¿Cuál es la experiencia de una persona ciega cuando se sienta a la mesa?
¿Qué hay en el mantel? ¿dónde está mi plato? ¿estoy vertiendo líquido dentro o fuera de la copa? Son muchas preguntas las que surgen cuando no se puede ver nada y el momento de sentarse a la mesa es especialmente crítico. La ONCE ha querido que un grupo de periodistas experimenten un desayuno a ciegas para mostrar las dificultades de las personas con discapacidad visual y subrayar la importancia de que los profesionales estén formados para asistirles en estas situaciones.
La cita se ha organizado en Bodegas Campos, donde uno de los técnicos de la ONCE, Francisco Laguna, ha comenzado dando unos consejos básicos relacionados con la forma de ubicar los objetos y a uno mismo en el espacio. «Hay que hacer un gesto de rastreo con los dedos semiflexionados hacia dentro, siempre sobre la superficie» para detectar dónde se encuentra el plato, la taza o el cuchillo, apuntó, «y utilizar las dos manos para tomar referencia de las distancias».

A la vez, con antifaces, los comensales han ido palpando los manteles hasta llegar a su plato y ubicar su zona para desayunar. Después llegó el café y la sensación de poner azúcar sin saber muy bien si está dentro o fuera de la taza o mover la cuchara sin constatar el líquido que había dentro de la taza. «Siempre sacando el dedo índice para detectar bordes y distancias», aconsejaba Laguna. Y así continuó el desayuno, eligiendo a tiento las tostadas y sabiendo la cantidad de zumo de la copa por su peso.
Saborear y relacionarse sin ver. Una experiencia que agudiza el oído y también el gusto. Lo ha constatado Laguna afirmando que «la vista es el sentido más egoísta», porque una vez que vemos, no tocamos o no escuchamos. Por eso al no ver, toda nuestra atención se deriva al resto de percepciones. Los tamaños son «adivinados» con los dedos y los gestos como echar el aceite en una tostada se convierten en una misión delicada si queremos evitar manchar el mantel o la ropa.

La dinámica ha puesto también de manifiesto la necesidad de que los profesionales de hostelería estén formados en el tratamiento y técnicas para atender a personas con discapacidad visual. «Es importante que nos indique cómo se colocan los alimentos, guiándonos por los números del reloj, y saber qué es lo que vamos a comer. Todo es importante para ubicarnos y socialmente te sientes mucho más integrado si dispones de esa información» ha apunado la directora de la ONCE en Córdoba, Carmen Aguilera.
«Queda camino por recorrer» es la reflexión de Aguilera, pero un paso significativo es la concienciación. Las cartas de restaurantes en braille, las etiquetas también, los avisos adecuados a los comensales y sobre todo la paciencia. Porque una persona invidente no percibe el espacio de la misma forma y su confianza en la relación con el entorno es menor, por lo que sus movimientos requieren de la captación de información de diversas fuentes para componer en su cabeza lo que otro percibe de un vistazo.
La semana de la ONCE tiene esta función: conocer a la entidad que trabaja por hacer el mundo accesible a los que tienen discapacidad visual y saber que en esa tarea debe participar toda la sociedad.