La pegada madridista ante la fantasía azulgrana
Actualizado Viernes , 09-04-10 a las 13 : 58
El clásico en el Santiago Bernabéu acoge dos estilos de entender el fútbol, el Real Madrid de juego directo y letal pegada, ante la fantasía del Barcelona, la sinfonía armónica del campeón de Europa.
Expone el clásico del fútbol español dos conceptos distantes de juego: un equipo dirigido por el chileno Manuel Pellegrini basado en el orden defensivo y la verticalidad ofensiva, ante otro entrenado por Pep Guardiola, bandera del toque y el espectáculo.
Florentino Pérez apostó -tras la negativa de Arsene Wenger- por un técnico de perfil medio, que concede el protagonismo a sus jugadores, que llegaba a la "casa blanca" con el fútbol vistoso por bandera.
El primer objetivo del técnico chileno fue cambiar los automatismos que tenía adquiridos el Real Madrid de sus últimas temporadas. Convertirle nuevamente en equipo dominador de los partidos. Olvidar un juego al contragolpe.
Pellegrini parte de una solidez defensiva que provoca que el mejor de cada encuentro haya dejado de ser Iker Casillas y sus paradas salvadoras, para culminar en una pegada demoledora, representada por Cristiano Ronaldo y Gonzalo Higuaín, que conducen a su equipo hacia el objetivo de batir el récord de 107 goles en una temporada.
La bandera que ondea el Barcelona de Guardiola es la del espectáculo. Fútbol total. Jugadores como Xavi Hernández y Andrés Iniesta marcan un estilo de juego, al que ha sabido acoplar el individualismo de Leo Messi. Con las espaldas bien cubiertas por Sergio Busquets, y la pegada de Zlatan Ibrahimovic, o cuando aparecen apuestas por la cantera como Pedro y Bojan. Encargados de suplir la venta (al Inter) del indomable Samuel Eto'o.
El Real Madrid se desarrolla desde un 4-3-1-2 sin extremos, con laterales de largo recorrido y movilidad continua de los tres jugadores de arriba. Su fútbol nace desde la figura de Xabi Alonso, apoyado por la destrucción que aportan 'Lass' Diarra y Fernando Gago y sostenido por Cristiano Ronaldo, con el daño que hace en cualquier zona del campo, su letal disparo y capacidad de cambiar la dinámica de un partido en unos segundos.
El Barcelona mantiene la misma estructura desde que aterrizó Guardiola, un 4-3-3, con una presión asfixiante sobre el rival, la figura de un solo centrocampista de destrucción, con dos jugadores por delante con libertad de movimientos, Xavi e Iniesta, que desatan un fútbol preciosista de paredes interminables.
En la pizarra del partido de la primera vuelta, Pellegrini sorprendió a Guardiola. Adelantó las líneas de su equipo y evitó la presión ejerciéndola él. Pasó a dominar el Real Madrid, que perdonó sus ocasiones y acabó pagándolo. El gol de Ibrahimovic castigó uno de los mejores partidos de la temporada madridista.
En el Santiago Bernabéu, fortín madridista donde ha ganado todo en Liga, Pellegrini prepara un plan de ayudas para frenar a Messi. Arbeloa se perfila como el nuevo 'anti-Messi' (si Guardiola no le vuelve a ubicar en el medio), y para compensar la complicada lucha en el centro del campo, juntará a Gago con Xabi Alonso, Marcelo y Van der Vaart.
El Barcelona mantendrá su estilo y no se descarta un nuevo invento de Guardiola. En el último clásico del Bernabéu, el 2-6, sorprendió con Messi entre líneas, buscando la espalda de Gago y desequilibrando a la pareja de centrales. Se confía en la recuperación de Gerard Piqué en defensa y de Ibrahimovic en ataque.
Hasta la fecha, el duende de Guardiola, que ha acertado en todas los partidos decisivos, con goles que dieron títulos y salvaron los momentos de duda (como los de Iniesta en Stamford Bridge o el de Pedro en la final de la Intercontinental), no lo ha tenido Pellegrini. Dos fallos decisivos, Alcorcón en Copa del Rey y Lyon en Liga de Campeones, marcan su camino.
El madridismo confía en encontrar la continuidad de juego que no ha tenido en toda la temporada, apela al 'factor Bernabéu', al clima de las noches mágicas de los partidos de máxima rivalidad histórica.
Pocas veces un clásico llegó tan igualado, con los dos equipos en cabeza empatados. Una parte del título de Liga se decide. La pegada madridista o la fantasía azulgrana.

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