Actualizado Jueves , 25-02-10 a las 16 : 20
La «bella» Nancy Kerrigan y la «bestia» Tonya Harding. Estas dos estrellas del patinaje artístico protagonizaron, en 1994, un espeluznante culebrón digno de las mejores películas de cine negro hollywoodiense, donde no faltaron los matones, el juego sucio, las agresiones planificadas, los detenidos, las envidias enfermizas y el mismísimo FBI.
Todo comenzó cuando Harding, que se había convertido en la primera estadounidense de la historia en ejecutar un «triple axel», estuvo implicada en el brutal ataque que sufrió su máxima rival, Nancy Kerrigan –«más atractiva físicamente y más simpática»–, para que quedara fuera de la final de los Campeonatos Nacionales de Detroit y la olimpiadas de Lillehammer. El 6 de enero de 1994, un «misterioso agresor» golpeaba a Nancy con una barra de hierro en la rodilla, tras finalizar un entrenamiento, con la intención de partírsela.
Las imágenes de Kerrigan llorando desconsoladamente tras brutal agresión y gritando «¿por qué, por qué?», en el suelo, dieron la vuelta al mundo. Los telediarios las reproducían una y otra vez dando al patinaje artístico la fama de la que nunca había gozado, mientras se iban descubriendo nuevos detalles de aquella conspiración que sobrecogió al mundo del deporte.
Nancy Kerrigan se vio obligada a abandonar la competición y Harding, sobre la que comenzaban a cernirse las primeras sospechas, ganaba fácilmente la final dos días después.
Negó rotundamente que tuviera algo que ver, pero, tres semanas después del ataque, se producían varias detenciones en el entorno de la ganadora. «Entre rejas y sin fianza están ya el agresor, el guardaespaldas, un amigo y el ex marido de Tonya Harding», relataba ABC, al tiempo que se preguntaba si la «pendenciera» Tonya sería la siguiente en ir a parar a los calabozos.
Con el suceso, en manos del FBI, los norteamericanos comenzaron a descubrir «la suciedad de un deporte tan estético como el patinaje artístico. Un mundo que mueve millones de dólares en contratos de publicidad y al que algunas se aproximan con actitud ciertamente mafiosa».
Antes de aquel episodio, Harding ya había ofrecido algunos síntomas de inestabilidad, como misteriosas crisis antes de salir a patinar, amenazas de ser asesinada o accidentes de tráfico. Aquello, sin embargo, superaba lo imaginable.
El cerco se cerraba en torno a Tonya, que empezaba a ser «más conocida por su presunta perfidia que por el virtuosismo de sus acrobacias». El ex marido, Jeff Gillooly, comparecía el 1 de febrero ante los Tribunales del Estado de Oregón y reconocía su culpabilidad, además de aportar nuevas evidencias –como recibos bancarios y cuentas telefónicas– sobre la participación directa de su ex mujer, a cambio de ser acusado sólo de un delito de fraude menor.
«De acuerdo con Gillooly y su abogado, Harding habría planeado y dado la aprobación final a la agresión a su rival el pasado diciembre, tras realizar una pobre actuación durante un campeonato en Japón», contaba el corresponsal en Estados Unidos, Pedro Rodríguez.
Inmediatamente después, Harding acusó a su ex marido de querer arruinar su carrera, aunque también reconocía que se había enterado «a posteriori» del nombre de los agresores y había guardado silencio. Según las encuentras, el 63% de los estadounidenses consideraba que la patinadora mentía en sus declaraciones sobre la agresión a Nancy Kerrigan.
Aun así, una recuperada Kerrigan y la turbia Harding acudieron finalmente a Lillehammer dos meses después, con el mundo entero mirándolas. «He hecho el mejor programa de mi vida», dijo la víctima al terminar su «elegante, casi perfecto» ejercicio, que le dio la medalla de plata. Cosas del destino, Harding acabó novena y aplaudía «tímidamente» el ejercicio de su rival.
«¿Tonya me ha visto patinar? Lo han hecho millones de personas. No he prestado atención», aseguro Nancy. Poco después, el FBI demostraba finalmente que el agresor principal, Shane Stant, había sido contratado por Guillooly y el guardaespaldas de la patinadora, Shawn Eckhart, con el objetivo de impedir que Kerrigan participara dichas olimpiadas. Mientras Harding era acusada de estar implicada en el ataque, al haber señalado al agresor cómo llegar al pasillo donde se encontraba la víctima.
Los planes perfectos, no siempre acaban bien… y si no, que se lo pregunten a Tonya Harding: «Soy una paleta del sur. Vivo en medio de la nada. Corto madera, bebo cerveza, arreglo coches, esas cosas. Ésa soy yo», declaraba en 2007 al «Kansas City Star» poco antes de abandonar su posterior carrera en el boxeo… que le duró seis peleas.

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