
El brasileño José Mindlin enseña uno de sus libros.
Actualizado
Viernes
, 16-04-10 a las 16
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El próximo viernes día 23 se celebra el Día el libro, y ABCD centra buena parte de sus contenidos en analizar el presente, el pasado y el futuro del libro como objeto y como sujeto de la historia cultural. No en vano, Umberto Eco y Jean-Claude Carrière se asoman al abismo digital en "Nadie acabará con los libros", título recientemente publicado que analiza los cambios que provocará la lectura en pantalla. Una vez inventado el libro, dice Eco, "No se puede hacer nada mejor. Quizá evolucionen sus componentes o sus páginas dejen ser de papel. Pero seguirá siendo lo que es". Cuando la tecnología parece que está a punto de transformar nuestras más arraigadas constumbres lectoras, en el siglo XXI, en plena era digital, sobrevive la rara especie de los bibliófilos. A ella perteneció por derecho propio el brasileño José Mindlin, a quien visitamos poco antes de su muerte el pasado mes de febrero. Su biblioteca, que recorremos en un reportaje de César Antonio Molina, alberga alrededor de treinta mil volúmenes, algunos de ellos ejemplares únicos.
La casa de José Mindlin, el último bibliófilo, como escribe César Antonio Molina, está en una zona residencial de São Paulo (Brasil). No es ni un famoso escritor, ni artista, ni profesor universitario, ni político. Simplemente es uno de los más grandes coleccionistas de libros o, como a él le gusta definirse: un buen lector. Sin embargo, casi todos nuestros contemporáneos que han escrito sobre libros y bibliotecas, como, por ejemplo, Jacques Bonnet, Umberto Eco o Jean-Claude Carrière, lo citan con admiración porque posee libros únicos. La puerta principal que da a la calle se abre automáticamente y da paso a un jardín en medio del cual se levanta una casa. Una sirvienta me abre otra puerta que da a un gran salón repleto de estanterías y libros. Poco después aparece el dueño.
El primer libro en mostrarme es la primera edición completa de los Ensayos de Montaigne, publicada en París en 1588. Para Mindlin, el escritor francés es uno de sus maestros y una lectura permanente. Abre el volumen, busca el capítulo décimo del segundo libro de los Ensayos y lee: «Cuando encuentro dificultades en la lectura, no me preocupo demasiado, pues si insistiese perdería mi tiempo; mi espíritu es de comprensión inmediata. Lo que no entiendo a primera vista, lo entiendo menos si me empeño en hacerlo. No hago nada sin alegría». Este es el lema de su ex libris.
A Mindlin le preocupa no haber podido leer todos los libros que él quisiera. Calcula que a lo largo de su vida ha leído una media de dos libros por semana; es decir, ocho libros al mes. Para él, el coleccionismo proviene de la lectura, luego a ésta se le añade el amor no sólo intelectual sino también físico por los libros, y así, poco a poco, va surgiendo esta dedicación. «El libro ejerce una atracción multiforme, que va mucho más allá de la lectura; sin embargo, es ésta un punto de partida fundamental. En primer lugar, existe siempre la ilusión de que se va a lograr leer más de lo que en realidad se consigue. Después viene el deseo de tener en la mano el mayor número posible de obras de un autor preferido.»
Mindlin ve con gran optimismo el futuro que se abre para los libros con los nuevos sistemas informáticos y tecnológicos. Se archivarán mejor, serán más fáciles de consultar, pero «el libro jamás dejará de ser libro». Y dice estas palabras con un convencimiento total. Afirma que el placer que produce el contacto físico con ellos es insustituible.
