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Descontrolados controladores

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Que no, controladores, que no. El Gobierno os lanzó un órdago y picasteis como pardillos. Ahora, apechugad

Día 08/12/2010 - 11.44h

ESTE artículo debió ser escrito en Estambul y remitido por correo electrónico a la redacción de ABC Comunidad Valenciana. Por culpa de los controladores tuvo que ser redactado en Valencia. El pasado sábado yo mismo me convertí, junto con mi familia, en uno más de los cientos de miles de españoles a los que los que unos descontrolados individuos decidieron dejar tirados en los aeropuertos de origen, impidiéndonos viajar a aquellos destinados elegidos para disfrutar del largo puente de la Constitución y la Purísima.

Por más que ahora surjan voces, como las del propio portavoz de los controladores, César Cabo, pidiendo perdón por una «decisión extrema y desmedida», el daño ha sido y es irreparable. Visto el espesor de su canallada; comprobado el daño inflingido a los españolitos; evaluados los riesgos de su salvaje y masiva deserción; y calculadas las responsabilidades —incluidas las pecuniarias y patrimoniales— que puedan caer sobre los organizadores del mayor motín aéreo sufrido por España… los controladores tratan de forzar explicaciones y aportar datos y cifras con los que argumentar una defensa social y política que les sirva de colchón con el que parar los palos.

Lo tienen difícil. El Gobierno ha buscado un doble objetivo: 1) Que los controladores, perdido el control tras conocer su nueva regulación, cerrasen a las bravas el espacio aéreo español. 2) Que la opinión pública les considere, todavía más, una panda de enchufados profesionales con multimillonarios sueldos, algo así como una secta mafiosa que es conveniente desinsectar y descabezar. Conseguidos ambos, con más de medio millón de cabreados ciudadanos y frustrados viajeros, el Gobierno creía tener todo a favor para propiciar un gran golpe de efecto. Decretar el estado de alarma, militarizar a los controladores, y así demostrar que no le tiembla el pulso a la hora de defender los derechos de los ciudadanos.

Eso pensará el señor Rodríguez y se creerá con derecho a relamerse de gusto, pero una vez más errará. Porque el tiempo y los argumentos servirán para poner de manifiesto que la gestión del Gobierno, perdón, de su desgobierno, no es que haya sido torpe sino torpísima, al dejar que se pudriera la posibilidad de un acuerdo con los controladores a los que se ha venido sometiendo a lo largo de todo el año a un tercer grado que no resistieron. Poco controlan, por tanto, quienes tienen un reacción tan cerril, abyecta, desvergonzada, canalla, insolidaria y cabrona, como ha sido la suya.

Que no nos venga ahora el guapito de César Cabo, portavoz de la Unión Sindical de Controladores Aéreos, a decirnos que «el Gobierno sabía que esto podía ocurrir». En ese caso los controladores debieron dirigir su furia —hija de la presión, del hartazgo y del cansancio y de cuanto más quieran añadir— contra quienes les estaban vejando y ninguneando, nunca contra unos sorprendidos ciudadanos que nada tienen que ver (salvo sufrir en sus carnes las alevosas consecuencias) con un pleito que abarca aspectos laborales, políticos, sociales y sindicales. Que no, controladores, que no. El Gobierno os lanzó un órdago y picasteis como pardillos. Ahora, apechugad con las consecuencias. Y el Gobierno que se deje de monsergas y promueva de una vez la pendiente Ley de Huelga.

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