PERBES (LA CORUÑA)
D «Si Dios quiere, mi última morada será en Perbes, al lado de mi queridísima mujer, que está allí...». El 15 de enero de 2006, Manuel Fraga Iribarne expresaba públicamente su deseo de recibir sepultura en este pequeño núcleo de La Coruña. Conmovido por los aplausos y vítores, tras beber un poco de agua, añadía: «...sí, es mi deseo, para que lo que quede de mí siga siempre en Galicia, siga siempre con vosotros». Los vecinos de esta parroquia, enclavada en el término municipal de Miño, rememoraban este lunes lo que ellos llaman «su» testamento vital. «La elección no fue baladí, dijo esto cuando quiso, siempre elegía el momento», contó a ABC María del Valle, esposa de un ex alcalde de Burela, íntimo del político fallecido. «Nosotros ahora residimos en esta localidad costera, y hemos compartido con él tantísimas cosas, tenemos álbumes enteros de fotografías... Y esas partidas de dominó, como le gustaban. Cuando nos veíamos en la provincia de Lugo, solía ir hasta A
Marosa... Es un hombre irrepetible, nosotros estamos muy apenados... Es increíble recordar ahora todo lo sucedido en aquel congreso del PP en 2006, cuando cedió el testigo a una dirección renovada, y dejó caer cómo quería que fuese su despedida. Aquí solo se habla de eso hoy».
Efectivamente, en ese cónclave, el ex presidente de la Xunta exhibía un concluyente ejercicio de autocrítica, «una necesidad perentoria para él», indicaron personas de su círculo a este periódico: «No he sido capaz de más, pero se intentó. Humildemente os pido a todos que olvidéis mis errores, que todos los tenemos. Uno no puede seguir, yo ya tengo 83 años, otro puede hacerlo mejor», remarcó.
El cementerio que hoy recibirá sus restos es minúsculo. Allí reposa su mujer, Carmen Estévez Eguiagaray, fallecida el 23 de febrero de 1996. Primero, sobrellevó las secuelas de un grave accidente de tráfico, luego los médicos le diagnosticaron la enfermedad que acabó con su vida. Antes de morir, rogó a su familia que la ceremonia fúnebre se celebrase en la más estricta intimidad, al igual que su marido. «Los dos con el mismo deseo, ella siempre se había mantenido al margen de la curiosidad pública», comenta a este diario Manuel, otro de los residentes de esta localidad. En el camposanto estaba ayer Darío Pérez Barreiro, que quiso recordar al desaparecido: «Era muy campechano, muy amable, aquí se le quería muchísimo. Estaba en su chalé, y cuando bajaba a la playa saludaba a toda la gente con un apretón de manos, “Hola, ¿cómo está?”, decía, era incansable».
El refugio se ha convertido con su muerte, en un hervidero de curiosos. La residencia está pintada de un blanco impoluto y rodeada de un extenso terreno ajardinado. El portal es azul. Ventanales, galerías... Al lado, el restaurante Savi, otro escenario de las «partidas», un mesón, golf, y un párking leira(terreno baldío) que cobra dos euros. La decoración de la casa es tradicional, estilo clásico.
«Disfrutar de mis orígenes»
En las paredes, astados, cornamentas, dos lienzos dedicados a sus padres, de origen gallego y vasco-francés, al igual que sus suegros. El pintor y escultor Modesto Trigo (Lugo, 1960) lo retrató «en este hogar que me permite disfrutar de mis orígenes gallegos». Son palabras del propio Fraga. En el cuadro, el presidente honorífico del Partido Popular posa con un ejemplar de ABC sobre la mesa. Y con traje. Un atuendo del que se desprendía cada verano, para sustituirlo por polos y ropa informal.
En este pacífico rincón hecho a su medida, escribió muchos de sus libros, y se dejó fotografiar en el salón, vestido con el número «1» impreso en la camiseta del SuperDépor. Solo vio quebrada la paz con un atentado el 27 de mayo de 1998. Hubo que reconstruirlo, y se añadieron medidas de seguridad antes inexistentes. «Nos insufló vida», aclararon ayer a ABC.



