DÍA DE LOS ABUELOS

Nietos que adoptan abuelos: «Siento que su felicidad depende de mí y se ha convertido en familia»

Una voluntaria y psicóloga del programa «Adopta un abuelo» cuentan cómo los mayores se sienten acompañados y queridos gracias a este voluntariado intergeneracional

Se escucha con frecuencia que los abuelos deberían ser eternos. Por su sabiduría y paciencia, su disponibilidad y apoyo incondicional, y su cariño infinito (entre otras virtudes). El vacío que dejan cuando se marchan de nuestras vidas es irremplazable, o eso pensaba Ana María Muñoz hasta que conoció el programa «Adopta un abuelo» y se hizo voluntaria. Ahora Pedro, su abuelo adoptivo, le ha devuelto el cariño que un día sintió de la mano de los padres de sus padres y él se siente cuidado y querido, alejándose de la soledad.

En España, la soledad -voluntaria o no- aumenta y la falta de cariño entre los mayores se está convirtiendo en un problema, aunque invisible. El proyecto «Adopta un abuelo» pretende hacer que los mayores «se sientan escuchados, acompañados y queridos» mediante un voluntariado de compañía intergeneracional. «Pedro me cuenta sus historias de juventud y me da consejos mientras yo le he enseñado a utilizar las nuevas tecnologías», cuenta Muñoz que ha estado dos años compartiendo su tiempo con su abuelo adoptivo en la residencia Orpea Córdoba Centro.

«Durante el proceso de envejecimiento se sufren cambios importantes en las funciones intelectuales y en la personalidad. El sentimiento de soledad se acentúa, y como consecuencia aumenta nuestra necesidad de sentirnos acompañados y amados. Esto afecta directamente a la calidad de vida, genera sentimientos negativos de tristeza, de ansiedad, físicamente se muestran apáticos, imóviles, a veces lloran y a veces simplemente se abandonan a ellos mismos», explica la psicóloga en la residencia Orpea Córdoba Sierra María del Mar Aranda. Ella es también responsable del programa «Adopta» en su centro.

Según esta profesional, «durante sus visitas, los voluntarios minimizan este sentimiento negativo transformándolo en un afecto positivo. Esta nueva amistad hace sentir al residente como alguien más valioso y útil, en definitiva, más querido». Y así lo constata Muñoz con su experiencia. Pedro tiene 75 años y no puede andar, incluso empieza a mostrar deterioro cognitivo «porque repite las cosas». No tiene nietos ni ha tenido pareja, solamente una hermana, por eso al principio del programa era reticente: «no sabía lo que era tener nietos», deduce la voluntaria.

Ana, su hermana y Pedro se hicieron un "selfie" en uno de sus encuentros

«Siento que su felicidad, a veces, depende de mí, se ha convertido en familia y no puedo faltar a mi visita. Aunque tenga un mal día voy a verlo y se me pasa todo con sus anécdotas y su sonrisa. Sonríe poco pero cuando lo hace es muy gratificante», relata la joven. Ella llegó a este programa un tiempo después de perder a sus abuelos y se apuntó con su hermana. «Los voluntarios siempre vamos de dos en dos por si uno falla así que nos comprometimos juntas», añade.

«Empezamos nerviosas y el primer encuentro fue muy seco. No conectamos nada y me fui a casa llorando, desilusionada», recuerda Ana María Muñoz, que no podía evitar acordarse de sus abuelos. Pero con el tiempo comprendió que ese nuevo abuelo no podía quererla desde el primer día, sino que debían ganarse su confianza.

Según Aranda, «cada visita se debe adaptar siempre a las necesidades de ambas partes y tener en cuenta el carácter del residente. No por permanecer horas en su compañía se le está ofreciendo siempre un tiempo de calidad. A veces son preferibles visitas cortas pero alegres. Como se trata de agradar al que visitamos, se intentarán realizar actividades que le gusten a él o a ella». Por eso, las hermanas Muñoz jugaban al dominó, a las cartas... «él nos guardaba los sobres de café que le daban porque sabía que nos gustaba... pequeños regalos que nos convirtieron en abuelo y nietas», dice la voluntaria.

En los dos centros Orpea de Córdoba han participado durante el último año en el programa «Adopta un abuelo» unos 13 mayores acompañados por sus 26 voluntarios. Para asignar a los acompañantes se realizan unas entrevistas y la persona mayor, por su parte, puede decidir si quiere la compañía del joven que le ha tocado e incluso si quieren continuar en el programa. Con frecuencia ocurre que los vínculos perduran en el tiempo.

«Nuestros mayores son los sabios pilares de nuestra población y que aún contando con sus despistes y fallos de memoria, se les debe dar siempre el trato de respeto y cariño que merecen», apunta Aranda, y Muñoz se pregunta: «ellos nos lo han dado todo, ¿por qué no devolvérselo nosotros?»

Comentarios