Viernes
, 22-01-10
«Mira, el futuro del género está en manos jóvenes pero también respetuosas con el legado de los veteranos». Seguramente, Jacinto Molina sabía que «La herencia Valdemar» iba a ser su última película, o su testamento, como dicen los que escriben que los Globos de Oro son la antesala de los Oscar. «Oye, y aquí no se han andado con chiquitas, ¿eh? Trece millones de presupuesto, buenos decorados, gran ambientación... Y Lovecraft de fondo, que no es moco de pavo», nos contaba por teléfono con su pasión y cercanía habituales, y sin atribuirse el mérito de que, si el cine español ha sido capaz de ponerse el listón cada vez más alto sin miedo ni complejos, es gracias a su ejemplo pionero y a los zarpazos de otro Valdemar, Daninsky. «Bueno, lo hecho hecho está. Aunque, ¿sabes lo que me da rabia? Que igual no llego a ver el hombre-lobo de Benicio del Toro. Promete bastante, ¿no? Venga, otro día te llamo que se hace tarde...».
