Nueve partidos sin dejar la portería a cero son un lastre para cualquier equipo. Los blancos habían entrado en esta dinámica. Gol tras gol. Palo tras palo. Revolcones para Íker Casillas, que pensaba esta temporada pelear por el título del Zamora. Dos malas decisiones y un cúmulo de jugadas desgraciadas hurgaron en el orgullo del portero de la selección. Justo la temporada que mejores jugadores tenía el Madrid para apuntalar el sistema defensivo han llegado los sofocones.

Hacía mucho tiempo que Íker no se iba satisfecho de un campo. Concretamente desde el encuentro contra el Xerez (jornada 22, 13 de febrero). Desde ahí, dos meses de calvario. Gerland, el Heliodoro, Pucela, el Coliseum y en cinco ocasiones el Bernabéu (Villarreal, Lyon, Sevilla, Sporting y Atlético) se habían convertido en puntos negros en la carretera para el Madrid. Gota a gota para sumar un balance desfavorable de 26 tantos en la Liga.

Ayer se rompió la racha. Un triunfo con unas gotas de mérito, pese a que el Racing sólo ha ganado dos partidos en su estadio, porque Pellegrini había perdido a tres jugadores importantes como Xabi Alonso, Sergio Ramos y Garay, aún sin recuperarse totalmente de una contractura, aunque estuvo en el banquillo de El Sardinero. Armó el once dando entrada a Diarrá y a Metzelder, dos viejos guerreros que sólo aspiran a alcanzar el mes de junio para hacer la maleta y buscar el futuro en otro club. El alemán sólo había disputado dos encuentros esta temporada (ante el Español en la jornada tres y en la ida de la Copa frente al Alcorcón), un riesgo a estas alturas del torneo, donde un resbalón es casi decir adiós a la Liga. No desentonó y cumplió con creces la misión de destruir todo lo que llegase a su alrededor a la espera de la pegada de Cristiano o de Higuaín. Pegaron los dos y el Madrid volvió a rescatar el bastón de mando en el codo a codo con el Barça.