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Julia Navarro: «En los Jardines de Sabatini he dado forma a todas mis novelas»

La periodista y escritora jugaba de pequeña en este lugar «bello y armónico». Los laberintos que entonces le servían de escondite se convierten ahora en inspiración para dar forma a los personajes de sus libros.

Día 10/09/2010 - 14.55h
ÓSCAR DEL POZO
Julia Navarro en un descanso de su paseo con ABC Natural por los Jardines de Sabatini

Poco podía imaginar Julia Navarro, cuando jugaba al escondite con sus amigos de la infancia en estos Jardines de Sabatini, que con el tiempo se convertirían en el lugar perfecto para imaginar sus novelas de principio a fin. Como la última, «Dime quién soy», que va por la quinta edición y ya ha cautivado a más de 250.000 lectores. «Cuando la estaba escribiendo y necesitaba levantarme y dar un paseo, solía venir aquí, a los jardines de Sabatini, donde caminaba un rato y luego continuaba hacia el parque del Oeste, que es el recorrido que suelo hacer cuando necesito escaparme de la rutina, y sobre todo cuando estoy muy cansada», explica.

Y es que en estos jardines que antiguamente ocupaban las caballerizas del contiguo Palacio Real, Julia Navarro va pensando sus novelas antes de sentarse a escribir, porque, asegura, «me producen una enorme sensación de paz y de armonía, sobre todo cuando estoy escribiendo una novela». En un banco situado bajo la copa de uno de los grandes magnolios del recinto se sienta con frecuencia: «He pasado algún que otro rato pensando, dándole vueltas a mi última novela. No tomo notas, solo voy pensando y madurando, perfilando mis personajes. Mis novelas siempre las pienso mientras paseo. Y buena parte de esa elaboración mental transcurre en estos jardines. Pasear rodeada de naturaleza me ayuda a reflexionar».

Su momento preferido es a primera hora de la mañana, cuando la ciudad aún se está desperezando. Estos jardines son también para Julia un lugar donde encontrarse consigo misma: «Porque es una zona donde yo he vivido en mi infancia, son los parques en los que he jugado y es como volver al principio, encontrarse con lo más profundo de uno mismo». Además opina que ésta es una zona de Madrid absolutamente privilegiada para tomar contacto con la naturaleza dentro de la ciudad: «Normalmente la gente huye buscando la naturaleza. Yo esta huida la hago dentro de la urbe».

Durante sus paseos no se lleva el móvil, «para poder abstraerme realmente». Y ese trabajo mental es muy fructífero: «Cuando me siento a escribir una novela ya sé como empieza y cómo termina, de manera que dejo muy poco a la improvisación. Es verdad que cuando estás escribiendo hay momentos en los que dudas acerca de lo que has pensado o hay algún personaje que no terminas de ver. Es entonces cuando me levanto y me marcho a pasear y a pensar». Hasta hace poco, lo hacía en compañía de su perro Tifis, un pastor alemán que llevaba el nombre del piloto de nave Argos, en la que los argonautas partieron en busca del vellocino de oro, recuerda Julia.

Paso atrás en el periodismo

Madrugadora, se levanta muy temprano, antes de las cuatro, cuando está escribiendo, una tarea en la que se aplica hasta las ocho de la mañana y después hace su recorrido habitual. «“Dime quién soy” va a ser el último libro que escribo a esas horas, porque esos madrugones luego te pasan factura. Ahora voy a dar un paso atrás en el quehacer periodístico y me voy a dedicar mucho más a la literatura. De manera que ya pienso hacerlo a horarios normales». Un paso atrás que dice que se puede permitir después de más de treinta años de periodismo para dedicarse a ese «mundo nuevo y muy gratificante de la literatura».

Y es que para ella «tener la suerte de que tus libros sean los elegidos por los lectores, es una especie de milagro, de magia, como si te tocaran con una varita mágica. Y yo quiero aprovechar esa enorme suerte y la generosidad de los lectores en una etapa de mi vida en la que no tengo tantas ganas de estar en primera línea de batalla en periodismo». Una profesión que atraviesa un mal momento, «está demasiado mediatizada por intereses políticos y económicos y hemos perdido algunos plumajes de libertad en estos años. El periodista se adapta a los intereses de su medio en el que trabaja por encima de la obligación que tenemos de contar la realidad, independientemente de a quién beneficie o perjudique». Una situación que refleja en su última novela, cuyo narrador, Guillermo, es un periodista mileurista que malvive escribiendo para un periódico digital.

Los paseantes miran curiosos mientras Julia posa para las fotos entre los laberintos, bajo el magnolio, al lado de las fuentes... «El sonido del agua me aísla y me produce una inmensa sensación de paz, me envuelve. Es como si te metieras dentro de una burbuja imaginaria, que te calma», explica. Un sonido que busca también cuando se acerca al mar: «Me gusta caminar por la playa, sobre todo a primera o última hora del día, son los momentos más bonitos. Para mí andar al aire libre, fundiéndome con la naturaleza es casi una necesidad física y espiritual».

Aunque no empezará de nuevo a escribir hasta enero, ya está dándole vueltas a dos nuevos argumentos, a pesar de que la última novela salió en marzo. Una noticia que sin duda recibirán con agrado sus lectores, que ya le preguntan impacientes por la siguiente: «Tengo un par de ideas en las que estoy trabajando mentalmente durante mis paseos. Aún no sé por cual de las dos voy a optar. Es complicado, porque a veces me pongo a pensar en una y luego paso a la otra. Pero ya tengo que tomar una decisión». Tomada la decisión y una vez que se siente, pueden pasar un par de años largos hasta que ponga el punto final, «trabajando sábados, domingos, vacaciones... Cuando me pongo a escribir hasta que no termino no paro, pero tardo bastante, porque reflexiono, busco documentación...». Y en todo ese tiempo, dice, «absolutamente nadie, ni siquiera mi editor, sabe lo que escribo. Nunca se lo digo a nadie».

El calor empieza a apretar en la que promete ser una de las mañanas más calurosas del verano y buscamos refugio en el cercano café de Oriente. Allí continúa la charla, en la que explica la importancia que para ella tiene el contacto con la naturaleza, que siente como un cordón umbilical que la une a la tierra, «al resto del mundo. Siento que soy una partícula de un todo mucho más grande. Y eso lo siento cuando piso la arena con los pies descalzos o cuando paseando por estos jardines me siento al lado de una fuente y escucho el sonido del agua. Te das cuenta de lo insignificante que eres. El contacto con la naturaleza me ayuda a hacer un viaje al interior de mí misma. Yo la naturaleza la vivo desde un punto de vista absolutamente espiritual, como de comunión con algo, con nuestras raíces».

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