El autor presenta en Cádiz «El asedio», ambientada en la ciudad andaluza durante el sitio napoleónico
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Jueves
, 04-03-10 a las 18
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30
Jueves 4 de marzo.
14.30. Felicitaciones al autor por parte del Alcalde de San Fernando, Manuel María de Bernardo. Teatro de las Cortes, Isla de León. Aquí, hace ahora doscientos años, sus señorías quisieron escribir nuestro futuro. La tarea la continuaron en la propia Cádiz, la gabachada estaba demasiado cerca como para poner sus lúcidas y preclaras mentes en peligro. “Por estas tierras, sí hubo barro, y sangre, y feroces acometidas cuerpo a cuerpo. Se defendió a España contra el invasor, aunque ahora, a veces crea que el verdadero enemigo estaba dentro”, sentencia Pérez-Reverte. Aquí, el 10 de noviembre de 1810, las Cortes Generales y Constituyentes aprobaron el decreto de la libertad de imprenta, inicio del periodismo moderno, consagrando la libre publicación de pensamientos e ideas. Y nosotros, que lo veamos, que lo sigamos viendo. El contraalmirante Pérez-Reverte pliega velas. “El asedio” ha terminado. Hora es de ponerse en manos de la apetitosa intendencia. Nos hemos merecido un buen rancho.
13.40. Teatro de las Cortes, Isla de León, San Fernando, antes San Carlos. Nos reciben los milicianos de la Guardia Salinera, bayoneta calada. Aquí, los diputados venidos de toda la Nación quisieron parir otra España. Reverte diría que, al final, lamentablemente, el parto no fue posible ni con fórceps. No muy lejos de aquí, en Cabezas de San Juan, en 1820, Riego lo intentó de nuevo. Apenas quedó su Himno: “Soldados, la patria nos llama a la lid. Juremos por ella vencer o morir”. Los nombres de Argüelles, Mejía Lecquerica, diputados de pro en 1811 y 1812, también suben al escenario. Historia y leyenda, vida y literatura, laten entre estas cuatro paredes, centenarias y libertadoras. Aquí mismo nos jugamos los cuartos constitucionales. A la postre, primero pintaron espadas, y bastos pintaron finalmente.
13.10. En la Caleta. Frente al mar. Frente al Atlántico. Frente a América, cuya independencia le dio una estocada de muerte a la próspera Cádiz. El comercio se desvió a otros lugares, la abundancia arribó en otros puertos. Pero el aire, libertario, te sigue despejando las entendederas. Sobre la arena de la playa, sobre la misma arena por la que desembarcaban los fenicios, Reverte atiende a las televisiones. Una tras otra. “El asedio” continúa. Pero contramaestre Arturo no se rinde. Nos damos el piro, caminito de San Fernando. Un rato a pie, y otro caminando. Quiá. En autobús. Invita la casa, Alfaguara por más señas.
12.25. El vicealmirante Arturo Pérez-Reverte dicta sentencia: “En la Guerra de la Independencia nos equivocamos de enemigo. Los verdaderos enemigos eran el rey español y los reaccionarios ingleses. Nos faltó la guillotina que limpiase el Antiguo Régimen”. Desde luego, hay palabras cortantes.
12.20. Por fin, la calle Ancha, alma, corazón y vida de una Cádiz, que según Reverte se parecía más a Londres, Baltimore o Ámsterdam que a los abismos de la España oscura, de charanga, sotana, mosquetón y pandereta. “Éste era el Wall Street de la época, la calle para dejarse ver. Era la España en la que la única aristocracia era la del trabajo”. Plaza de San Antonio: hasta aquí llegaban las bombas imperiales, ya saben, con las que las gaditanas se hacían sus legendarios tirabuzones. Número 19, aquí vivió Manuel de Falla. Aquí está el Centro de Interpretación La Pepa 2012. Para hacer memoria. Buena, se supone.”Llevas más gente detrás que un ministro”, le achuchan.
12.15. Calle de San Miguel. “Las ciudades son más de lo que parecen”, dice el novelista. “Será porque he vivido en ciudades en guerra, pero en las ciudades siempre hay ángulos peligrosos, son un territorio hostil donde cambian las vidas”. Bellísima calle de Sagasti. Reverte, con tablas, mandando, posa como un actor de Hollywood. Caminando con gesto interesante, seductor. Le sacan fotos con el móvil. Yo creo que el periodista de raza, el reportero de mil guerras, curtido en mil batallas está hasta el gorro, hasta el morrión de la promoción, pero los 300.000 ejemplares puestos a la veta exigen sus sacrificios. “Así me gusta, que la cultura lleve tanta gente detrás”, apunta un paisano. En tierra de toros y toreros, de pasiones jondas, no puede faltar la división de opiniones: “Se está cargando la ciudad y encima cobra”. El cainísmo de toda la vida de Dios. Que no falte de ná.
