HISTORIA
Venturas y desventuras de la Madrugada
Hace quince años, Jesús Nazareno salió por última vez en esta jornada donde también había estado la Merced

«La madrugada del Jueves al Viernes Santo tiene ya tradición devocional en Córdoba. Es en ella cuando culmina la solemnidad de nuestra Semana Santa con la presencia del maravilloso grupo escultórico de la Virgen de las Angustias y las bellísimas imágenes del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires». Con estas palabras se abría un artículo firmado por R.G. (seguramente Rafael Gago) y aparecido en la prensa local el 29 de marzo de 1959. Para los más viejos del lugar, en efecto, el concepto de «madrugada de Viernes Santo» (escrito con minúscula y pronunciado sin aféresis artificial) se asociaba fundamentalmente a la Virgen de las Angustias, cuando la lluvia de saetas que le caían al regreso a San Agustín alcanzaba muchas veces la llegada del amanecer. De hecho, años posteriores hubo, y no fueron pocos, en que las Angustias, aun figurando oficialmente como cofradía del Jueves Santo, saldría de su templo, ya San Pablo, pasada la medianoche de Nisán.
La madrugada era al principio la entrada de las Angustias entre saetas
En 1944 se incorporó a la Semana Santa la hermandad de la Buena Muerte, con un concepto diferenciado, lo que no impidió que la cofradía de San Hipólito pusiera varios años su cruz de guía en la calle poco después las nueve de la noche del Jueves Santo, aunque su entrada en carrera oficial fuera ya después de las doce: su cruz de guía llegaba a Claudio Marcelo apenas diez minutos después del paso de las Angustias, prácticamente sin solución de continuidad. De lo cual se concluye que el concepto rígido y diferenciado de «Madrugada» (escrito con mayúscula y pronunciado con aféresis, es decir, «Madrugá»), hoy predominante en muchos cofrades, es un concepto reciente, pues no cuenta entre nosotros con más de cuarenta años.
En Córdoba, por tanto, ha habido «madrugada» desde hace muchas décadas. En cambio, en la «Madrugá» oficial y diferenciada la Buena Muerte ha estado casi siempre sola, y su historia siguió: la hermandad de congregantes sólo recuperó la medianoche como hora de salida en 1979. En 1983 un joven cofrade llamado Miguel de Santiago Losada, hoy paladín de la expropiación de la Catedral, preparó un proyecto de carrera oficial con todas las cofradías por el primer templo; dicho proyecto hablaba ya de una segunda puerta y proponía una remodelación de los días de salida, según la cual la Madrugada quedaría configurada por la Buena Muerte, el Remedio de Ánimas, la Esperanza y la Misericordia.
En 1987 la hermandad de Jesús Nazareno se sumó tras la Buena Muerte a la carrera oficial en la madrugada. Se trataba de ir recuperando la historia, que por esos años sacaba a la luz Juan Aranda Doncel y que acabaría plasmada en el libro publicado en 1990. Este mismo año, coincidiendo con el III centenario de la muerte del hoy Beato Cristóbal de Santa Catalina, la cofradía del antiguo hospital accedió por primera vez a la Catedral.
Polémica en 1992
En 1992, por primera vez, habría tres cofradías en la madrugada y las tres pasarían por la Catedral. Pero no fue así: el desacuerdo con los horarios y los itinerarios, la obligación de cumplir la carrera oficial en su integridad y sin cambios de sentido supuso que la hermandad del Nazareno acordara no salir en señal de protesta. Fue la culminación de una agitada Cuaresma con profusión de agrios debates sobre el tema en prensa, radio y sobre todo en las barras de las entonces incipientes tabernas cofrades. Una intromisión ajena, que no dio la cara pero tenía nombre, apellidos y marca comercial, convirtió a la cofradía del Nazareno en un triste juguete de una guerra particular contra la Agrupación que sólo sellaría la paz en 1994.
Por su parte, la Merced, en su primera comparecencia en la Madrugada, tampoco estaba satisfecha con el trato recibido y los dos pasos cubrieron la carrera oficial con las bandas tocando sólo granadera. Lo curioso del caso es que un año después, sin modificarse sustancialmente las condiciones, ambas corporaciones cumplieron sin mayor problema el horario y el itinerario que se les adjudicó y no hubo plantes ni granaderas. Tanto la Merced como Jesús Nazareno pidieron siempre hacer carrera oficial sólo a Las Tendillas, para seguir a la Catedral por Jesús y María, como había hecho la segunda algunos años. Siempre se les negó y se les obligó a pasar por Cruz Conde, lo que les hacía pasar más horas en la calle.
Problemas
Pero los problemas no terminaban. Las nuevas hermandades de la Madrugada, sobre todo la Merced, exigían el mismo trato que las del resto de las jornadas: por ejemplo, sillas en carrera oficial. Hasta entonces se retiraban al terminar la última del Jueves. El público que viera a las demás en carrera oficial tenía que permanecer de pie. En 1995, por primera vez, hubo sillas -sólo dos filas- a disposición del público en la jornada nocturna y con tarifa muy reducida. Hubo sillas, pero no público, ya que ni cien personas hicieron uso de ellas.
Pasaron los años y no las dificultades. Tanto la Merced como Jesús Nazareno veían que sus filas de nazarenos menguaban de forma considerable, al tiempo que en las calles no se notaba en absoluto un incremento significativo de público espectador: las aglomeraciones que se formaban durante el Jueves Santo desaparecían, como por ensalmo, al salir de carrera oficial la Virgen de las Angustias. El efecto llamada que se pretendía al poner en la calle tres cofradías, una de ellas con paso de misterio y dos bandas, no se había producido, y cada Jueves Santo coches llenos de cofrades seguían saliendo por la Torrecilla.
Había menos nazarenos y el público en las calles no aumentaba
Quizá las dos cofradías no habían caído en la cuenta de que la inmensa mayoría de los nazarenos eran y son niños, apenas adolescentes, incapaces de soportar una procesión que podía superar las diez horas en una noche sin sueño; la cofradía del Nazareno, además, pasó una gravísima crisis de costaleros, que la llevó a reponer un año las ruedas en su paso de palio.
Y empezó la marcha atrás: en 1997 la Merced, después de tan sólo seis años en la Madrugada, acordaba regresar a la luz de la tarde del Lunes Santo para el año siguiente. Y en 2000, hace ahora quince años, hacía lo propio la del Nazareno, que -al haber crecido mientras tanto el Martes Santo del que procedía- halló acomodo en la tarde sacramental del Jueves Santo. El experimento había durado década y media. Indiferente a modismos y experimentos, la Buena Muerte se mantendría, sin complejos, como Reina del Silencio en una noche reservada a los más fieles.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete