
Muy personal
Actor favorito: Santiago Segura o Brad Pitt
Actriz favorita: Angelina Jolie
Última película que ha visto: The Road
Libro de cabecera: El arte de la guerra
Vacaciones ideales: En mi casa soñando
Dónde le gustaría jubilarse: en Mallorca
Comida preferida: Sushi
Principal defecto: Ninguno
Principal virtud: Ninguna
Si pudiera ser otra persona sería: un Avatar
Mejor consejo que ha dado a sus hijos: ¡¡Pero si no tengo!!
Mejor consejo que ha recibido de sus padres: No malgastes energía en tonterías (como este cuestionario, ¡ja, ja, ja!).
«Si no gano yo, quiero que lo haga Pedrosa»
Pocos rivales se manifiestan con esta elegancia. A partir de 2005, Lorenzo y Dani vivieron un enfrentamiento que ellos no buscaron. Lo fomentaron sus directores. La guerra perduró en el tiempo. Cuando Jorge debutó en MotoGP, las heridas continuaban abiertas. El 30 de marzo de 2008, el Rey quiso solventar el problema en el podio de Jerez. Triunfó Pedrosa y el mallorquín subió al tercer cajón. No se saludaron. Don Juan Carlos cogió las manos de ambos y las estrechó (en la imagen). Dos años después, el pupilo de Yamaha habla claro. «Soy muy español y si no gano yo quiero que lo haga Pedrosa». En Qatar comienza su tercera andadura en la cilindrada absoluta. Señala un primer favorito: «Valentino. Es el campeón y en la pretemporada ha demostrado ser el más fuerte». Avisa, sin embargo, que hay otro candidato: «Stoner. Ha realizado tiempos similares a los de Rossi. Ambos, en verdad, están a la par». ¿Y usted?: «La lesión me impedirá rendir a tope en Qatar y espero alcanzar el máximo nivel pronto». El subcampeón esconde sus cartas. Y descubre las de Dani, que se queja de su Honda: «Su moto no estará tan mal cuando comience la carrera».
Actualizado
Domingo
, 11-04-10 a las 17
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04
Siete de marzo de 2008. Un chaval de veinte años se estrenaba en el Mundial de MotoGP y superaba a su compañero de equipo, Valentino Rossi, el emperador de las dos ruedas. Había obtenido la «pole» en Qatar. El mocoso no acusó el cambio a una máquina más pesada, de 145 kilos. Al día siguiente, Jorge Lorenzo (Palma, 2-5-1987) provocó más dolores de cabeza a los dirigentes de Yamaha. Obtuvo la segunda plaza de la carrera. El veterano campeón era quinto. El mallorquín puede decirlo bien alto: fue el responsable de la remontada del italiano. En 2009, volvió a plantarle cara. El niño se proclamó subcampeón. En 2010 también será su primer rival ante el campeonato que comienza hoy, en Qatar. «Antes, la gente me pedía que le diera "caña" a Pedrosa. Ahora dicen: dale "caña" a Rossi». Es el «enemigo en casa» del icono del motociclismo. Y Valentino le ha prohibido ver sus datos telemétricos.
Desea derrocar al mito. Se ha sacrificado hasta llegar al éxito. En su familia no había mucho dinero. Lo arriesgaron todo para que fuera piloto. Supo lo que quería desde los tres años. Jorge nos da a conocer al otro Lorenzo, el íntimo.
—¿Cuándo montó en una moto por primer vez?
—A los tres años. Mi padre (Chicho) me subió a una Puch 50 con un chasis que él fabricó con sus manos. Dice que cuando yo veía una moto en un escaparate me volvía loco. Tuvo claro que yo sería campeón del mundo. Trabajó para ello.
—¿De dónde salía el dinero?
—No éramos una familia rica, pero todo lo que se ganaba en casa se invertía en «el niño».
—¿Su primera carrera?
—A los tres años ya corría de forma ilegal, porque no te daban licencia hasta los cinco. Competía en minimotos, en minicross, en trial, en supermotard. En todo. Mi familia tenía decidido que yo sería piloto. Y lo consiguió: tengo dos títulos mundiales.
Esa es la faceta deportiva. Pero durante este largo y curvo camino se enfrentó al temido dilema: compaginar motos y estudios. Jorge explica esa difícil dicotomía en la habitación de su hotel. Nada más llegar se ha inscrito en recepción y dice que subamos con él para dialogar relajadamente durante dos horas. No nos pide tiempo para abrir las maletas. Al revés, se sienta en un sofá y comienza a hablar.
—¿Cómo compaginó el colegio con ese objetivo de ser piloto?
—Mi papá le daba importancia a los estudios. Quería que sacase buenas notas. Pero con diez y once años me «columpiaba» en el cole. No estudiaba nunca. Yo escondía las notas a mi padre. Un trimestre, incluso, suspendí seis asignaturas. Se lo oculté. Mi madre sí lo sabía. Y él no se daba cuenta. Hasta que un día se dijo: «Este niño no me trae nunca las notas». Cuando conoció mis suspensos se puso como una moto (claro). Tras aquellos seis "cates" estudié como una bestia y al final aprobé.
—En el colegio no entendieron su obsesión por las dos ruedas.
—No. Yo iba a un colegio de monjas que era mixto, La Milagrosa, en Palma. Y las monjas siempre me decían que eso de las motos no era serio. Que con las motos nunca llegaría a ningún lado, que no sería nada en la vida, ¡Hombre! tenían razón en la importancia de los estudios, pero no tenían razón respecto a que las motos no me podían a llevar donde estoy ahora.
—Finalmente, abandonó los estudios.
—Fue mi propio padre quien lo decidió. Lo tuve que dejar en tercero de la ESO, en el último curso, con quince años, porque debutaba en el Mundial y no podía hacer las dos cosas. Él (Chicho) me vio muy agobiado. En el colegio pensaba en las motos y en los circuitos pensaba en los exámenes. Tenía que elegir. Era el momento de dar el paso. Si quería convertirme en piloto profesional debía centrarme exclusivamente en las carreras. Así fue.
—¿Hizo otros deportes?
—Sí, gimnasia deportiva y fútbol.
—¿Hemos perdido un Messi?
—No. El fútbol no se me daba muy bien, la verdad. Ya como piloto seguí jugando un día a la semana, en Barcelona, hasta el año pasado.
—¿De qué juega?
—De delantero. Meto algunos goles. Soy como Romario, no tengo mucha velocidad, pero si cojo el balón puedo marcar (risas).
Su conversación es vivaz. Como él. Le pide a Héctor Martín, su mano derecha y parte de la izquierda, «que me suban un plato de arroz o de pasta, que tengo hambre». ¿Pero si acaba de comer? «Es que no he desayunado. Y puedo tomar un plato de pasta, o arroz». Tiene calculados los hidratos de carbono diarios y las cosas que no puede mezclar. «Tras la lesión del pulgar he querido perder algo de peso». Lo dice con la serenidad que da una confianza admirable. La misma tranquilidad con la que reta a Rossi.
Llega el camarero con el arroz y le repite la frase que más escucha. «Dale caña al italiano». El mensaje de apoyo descubre otra clave de su personalidad: su españolismo.
—La afición desea que usted acabe por fin con el «imperio italiano».
—La mayoría de los que se dirigen a mí quieren que gane el título, pero también hay muchos que prefieren a Rossi. Me siento muy español y si yo no venzo quiero que lo haga un compatriota. Acepto que la gente te diga por la calle que va con Pedrosa. Lo que no admito tanto es que sean de Valentino y nos critiquen a Dani y a mí, que deseen que lo hagamos mal, que quieran que nos caigamos. No lo entiendo. También hay gente que dice que no me siento español porque cuando triunfo clavo la bandera de Lorenzo's Land en vez de la nacional. Al contrario, me siento tan español como el que más.
Habla claro. Con el poso que ha adquirido tras sufrir los duros avatares de la vida. Familiarmente, vivió el divorcio de sus progenitores. Profesionalmente, en 2006 tuvo que elegir entre papá y su antiguo director y representante, Dani Amatriaín. En una primera decisión, se quedó con su apoderado. Posteriormente, se separó de él y recuperó la relación con su progenitor.
—Chicho Lorenzo se enfrentó a su director en 2006. Decía que engañaba a su hijo con el dinero. Dos años después, usted dejó a su mentor. ¿Papá estaba en lo cierto?
—El tiempo le ha dado la razón a mi padre respecto a lo que dijo de Amatriaín sobre mis asuntos extraprofesionales. Me sentí engañado económicamente, sí. Pero no me arrepiento de nada. En aquel momento fue muy duro seguir con Dani y separarme un poco de mi padre. Siempre tuve dudas, pero deportivamente no me equivoqué. Con Amatriaín gané dos títulos y tuve las mejores motos. Si hubiera seguido con mi padre, no habría ganado esos dos Mundiales. Sí es cierto que en el aspecto extradeportivo no fue bueno para mí.
Jorge era un chaval cuando se encontró en esa situación tan amarga. Aún era más niño cuando nació el enfrentamiento con Pedrosa, en 2005 . Una batalla generada por sus directores,
—¿Alberto Puig y Amatriaín alimentaron aquel antagonismo?
—Amatriaín y Puig nos utilizaron para su guerra personal. Era demasiado joven para darme cuenta de que ese rollo no me interesaba.
Se ha comido el arroz y pasamos a hablar de otras cosas. De la sociedad actual, del paro, del maltrato machista a las mujeres, de música, de fútbol. Comentamos que la mayoría de los españoles no desean pagar más impuestos y nos van subir el IVA en julio. Y abordamos la situación económica.
—¿Le preocupa la crisis?
—Ojalá que no vaya a peor. Me afecta menos que a una persona que está en el paro, pero me preocupa mucho, y no quiero que mi nación esté así. Comparado con años anteriores estamos peor, pero no creo que dure mucho. Espero que no.
—Pasan las décadas y la violencia contra las mujeres no desciende.
—Quienes pegan a las mujeres están mal de la cabeza. La mujer tiene más posibilidades actualmente y eso es muy bueno. Mire, la fuerza física sólo es importante para los deportes de contacto, no para vivir, ni para dirigir el mundo.
Reflexiona sobre lo que más le gusta en una persona: «La bondad». Y lo que más detesta: «Los que te fallan. La gente que es extremadamente egoísta». Desgrana la música que le acompaña: «Escucho a Nirvana, a Phil Collins, El Canto del Loco, a Ramazzotti». Y es del Barcelona: «Espero que ganemos la Liga». Aunque posee una debilidad: Cristiano Ronaldo. «Siendo “culé” debería decir que mi favorito es Messi, pero Cristiano me ha gustado siempre, desde que estaba en el Manchester. Aunque ahora Leo es incomparable con nadie».
Tiene un «hobby»: diseñar sus cascos. «Me encanta. Siempre tuve talento para el dibujo». Es un talento sobre dos ruedas. Ha conseguido que el número uno de la historia le esconda sus datos para no descubrir dónde mejora. Es pionero en preocupar a los mitos.