11.55. El capitán Reverte sepone al timón. Rumbo, la vieja y constitucional Cádiz. Somos una troupe de 100 personas tras él, como ratones detrás del flautista fabulador. Calle del Pozo, Arco de la Rosa; Plaza de la Catedral. El experimentado periodista Arturo pone orden y da instrucciones en el territorio comanche de los gráficos y los cámaras de tv. Reverte se pasea triunfal entre los gaditanos. Como un torero. Como el recordado futbolista Mágico González: “Este, éste, el de la gabardina”, se le saluda. Calle de Santiago: ¡Felicidades, Arturo!”.Casa Serafín, una cuchillería y taller de vaciado con más de doscientos años a la espalda. Reverte es amigo de su propietario, bisnieto de los fundadores. Bajo su gabardina, con la que habrán visto al escritor más de una vez, Pérez-Reverte sigue timoneando a esta tropa de periodistas, gaditanos, curiosos, y hasta un grupo escolar que se fotografía junto a nuestro hombre. Huele a mar, huele a mares de libertad.
10.30. Aquí está el hombre: Arturo Pérez Reverte, a babor de la Alcaldesa. “No podía reescribir la novela de Galdós. Podía haber elegido Sarajevo del 92, el Madrid del 36 o Troya. Pero elegí Cádiz, que es un barco en mitad de una bahía, que me daba grandes posibilidades narrativas. He caminado por un Cádiz más oscuro, el de las crueldades del ser humano, un animal muy peligroso, no sólo por el Cádiz de los carnavales. Aún veo la ciudad con los ojos de hace doscientos años, el Cádiz que fue un faro de esperanza, el Cádiz de la España que fue y no pudo ser”.
10.15. Salón de Plenos Ayuntamiento de Cádiz. Impresionante. Huele a liberalismo, a Cortes Constituyentes, a la Pepa, huele a ultramar y huele a bergantín. La alcaldesa gaditana, Teófila Martínez, extiende el mapa de este mundo de callejas y palmeras, este cosmos de voluntades, extraños asesinatos, industrias y sueños que es la novela: “Seguramente que ustedes, como Arturo, se van a enganchar a esta ciudad en cuanto la vean, y paseen con él por sus calles”, dijo doña Teófila. “Le agradezco todo lo que ha hecho, ha abierto muchas puertas. Sé que se ha pateado esta ciudad aunque no siempre le hayamos visto, tal vez iba disfrazado, o se hizo invisible, pero desde luego, es nuestro mejor embajador”.
08. 45. Cádiz se despierta entre chubascos y viento del sur. Ajustamos el GPS: calle Ancha, Arco de la Rosa, Plaza de la Catedral, calle Compañía, calle Jabonería. La brújula tiene un norte inapelable: Arturo Pérez-Reverte. Comienza “El asedio”. En el Ayuntamiento. Su alcaldesa, Teófila Martínez, toma el mando. Seguiremos informando...
13.40. Teatro de las Cortes, Isla de León, San Fernando, antes San Carlos. Nos reciben los milicianos de la Guardia Salinera, bayoneta calada. Aquí, los diputados venidos de toda la Nación quisieron parir otra España. Reverte diría que, al final, lamentablemente, el parto no fue posible ni con fórceps. No muy lejos de aquí, en Cabezas de San Juan, en 1820, Riego lo intentó de nuevo. Apenas quedó su Himno: “Soldados, la patria nos llama a la lid. Juremos por ella vencer o morir”. Los nombres de Argüelles, Mejía Lecquerica, diputados de pro en 1811 y 1812, también suben al escenario. Historia y leyenda, vida y literatura, laten entre estas cuatro paredes, centenarias y libertadoras. Aquí mismo nos jugamos los cuartos constitucionales. A la postre, primero pintaron espadas, y bastos pintaron finalmente.
