Después de cuatro años en el dique seco, el Juglar de Úbeda publica el día 17 su nuevo disco, «Vinagre y rosas»
Joaquín Sabina: «Quisiera ser lo más infiel posible a mi caricatura»
El músico Joaquín Sabina /EFE
Actualizado Viernes , 13-11-09 a las 20 : 21
Podría decirse que Joaquín Sabina es un electrodoméstico. Algo destartalado y carrasposo (que zamparse la vida en tragos de quinientas noches no es broma) pero electrodoméstico al fin y al cabo. Podría incluso decirse que es una «thermomix» del coplerío contemporáneo. Se levanta la tapa, se meten más o menos a capón los ingredientes (el crack del 29, Thelma y Louise, Apocalypse Now, John Wayne, Violeta Parra, Mao, vasos, besos..) y aunque parezca increíble sale una canción humeante, y a menudo no de las malas, precisamente.

Como las catorce que componen «Vinagre y rosas», su nuevo disco que se estrena el día 17. En esta nueva travesía le acompañan en esta ocasión dos prohombres de la sentimentalidad, los poetas Benjamín Prado (con el que firma al alimón diez de las piezas) y Luis García Montero, que se apunta una.
Un viaje de amigos«Durante estos cuatro años no he hecho canciones nuevas- explica el músico-. Pero sí que Benjamín y yo hemos hecho sonetos a cuatro manos y hemos compartido bromas literarias, así que aprovechando que Benjamín pasaba por un precipicio sentimental, nos fuimos los dos a Praga, era un viaje de amigos, pero al final acabó saliendo el núcleo principal del álbum. Realmente no sabemos qué hizo cada uno, nos peleábamos por cada acento, por cada coma, en una preciosa batalla, un bombardeo frenético de ideas».
Sabina sigue siendo ese «niño felliniano que se enamora de la trapecista», alguien con un estilo tremendamente personal, muy probablemente intransferible. ¿Seguir con los autorretratos o cambiar de paleta? «Yo no lo vivo exactamente así –matiza el cantor-. Yo quisiera ser lo más infiel posible a ese sello, incluso a esa caricatura, el problema es que uno tiene su gen».
Encantado con la aportación de los Pereza («me han traído aire fresco, olor a calle, chulería y macarreria de barrio madrileño, son unos Keith Richards jovencitos»), Sabina gritó hace años a los cuatro vientos que ya era hora de llamarle pan, al pan, y vino, al vino. Vamos, que morderse la lengua no es su fuerte. «La verdad es que sé que existe cierta caricatura mía ganada a pulso de bocazas, sí, pero ni me ha hecho tanto daño, ni me arrepiento, prefiero seguir hablando igual que como hablo en mi casa que cogérmela con papel de fumar». Fumar, sigue fumando Ducados, y no le hace ascos a un Habanos, ya saben, bueno para la garganta como la miel con limón. Eso sí, asegura que ya no pisa el acelerador y que no le dan las uvas sobre la barra de cualquier bar en vaya usted a saber qué barrio. El Ruiseñor de Úbeda tendrá el trino cascado, pero sigue, erre que erre, piándolas, y sazonándolas con «Vinagre y rosas». Que les aproveche.

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