Además de la novia y de Pippa Middleton, hubo una invitada a la boda del siglo (la de Guillermo de Inglaterra con Catalina de Cambridge) que llamó especialmente la atención entre tanto «royal» y tanta celebridad. Esa fue Beatriz de York.
La hija mayor del príncipe Andrés y Sarah Ferguson consiguió que su fotografía diera la vuelta al mundo gracias a un complicado tocado de Philip Treacy (el sombrerero de las estrellas) en forma de óvalo y lazo en tono «nude», el color de la temporada. Tan llamativo era que apenas nadie reparó en su nueva y estilizada figura que vestía con un abrigo de Valentino.
El tocado en cuestión dio lugar a múltiples bromas e interpretaciones en internet y al parecer, la princesa optó por contratar a una estilista para no escuchar nunca más críticas sobre su vestuario. La elegida es Charlie Anderson, ex directora de moda de la revista Tatler y la responsable de los mejores looks de la actriz Emma Watson, y ha trabajado también para Anne Hathaway, Nicole Richie y Katie Holmes.
Los primeros resultados no han tardado en ser evidentes, como el vestido granate de Roland Mouret y los zapatos en tono nude que llevó al Chelsea Flower Show, celebrado en mayo. Beatriz estaba sencillamente fantástica.
Otra prueba de fuego: la gala anual celebrada la semana pasada White Tie and Tiara en la que Beatriz deslumbró con un vestido envolvente en rosa maquillaje firmado por Elie Saab.
Los honorarios de Anderson son ahora el motivo de nuevas críticas. La estilista cobra 1.674 euros al día.
Que Beatriz buscaba una nueva imagen lo dejó claro en la víspera de la boda de su primo Guillermo, cuando sorprendió con un sofisticado vestido de Marchesa en blanco y «paillettes» plateadas.
El cambio de look está claro y Beatriz ha pasado de las listas de las peor vestidas (hasta ahora no había encontrado un estilo tan favorecedor) a las de las más estilosas. Pero, ¿vale tanto un cambio de imagen?





