkov, yerno del ex dictador Todor Zhivkov, fue acusado y posteriormente absuelto de varios delitos, entre ellos la posesión ilegal de armas y malversación de fondos de la candidatura de Sofía a los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. También fue investigado por el COI después de otra trama de sobornos relacionada con Ciudad del Cabo 2004. La Comisión Ejecutiva del COI expulsó a Slavkov en 2005, lo mismo que al indonesio Bob Hasan, relacionado en su país por varios delitos de corrupción y estafas multimillonarias.
Salt Lake City, la mancha imborrable
Aquellos Juegos Olímpicos de invierno pasaron a la historia por los sobornos que recibieron varios miembros del COI para votar a Salt Lake City. En enero y febrero de 1999, cuatro de ellos renunciaron a su cargo. El 17 de marzo el COI expulsó a seis de sus representantes que habían recibido centenares de miles de dólares. Otros diez fueron amonestados. Samaranch modificó a partir de ahí diferentes aspectos de la elección de las ciudades y de los miembros del COI. Entre otras cosas, se diversificó el acceso a este grupo de privilegiados, con la presencia de deportistas, de miembros de los Comités Olímpicos Nacionales y de las Federaciones Internacionales, además de los elegidos a dedo por el presidente (la mayoría); se redujo a ocho años el mandato de los miembros -con derecho a reelección, eso sí-, y se creó una comisión ética que pretendía asegurar una mayor transparencia de los fondos del movimiento olímpico. «La crisis fue tan grande -explicó Payne en la presentación de su libro- porque el movimiento olímpico se basa en principios éticos muy fuertes. Samaranch pudo hacer reformas en el COI en seis meses que en otro caso habrían tardado 30 años».
¿Y en 2020?
En 2016 no tocaba Madrid. Sólo un fracaso de Río hubiera dado una opción a nuestra ciudad. Al mismo tiempo que prosperaba la opción suramericana empezaba la batalla de 2020. El triunfo de Río implica que vuelve a tocar Europa, salvo que surja una candidatura africana fuerte que repita el «efecto Lula». Sin embargo, esa relativa certeza no oculta una realidad: pronto saltarán a la carrera enemigos poderosos, grandes capitales del continente. ¿Irá Madrid al combate o se refugiará en la excusa del árbitro?

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