13.10. En la Caleta. Frente al mar. Frente al Atlántico. Frente a América, cuya independencia le dio una estocada de muerte a la próspera Cádiz. El comercio se desvió a otros lugares, la abundancia arribó en otros puertos. Pero el aire, libertario, te sigue despejando las entendederas. Sobre la arena de la playa, sobre la misma arena por la que desembarcaban los fenicios, Reverte atiende a las televisiones. Una tras otra. “El asedio” continúa. Pero contramaestre Arturo no se rinde. Nos damos el piro, caminito de San Fernando. Un rato a pie, y otro caminando. Quiá. En autobús. Invita la casa, Alfaguara por más señas.

En la playa de La Caleta, el Cádiz de El asedio /TWITPIC DE PÉREZ-REVERTE
12.20. Por fin, la calle Ancha, alma, corazón y vida de una Cádiz, que según Reverte se parecía más a Londres, Baltimore o Ámsterdam que a los abismos de la España oscura, de charanga, sotana, mosquetón y pandereta. “Éste era el Wall Street de la época, la calle para dejarse ver. Era la España en la que la única aristocracia era la del trabajo”. Plaza de San Antonio: hasta aquí llegaban las bombas imperiales, ya saben, con las que las gaditanas se hacían sus legendarios tirabuzones. Número 19, aquí vivió Manuel de Falla. Aquí está el Centro de Interpretación La Pepa 2012. Para hacer memoria. Buena, se supone.”Llevas más gente detrás que un ministro”, le achuchan.
12.15. Calle de San Miguel. “Las ciudades son más de lo que parecen”, dice el novelista. “Será porque he vivido en ciudades en guerra, pero en las ciudades siempre hay ángulos peligrosos, son un territorio hostil donde cambian las vidas”. Bellísima calle de Sagasti. Reverte, con tablas, mandando, posa como un actor de Hollywood. Caminando con gesto interesante, seductor. Le sacan fotos con el móvil. Yo creo que el periodista de raza, el reportero de mil guerras, curtido en mil batallas está hasta el gorro, hasta el morrión de la promoción, pero los 300.000 ejemplares puestos a la veta exigen sus sacrificios. “Así me gusta, que la cultura lleve tanta gente detrás”, apunta un paisano. En tierra de toros y toreros, de pasiones jondas, no puede faltar la división de opiniones: “Se está cargando la ciudad y encima cobra”. El cainísmo de toda la vida de Dios. Que no falte de ná.
11.55. El capitán Reverte sepone al timón. Rumbo, la vieja y constitucional Cádiz. Somos una troupe de 100 personas tras él, como ratones detrás del flautista fabulador. Calle del Pozo, Arco de la Rosa; Plaza de la Catedral. El experimentado periodista Arturo pone orden y da instrucciones en el territorio comanche de los gráficos y los cámaras de tv. Reverte se pasea triunfal entre los gaditanos. Como un torero. Como el recordado futbolista Mágico González: “Este, éste, el de la gabardina”, se le saluda. Calle de Santiago: ¡Felicidades, Arturo!”.Casa Serafín, una cuchillería y taller de vaciado con más de doscientos años a la espalda. Reverte es amigo de su propietario, bisnieto de los fundadores. Bajo su gabardina, con la que habrán visto al escritor más de una vez, Pérez-Reverte sigue timoneando a esta tropa de periodistas, gaditanos, curiosos, y hasta un grupo escolar que se fotografía junto a nuestro hombre. Huele a mar, huele a mares de libertad.

Pérez-Reverte, en la playa de Cádiz /TWITPIC DE PÉREZ-REVERTE
10.15. Salón de Plenos Ayuntamiento de Cádiz. Impresionante. Huele a liberalismo, a Cortes Constituyentes, a la Pepa, huele a ultramar y huele a bergantín. La alcaldesa gaditana, Teófila Martínez, extiende el mapa de este mundo de callejas y palmeras, este cosmos de voluntades, extraños asesinatos, industrias y sueños que es la novela: “Seguramente que ustedes, como Arturo, se van a enganchar a esta ciudad en cuanto la vean, y paseen con él por sus calles”, dijo doña Teófila. “Le agradezco todo lo que ha hecho, ha abierto muchas puertas. Sé que se ha pateado esta ciudad aunque no siempre le hayamos visto, tal vez iba disfrazado, o se hizo invisible, pero desde luego, es nuestro mejor embajador”.
