‘¿Somos racistas?’, el antropólogo David Lagunas analiza la cuestión en un artículo científico

Profesor de la Universidad de Sevilla, comprometido con temas sociales, no recibe salario por colaborar con 'The Conversation', una fuente de noticias y análisis de 'papers' escritos por la comunidad académica e investigadora y dirigida directamente a la sociedad interesada en estas cuestiones

'¿Somos racistas? Los 'odiosos' odiosos gitanos rumanos' es el provocador título de un 'paper' -artículo científico- del antropólogo David Lagunas (profesor de la Universidad de Sevilla) en el que aborda desde el la ciencia antropológica las causas de los estereotipos xenófobos que azotan a los gitanos, también a los gitanos europeos; "un colectivo ya marcado y condenado por el estigma a una zona de sombras", indica el autor en el artículo publicado por The Conversation, un portal noticias y análisis de realizados por la comunidad académica e investigadora y dirigidos directamente a la sociedad interesada en estas cuestiones.

"Sobre este colectivo se proyectan ansiedades propias de un nuevo 'lombrosismo' (Cesare Lombroso, criminólogo del siglo XIX, asociaba la criminalidad a ciertos rasgos físicos) que les atribuye una delincuencia innata (síndrome de la criminalidad) y los imagina como una plaga de invasores (síndrome de la invasión)", se lee en el artículo de Lagunas, científico social teórico experto tanto en teorías de uno de los 'padres' de la Antropología como es Lévi-Strauss como en relacionar las 'rave' con los rituales católicos.

Los gitanos representan una población sobre la cual ha sido aceptable pensar y actuar de manera racista; incluso gente que se considera no racista dice que con los gitanos lo es.

¿Cómo cambiar estereotipos?

¿Cómo cambiar las actitudes y los valores dominantes sobre un colectivo que es considerado como “criminal”? Decía Laura Nader que “todo lo que se diga de los pobres puede ser utilizado en su contra”. Pero ello no es un obstáculo.

En el caso de España, las actividades económicas de los rumanos en las grandes ciudades comprenden el empleo precario en la construcción, la recogida de chatarra, la compra-venta de coches, la limosna, los servicios como el cuidado de personas, el trabajo doméstico, la hostelería, la limpieza urbana, el transporte o mudanzas y los empleos a menudo arduos y mal pagados.

Solo en escasas ocasiones se puede hablar de una inserción laboral regular y estable, y gran parte de los migrantes rumanos dependen de actividades que pueden adscribirse a las propias de una economía informal.

La escasez de vivienda social y los altos precios del alquiler en España han sido un obstáculo para el anclaje de estos colectivos. Disponer de una vivienda normalizada y estar empadronados otorga derechos como la escolarización de los niños y el acceso a los servicios municipales.

Si en las grandes ciudades predominan las ocupaciones ya mencionadas, en las pequeñas localidades que se encuentran en zonas dinámicas, por ejemplo, la agricultura y el cultivo de invernaderos en Andalucía, se recluta y explota a muchos trabajadores precarios.

Importancia de las oenegés

Además de los recursos económicos de la condición de pobreza, es imprescindible tener en cuenta otros criterios como el alojamiento, las relaciones sociales y las redes. Por ejemplo, el capital social, la red de conocimiento y de sociabilidad que se teje entre la familia, los conocidos, los vecinos, los compañeros de trabajo, el trabajador social o el voluntario de una ONG favorecen la integración social y económica de los migrantes romá.

Ellos resisten y emplean estrategias para aprovechar las oportunidades, lo cual desmiente la imagen negativa y de pasividad que suele atribuirse en general a las personas excluidas y en situación de vulnerabilidad social. Los romá, al igual que otros pobres urbanos y muchos inmigrantes, son a menudo culpados por parte de los residentes de los problemas del crimen y la inseguridad, lo que Teresa Caldeira llama “el discurso del crimen”.

Este prejuicio se asocia a la injusta atribución a los gitanos rumanos de una propensión innata al hurto y al robo, cuando en realidad estas prácticas representan el último recurso ante situaciones desesperadas, al igual que ocurre con otras personas vulnerables en nuestra sociedad.

Las situaciones de pobreza que padecen los gitanos rumanos no son innatas y derivan a menudo de los efectos directos producidos por las políticas públicas que les mantienen en situaciones de precariedad.

En el estudio se demuestra el escaso o nulo apoyo que reciben de la acción pública del Estado español. Ello cuestiona el prejuicio popular de que los gitanos rumanos se “aprovechan” más de las ayudas sociales que otros colectivos.

Como en todo, se requiere tiempo

Socializar e integrarse en la sociedad implica, ante todo, conocer y respetar los códigos y las normas sociales vigentes, dominar el lenguaje y la cultura e insertarse en un entorno favorable. Cuando miembros de alguna minoría de los romá entrevistados no cumplen las normas saben que corren el riesgo de excluirse de los dispositivos de inserción.

El proceso de inserción de los gitanos rumanos requiere tiempo –a menudo varios años– y es un proceso gradual. Y es muy difícil iniciar el camino de la inserción cuando tu situación residencial o tu condición socioeconómica es precaria e inestable.

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