Camp Nou rojigualda
Publicado Miércoles , 19-05-10 a las 23 : 37
Los incondicionales del Sevilla y del Atlético convirtieron al estadio del Barcelona en la verdadera sede del fútbol español. Ni siquiera la final de los Juegos Olímpicos de 1992 vivió una muestra similar de españolismo. Los simpatizantes de ambos equipos corearon el himno nacional con una fuerza que su cántico significó una respuesta a la afrenta sufrida en la final copera del año pasado. Entonces, nuestro país presenció la vergüenza, transmitida a todo el mundo, de dos aficiones, las del Athletic de Bilbao y el Barcelona, que abroncaron el sonido del himno para que no pudiera ser escuchado en momento alguno. Anoche, rojiblancos e hispalenses pusieron letra a una música que les sonó celestial.
«¡Pero que suene entero!»
Muchos espectadores silbaron por todo lo contrario: por «la mínima duración del himno». Los altavoces emitieron la versión corta, de treinta segundos, «para no molestar» a nadie. A quien molestaron fue a las cien mil personas que poblaron las gradas vestidos con los colores rojo y blanco de ambos clubes.
«¡Pero que suene entero!», decían los seguidores del conjunto madrileño, indignados. «¿Por qué lo han cortado? ¿A quién tienen miedo?». Sus gestos de enfado eran elocuentes, dirigidos al palco. Todos pedían el himno íntegro.
Joan Laporta presenció esa explosión de españolismo impertérrito, sentado en ese palco. Los forofos también se dejaron la garganta como una contestación al presidente del Barcelona, que dice no sentirse español, exige la independencia de Cataluña, pero preside una entidad con el objetivo de ganar la Liga española. La atronadora voz de cien mil almas criticaron con su energía la politización que Joan Laporta ha ejercido en el campeón de Liga 2008-09 y 2009-10.

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