El Prado se acerca a la obra de Velázquez de la mano de tres de las interpretaciones más memorables de esta obra que han realizado Goya, Picasso y Richard Hamilton
El artista Richard Hamilton /EFE
Actualizado
Martes
, 23-03-10 a las 13
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Primavera muy velazqueña en el Prado. «Las Meninas», tan solemnes ellas en la Sala XII del Prado, están recibiendo a ilustres visitantes. Hace unos días llegó al museo un maravilloso cuadro, «Las hijas de Edward Darley Boit», obra maestra de John Singer Sargent, que cuelga junto a su fuente de inspiración. Es un préstamo del Museum of Fine Arts de Boston. Y ayer recibían otra visita de excepción, la del artista británico Richard Hamilton. Éste participó en los años setenta en un homenaje a Picasso con motivo de su noventa cumpleaños. Hamilton aceptó el reto de recrear «Las Meninas» de Picasso. Se armó de arrojo y valor, pues considera a Picasso como el mejor grabador al aguafuerte del siglo XX; «es la perfección absoluta». Puso una única condición: trabajar con el impresor del artista malagueño, Aldo Crommelynck. Así mataba dos pájaros de un tiro: rendía tributo a Picasso y mostraba su admiración y devoción por Velázquez. «Lo mismo que le pasaba al loco Francis Bacon», comenta.
El resultado de aquel encargo son tres dibujos preliminares y dos preparatorios, seis pruebas de estado y la estampa definitiva, que desde ayer cuelgan, por primera vez juntos, en el Prado. Les acompañan algunas de las más memorables interpretaciones de «Las Meninas», las que hicieron Goya y el propio Picasso. Todo un festín de Meninas, que ayer visitamos junto a Manuela Mena, jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVIII del Prado, y el propio Hamilton. A sus 88 años sigue en plena forma: acaba de inaugurar exposición en la Serpentine Gallery de Londres y ayer derrochaba ingenio, vitalidad y buen humor recorriendo la muestra.
«Las Meninas» de Hamilton son muy «sui generis»: hizo cubista a la Infanta Margarita, el mastín se torna minotauro, el Infante que lo pisa es un arlequín y en el pecho de Picasso vemos la hoz y el martillo (Velázquez lucía la Cruz de Santiago). La estampa final agrupa todos los lenguajes y estilos de Picasso: cubismo, clasicismo, periodos azul y rosa, las máscaras africanas... «Nunca pude soñar con exponer en el Prado; era para mí un sueño imposible; me siento como si estuviera entrando en la Historia», comenta orgulloso Hamilton. Siente veneración por el cuadro de Velázquez: «Nunca vi nada igual ni he vuelto a verlo. Me sentí sobrecogido la primera vez que lo vi y ya nunca me he desprendido de “Las Meninas”. Cada vez que lo contemplo la experiencia es nueva y más impresionante. Todo en este cuadro es preciso y definido; y la composición es apasionante. Me fascinan los interiores y éste es el gran interior de la Historia del Arte. Este cuadro es como una necesidad». Preguntado por qué figura del cuadro le gusta más, dice que le resulta tan difícil como decir qué plato le gusta más de El Bulli: «Todos me gustan». Y, antes de despedirnos, advierte: «No me siento el padre del pop art, sino el abuelo del pop art».