El Teléfono de la Esperanza no se apaga por vacaciones: la soledad y la búsqueda de consuelo se incrementan en verano

Voluntarios de la entidad explican que tanto el calor como los días largos y desconectar de la rutina afectan a los usuarios que se desahogan en este número

Pensamos que la desconexión de la rutina, el tiempo de descanso o de planes escogidos para el período vacacional es siempre sinónimo de bienestar. Y sin embargo el verano es uno de los momentos en que se intensifica la soledad y más personas buscan consuelo. Así lo apuntan voluntarios del Teléfono de la Esperanza, una oenegé que se dedica a escuchar llamadas que buscan ayuda.

«En cuanto se frenan los hábitos cotidianos, surgen los pensamientos negativos, y se empieza a darle vueltas al malestar. Pasa en verano y también en Navidad. En este caso el calor es muy malo y los días tan largos también» comenta la delegada de la entidad en Córdoba, Josefina Santos, que es también voluntaria.

En este sentido coincide otra voluntaria, María Crespo, que detalla además que «en fines de semana y durante las noches es cuando más veces suena el teléfono», aunque esta es una circunstancia que se mantiene durante todo el año.

En estas llamadas, los voluntarios, también denominados orientadores, descuelgan con la misión de transmitir al otro lado que les escuchan, que pueden depositar su confianza en ellos. No son una especie de consejeros ni de jueces o solucionadores, simplemente oídos y consuelo para el que llama.

«Lo único que hacemos es escuchar a la gente y la gente se siente agradecida solo con eso. Te da las gracias por estar al otro lado, y a mí me causa gran satisfacción pero pienso que en realidad no he hecho nada». Sin embargo le están prestando algo tan valioso en la actualidad como tiempo y atención, «porque hoy en día no se escucha», comenta la voluntaria.

«Después de decir "Teléfono de la Esperanza, dígame", hay quien te pide que le digas qué debe hacer, que le ayudes a tomar una decisión, pero esa no puede ser nuestra respuesta. Por supuesto hay quien solamente quiere una oreja y no para en los quince minutos que está al otro lado», relata Crespo, que entró a formar parte de la entidad en 2011.

Mientras escuchan de forma activa, una habilidad para la que se forman estos orientadores, van tomando notas e interrumpiendo para demostrar que están atentos. La media de estas conversaciones está entre los 10 y 15 minutos, aunque hay otras que requieren más tiempo y delicadeza. «Lo mismo te llama una persona que se siente sola que en otra llamada te dicen que se han tomado un bote de pastillas porque quieren morirse. Y en estos casos les proponemos ayuda y si aceptan tenemos que avisar al 112», detalla Crespo.

Según los datos del último año recogidos por la entidad, las cinco problemáticas que tratan más a menudo son la soledad en primer lugar, seguida por depresión, ansiedad y crisis de proyecto de vital, que es donde entran las crisis suicidas, comenta Santos. Además destaca el perfil joven entre los usuarios de esta línea ya que el 50 por ciento tiene entre 45 y 65 años.

A Crespo lo que más le impacta de sus turnos como voluntaria son las numerosas llamadas que recibe de gente joven. «Estudiantes que llaman y te cuentan que sus padres los mandan a Londres para aprender inglés, que lo tienen todo pero se sienten solos. Simplemente reclaman que sus padres les dediquen un poco de tiempo. Los padres lo deciden pensando que es lo mejor y sin embargo ellos necesitan que les escuchen y les atiendan». 

Estos relatos que hacen sonar el Teléfono de la Esperanza cada día se quedan entre las cuatro paredes de su sede. «Cuando salgo por esa puerta me dejo todo lo que me han contado aquí, si no, no podría volver a coger el teléfono», dice Crespo.

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