Enrique Urquijo, una muerte a voces
Enrique Urquijo durante un concierto de 1998
Actualizado Miércoles , 09-12-09 a las 17 : 43
«Era un secreto a voces entre los camaradas de la madrugada, en todas las trincheras de la noche», escribía Manuel de la Fuente en una columna de ABC dedicada a Enrique Urquijo, tres días después de que el gran músico fuera encontrado muerto, en la noche del 16 de noviembre, en un portal de la calle del Espíritu Santo, en el barrio de Malasaña.
El mismo músico con el que aseguraba no era difícil cruzarse por los bares del mítico barrio madrileño de la «movida», del que era uno de los referentes, «soportado por un cuerpo que parecía tan débil y a punto de venirse abajo como un castillo en la arena, con las manos en los bolsillos, aspirando a grandes bocanadas el humo».
Y así era, porque el líder de Los Secretos, junto a su hermano Álvaro, pasó la mitad de su vida sumido en un círculo vicioso que le llevaba de la depresión a las drogas, y de las drogas a la depresión: «Cuando sentía el hormigueo de la desesperación, recurría al alcohol, la heroína, la cocaína o los tranquilizantes (en ocasiones, todo a la vez) para conseguir una especie de muerte efímera», recogía Miguel Ángel Bargueño en «Adiós tristeza», la biografía de este poeta maldito del pop, que publicó en 2005.
«Enrique aparecía por aquí –contaba Joaquín Sabina, con el que mantenía una estrecha relación– de madrugada y me pareció siempre el ser más dulce, más tímido, más sensible del mundo. Era para comérselo. Aquí venía y se podía quedar cuarenta y ocho horas. Hablaba poco, fumaba mucho, bebía mucho; yo también».
Poco antes de morir, su novia Pía había ido a buscarle a casa de su «camello», a donde acudía en demasiadas ocasiones tras abandonar la clínica donde estaba ingresado, una vez más, para dejar su adicción a las drogas. Era el final de una pesadilla que se había iniciado 20 años antes, cuando Enrique y sus hermanos comenzaron a coquetear con la heroína. «Había caballo en todas las fiestas. Si eras músico y no te metías, era como si fueras gilipollas», decían.
El mayor de los hermanos Urquijo, muerto a los 39 años, empezó pronto a recorrer las consultas de psiquiatras que no supieron cómo solucionar su problema, el mismo que arrastró hasta el mismo día de su muerte, y que se dejaban ver en casi todas sus canciones: «Por supuesto que Los Secretos y su grupo de ahora, Los Problemas, eran dos bandas tristes, acorazadas detrás de su desesperanza, pero en sus canciones un buen puñado de aficionados encontró un pañuelo para sus lágrimas del día a día», comentaba de la Fuente en la columna «Vuelves a ser un niño».
Odiaba la fama, la industria, las entrevistas y pretendía ser alguien anónimo, pero no lo consiguió. Con Los Secretos grabó nueve discos y dio miles y miles de conciertos, tras los que muchas veces se escapaba sin dar noticias. Su último disco, un recopilatorio de grandes éxitos, vendió 300.000 copias.
El último proyecto que tenía en mente, grabar un disco para niños basado en poemas de Gloria Fuertes, que nunca vio la luz. Posiblemente los mismos niños que ahora ya entrados en la adolescencia estén descubriendo sus canciones… pero que ya no se cruzarán con él en cualquier recoveco de Malasaña.

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