08. 45. Cádiz se despierta entre chubascos y viento del sur. Ajustamos el GPS: calle Ancha, Arco de la Rosa, Plaza de la Catedral, calle Compañía, calle Jabonería. La brújula tiene un norte inapelable: Arturo Pérez-Reverte. Comienza “El asedio”. En el Ayuntamiento. Su alcaldesa, Teófila Martínez, toma el mando. Seguiremos informando...
Miércoles 3 de marzo.
23.30. Último vistazo a “El asedio”, el fresco histórico, la marejada narrativa que acaba de levar anclas con el contraalmirante Reverte, letra a letra, dato a dato, ctrl.+s a ctrl.+s. Duerme la ciudad. El cronista lo intenta. Su duermevela se puebla de parábolas, toesas, barloventos, piratas y corsarios.
23.30. Último vistazo a “El asedio”, el fresco histórico, la marejada narrativa que acaba de levar anclas con el contraalmirante Reverte, letra a letra, dato a dato, ctrl.+s a ctrl.+s. Duerme la ciudad. El cronista lo intenta. Su duermevela se puebla de parábolas, toesas, barloventos, piratas y corsarios.
22.45. Entre chaparrón y chaparrón, allá en la Galia, le hemos metido a los de Napoleón. Villa y Sergio Ramos han sido Daóiz y Velarde. Si ya lo decían en 1812 por aquí: “Con las bombas que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas, tirabuzones”.
20.44. Aquí estamos: Cádiz. La milenaria ciudad nos recibe entre chaparrones. Se busca a Pérez-Reverte desesperadamente. Estará echándose unos vinos con sus personajes: Rogelio Tizón, comisario de Barrios Vagos y Transeúntes; el capitán Desfosseux, el artillero, que busca la cuadratura del círculo del obús; Lolita Palma, de Palma e Hijos, navieros, a puntito de pasársele el arroz; Pepe Lobo, un Akab a la criolla; Felipe Mojarra, salinero, furtivo y patilludo.
20.00. Jerez de la Frontera, el Puerto de Santa María, San Fernando, llueve, detrás de los cristales del AVE, llueve y llueve.
19.30. Córdoba y Sevilla se han ido en un suspiro. Y Cabezas de San Juan, donde el general Riego escribió las primeras notas de su himno y de su levantamiento liberal. Andalucía nos ha recibido empapada, rebosante de charcos, con el Guadalquivir soñando a ser Mississippi, y los campos con el agua hasta el cuello, como los arrozales del Delta del Ebro. Cuando salga el sol, que saldrá, no crean, esto va a ser la Amazonia.
17.15. Puertollano. Llueve, detrás de los cristales del AVE llueve y llueve. La Mancha, disfrazada de campiña inglesa. Deberes de última hora: dos colegas se beben casi de un trago las setecientas páginas de “El asedio”, la nueva, novísima novela de Pérez-Reverte. Cádiz, más cerca. Y el mar. Por las calles de una Cádiz mítica ya caminó Albert Camus en “El estado de sitio”. Y Galdós, aquel garbancero que hizo hervir uno de sus Episodios Nacionales en la villa gaditana, cogido del brazo de su singular héroe, Gabriel de Araceli, también gaditano. Lo de Reverte es otro episodio. Y Nacional se augura su éxito: en el quiosco de la Estación de Atocha, mientras pagaba unos caramelos, ni dos minutos, cuatro compradores, vi a cuatro lectores que se rendían incondicionalmente ante “El asedio”.
16.10. Estación de Atocha, Madrid.Puntualidad británica. Si estuviéramos en la pérfida Albión (bueno en esta travesía es aliada), en cuarenta minutos tomaríamos el té. No es el caso. Viento en AVE a toda vela. Destino, Cádiz. El mar, el mar, patria de promisión para los de tierra adentro, aunque no sepamos distinguir la amura de babor, ni la de estribor, ni distinguir palo mayor y palo de mesana. Nos espera el marinero Arturo Pérez-Reverte, contraalmirante de nuestra narrativa para casi todos.
16.10. Estación de Atocha, Madrid.Puntualidad británica. Si estuviéramos en la pérfida Albión (bueno en esta travesía es aliada), en cuarenta minutos tomaríamos el té. No es el caso. Viento en AVE a toda vela. Destino, Cádiz. El mar, el mar, patria de promisión para los de tierra adentro, aunque no sepamos distinguir la amura de babor, ni la de estribor, ni distinguir palo mayor y palo de mesana. Nos espera el marinero Arturo Pérez-Reverte, contraalmirante de nuestra narrativa para casi todos.




