La vuelta a la vida de estudiantes para lograr el sueño de la independencia
Manolo, Jose y Fabián hicieron ayer sus maletas para volver al piso que comparten en Ciudad Jardín con Ana. Una escena que se repite en los hogares de miles de estudiantes que vuelven tras las vacaciones de Navidad. Pero en este piso, hay algo diferente: Manolo, Jose y Fabián son jóvenes con síndrome de Down que con la experiencia de la vivienda compartida van a lograr su sueño de ser independientes.
Dos habitaciones, un amplio salón, baños, cocina completamente equipada y una terraza son los espacios de convivencia en los que los cuatro, que ya son amigos, estrechan su relación y asumen responsabilidades. Ana Díaz, de 25 años es voluntaria de la Asociación Down Córdoba pero su papel en este proyecto es el de compañera. «Soy una más, únicamente presto apoyo cuando lo necesitan. A la hora de cocinar o hacer la compra, por ejemplo. Pero yo no les puedo obligar a nada», explica para entender de qué forma se gestiona esta convivencia.
El proyecto de Viviendas Compartidas se ha desarrollado por la asociación desde hace unos nueve años pero cuentan con un piso para poner a prueba a los chicos desde hace cuatro. Participan jóvenes de entre 20 o 25 años que deciden vivir la experiencia. Y en grupos de tres empiezan un período formativo que pasa por diferentes fases hasta que llegan a la convivencia de fines de semana en el piso y finalmente a la estancia de nueve meses, de forma continua. Entrando el domingo por la noche y saliendo el viernes por la tarde con el fin de semana por delante, como hacen los estudiantes.
«Llegan muy contentos e ilusionados porque vienen a aprender y ser independientes que es con lo que sueñan. Todos tenemos el refugio de nuestros padres pero ellos al tener discapacidad se sienten más protegidos aún. Entonces experimentan la "liberación" de los padres, sienten que van a vivir con los amigos, que podrán salir cuando les apetezca, en un grupo de iguales, y eso les emociona», explica Ana. Para las situaciones en que hay que intervenir, cuentan con el apoyo de un adulto que vive cerca del inmueble y que participa únicamente si Ana le requiere. Pero son contadas ocasiones porque después de la formación, la disciplina y las responsabilidades están más o menos aprendidas.
Manolo, de 24 años, cuenta lo mejor de esta experiencia. «Me lo paso muy bien cuando salimos de tapas por el barrio», relata. Ha estado realizado unas prácticas en Proacsa y en unos días comenzará en la Diputación. Jose, de 23 años, coincide con él en lo bien que lo pasan cuando sale juntos. Revela que lo que menos le gusta es fregar los platos o hacer la comida, justo la tarea que mejor se le da a Fabián, de 23 años, «el cocinillas» del grupo. Salen a comprar y se quedan de cañas, pero también ordenan y limpian sus cuartos.
Fabián revela el plan de los tres: «queremos irnos a vivir los tres solos», y ya piensan en qué barrio o cómo conseguir un inmueble. Este es el deseo de muchos chicos que forman parte de la asociación Down Córdoba y que a través de este proyecto de Viviendas Compartidas, consiguen la inclusión total y la independencia.
Mientras eso ocurre, hoy retoman la convivencia tras unos días de vacaciones. «Nos sentamos, nos contamos, elegimos qué hacer de comer, miramos unos por otros pero sin estar encima», dice Ana. «Ya somos como una familia».
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