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REPORTAJE

Dolor y lágrimas en las Esclavas de Córdoba por la muerte de Álvaro Prieto

Compañeros, amigos y familiares acuden a rezar al colegio en el que estudió el juvenil del Córdoba CF

Álvaro Prieto: cronología de 100 horas de desesperante búsqueda

Compañeros y amigos de Prieto, en la entrada a la iglesia de las Esclavas, este lunes VALERIO MERINO
Rafael Aguilar

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Compañeros y amigos se funden en una melé rocosa en la puerta de la iglesia de las Esclavas del Sagrado Corazón de Córdoba, en la céntrica plaza de San Juan. Son las siete de la tarde de un lunes en el que, poco después del mediodía, se ha conocido el desenlace fatal de la desaparición de Álvaro Prieto.

La convocatoria a una oración por la memoria del joven de Córdoba cuyo cuerpo ha aparecido entre dos vagones junto a la estación de Santa Justa de Sevilla ha corrido como la pólvora por las redes sociales y por los mensajes y los estados de 'WhatsApp'.

Duelo

 

En el interior del templo sólo hay silencio, respeto, duelo. La iglesia de las Esclavas, el colegio en el que estudió el juvenil del Córdoba CF malogrado, fue el pasado sábado, cuando se cumplían dos días sin tener noticias de él, el lugar en el que se concentraron sus parientes y amigos, más de trescientos, para elevar una plegaria por el regreso de Álvaro. Entonces había cierta esperanza -poca, pero alguna había- en que la situación se resolviera de un modo feliz.

Pero este lunes nada puede con la fuerza de las lágrimas, de la resignación.

Unas pocas luces tenues favorecen el recogimiento en la capilla de las Esclavas, que no está llena desde el primer momento como el sábado, sino con huecos que poco a poco se van cubriendo. Hay veinteañeros pero también adultos, abatidos todos. Callados. Ensimismados. Algunos no levantan la vista del suelo mientras oran en los bancos. Otros clavan la mirada al fondo de altar, como si buscaran una respuesta a lo que no la tiene.

«Que barbaridad, qué pena»

«Míralos, todos juntos rezando abrazados en la puerta de la iglesia del colegio en el que estuvieron juntos desde los tres años. Qué barbaridad. Qué pena», comenta una mujer desde la acera contraria a la del acceso principal al templo.

Los amigos salen y entran de la iglesia apesadumbrados, sin creerse del todo lo que ha sucedido. Un joven con la lesión en un pie y que anda con el auxilio de una muleta se abraza con una chica y lloran juntos. Otro chaval se aparta del grupo y se mete en un callejón de los que llevan a la calle Blanco Belmonte para llorar en soledad, a su aire.

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