Llevaban semanas advirtiendo que en diciembre cerrarían el espacio aéreo español, palabras que no sorprendieron a casi nadie. Era uno de esos desafíos habituales en la encarnizada batalla que desde hace un año libra con el Ministerio de Fomento, amenazas que en la mayor parte de las ocasiones no llegaban a materializarse (como ocurrió en Semana Santa y en las temporada de verano).
José Blanco encendió la mecha de la polémica cuando sacó a relucir sus nóminas, con el consiguiente asombro de una sociedad asediada por el desempleo y la creciente precariedad laboral. Según el ministro, cada uno de estos profesionales era retribuido con 370.000 euros al año, más de doble de la media de la UE. Concesiones económicas que se sumaban a una jornada laboral no excesivamente agotadora. El convenio colectivo firmado en 1999 recogía un máximo de 1.200 horas de trabajo (150 días al año, frente a los 220 habituales).
En febrero, con un golpe sobre la mesa negociadora en forma de Real Decreto, Blanco dinamitó ese marco de privilegios que los controladores habían conquistado a base de prolongar año tras año un convenio laboral con AENA que les permitía realizar 600 horas extraordinarias al año y embolsarse emolumentos desorbitados. De 1.750 horas de media que trabajaron en 2009 (550 más que la jornada básica), pasaron a las 1.670 (208 días al año, con un máximo de 80 horas extraordinarias) que la nueva Ley 9/2010 establece como máximo. También se les recortó el salario. El Ejecutivo se fijó el objetivo de reducir de media el sueldo de los controladores hasta 200.000 euros al año (cerca de 16.600 euros brutos al mes).
Pero ni el dinero ni el horario de trabajo eran sus principales preocupaciones. Los controladores se ensañaron contra uno de los apartados de la nueva legislación, aquel que permite a AENA configurar los planes de trabajo, hasta entonces potestad de los controladores. La asignación de «servicios exprés» para acudir al trabajo y cubrir bajas o determinadas situaciones de emergencia, sin apenas antelación, fue su nuevo frente de batalla. Fue la causa de que se superasen las horas pactadas en el convenio y el motivo por el que han decidido ausentarse de sus puestos de trabajo. Según el sindicato mayoritario (USCA), AENA obligó a algunos controladores a trabajar una media de «180, 190 y hasta 200 horas mensuales», que dividido entre los 24 y 26 días laborables al mes que afirman haber cumplido algunos de ellos, arroja una media de unas 7 y 8 horas de trabajo al día.



