Lunes
, 05-04-10
A estas alturas del campeonato todo el mundo conoce el comportamiento de Cristiano Ronaldo dentro de un campo de fútbol. Sólo entiende su trabajo condimentado con elevadas dosis de adrenalina. Y los rivales han encontrado un punto débil en su perfil. Saben como provocar el cortocircuito. Un simple lance del juego, un roce casual, lo convierte en una provocación.
Ayer tuvo mucho encontronazo. Demasiado protagonismo para esquivar el taco del rival. Su primer calentón llegó antes del cuarto de hora. Christian interrumpió uno de sus desmarques en velocidad y Cristiano Ronaldo soltó el brazo a escasos centímetros del asistente. Se jugó la cartulina roja. Fue una de las partes del guión del Racing. Desestabilizar a la «bestia». Y lo logró. Pero en ese escenario, se crece como la espuma. Picarle en su orgullo suele resultar contraproducente.
Irritado CR, llegó la puntilla para el Racing. Sacó provecho de un error de dos defensas y provocó un penalti. Gol y más irritación para el rival, que había caído en su propia trampa. Pero la gresca no desapareció. Pinillos fue el protagonista de una de esas escenas que quedan en el campo, pero que se pudo escuchar desde la grada. Irreproducible. La caza continuó. Y le tocó el turno a Torrejón. El central se jugó la tarjeta roja en una entrada terrorífica al tobillo. Por fortuna para los intereses del portugués, éste saltó a tiempo.
Pudo redondear su tarde con otro gol, pero su remate se marchó fuera. La parroquia lo celebró y le regaló una pitada, que no calmaba la pérdida de los tres puntos.
