«Cuando había menos seguimientos se pensaba, que la pareja que escogían los jóvenes buitres negros, a los 3 o 4 años, era ya para toda la vida, pero las investigaciones han puesto de manifiesto que no son tan fieles como pensábamos y que son frecuentes los intercambios de pareja», apunta Juan Carlos del Moral, responsable del área de Seguimiento de SEO/BirdLife.
Sin embargo, los buitres sí son un modelo a seguir a la hora del reparto equitativo de las «tareas domésticas» entre machos y hembras, apunta Javier de la Puente, un biólogo de SEO/Birdlife.
De la Puente pasa revista cada mañana, desde hace 14 años, a las 96 parejas de la colonia localizada en El Pinar de los Belgas -una madrileña finca privada ejemplo de gestión forestal sostenible-.
De la Puente ha anillado recientemente a uno de los polluelos nacidos en abril. El padre era quien cuidaba el nido aquel día. Pero lo abandonó tan pronto como vio a los expertos, para que éstos revisasen a su polluelo.
El pequeño, un «paciente» de docilidad admirable, estaba «como una rosa» según los análisis. Un agente forestal, que esperaba en lo alto de un pino silvestre, a 24 metros de altura, lo recogió de nuevo con la polea para devolverlo a su hogar.
Especie amenazada
Dentro de unos tres meses sus padres dejarán de cubrirlo para que se vaya poniendo de pie. A mediados de septiembre emprenderá su propio vuelo en busca de algún conejo que llevarse a la boca entre los valles del Parque Natural de Peñalara, que acoge a casi la totalidad de la población de buitre negro madrileña y el 5% de la europea.
«En febrero el trabajo se centra en tener todas las parejas localizadas, seguir su evolución para ver cómo arreglan su nido y ponen sus huevos, y ver que las labores forestales en el pinar -donde se extraen 5.000 metros cúbicos de madera al año- no dañan la zona de alimentación y de cría», explica el biólogo.
El buitre negro es una especie amenazada que en los años setenta y ochenta llegó a estar en peligro de extinción en España, donde apenas quedaron 200 ejemplares.




