Fernando Pérez-Borbujo: «Este virus nos recuerda que no somos infalibles»

¿La pandemia abre una nueva era en la humanidad?

No lo sé. Quizás nos recuerda que no somos infalibles . Que no vivimos en una campana de cristal. Este virus nos recuerda viejas verdades.

O sea, nos recuerda los límites del ser humano.

Totalmente. Y nuestra fragilidad. La sociedad occidental se ha acostumbrado a vivir con unos estándares de bienestar que ya cualquier cosa le parece un drama.

Y nos recuerda que los cuerpos son vitales para que funcione el sistema económico.

Ahí tengo una percepción ambivalente. En nuestra Universidad , por ejemplo, hacemos docencia «online» y tenemos mucho material subido a la red. Gente que no usaba herramientas digitales ahora se ha lanzado a las videoconferencias y a teletrabajar. Esto era impensable. También es cierto que se paralizan las ciudades y da sensación de vacío. Los servicios van a sufrir un golpe fuerte pero la gente se reinventa. El ser humano se adapta a sus circunstancias.

Seducido por los enigmas del universo y la astrofísica , la casualidad quiso que en el primer trimestre de su estreno universitario en Sevilla se sentara en las clases de Filosofía . Y allí se quedó. Una vez terminada la carrera, Fernando Pérez-Borbujo (Córdoba, 1969) consiguió una beca doctoral y se instaló en Barcelona bajo el aliento magistral de Eugenio Trías . Hizo la tesis sobre Schelling y durante cuatro años pulió su formación en Tubinga, Múnich y Berlín. Es experto en filosofía alemana y española de los siglos XIX y XX, pero también se ha sumergido en el debate siempre abierto de las relaciones entre ética y periodismo . Lo cual, dicho sea de paso, nos obliga a caminar con pies de plomo.

Una de sus líneas de investigación es la «fenomenología de la angustia». ¿Pensaba en el confinamiento?

La angustia ha tenido siempre connotaciones negativas para nosotros. Desesperación, malestar psíquico , incapacidad para enfrentarse a la realidad. Descubrí que hay mucha angustia. En el momento mismo del nacimiento, la angustia del despertar sexual o la angustia de la libertad . Siempre ha sido un fenómeno psicológico de alerta para afrontar una nueva experiencia de vida. Pero la angustia también tiene una connotación positiva. Nos prepara para afrontar los cambios. Por eso, hay que angustiarse correctamente.

Y en la posmodernidad, ¿nos angustiamos correctamente?

La posmodernidad es un fenómeno muy complejo. De fondo, hay un diagnóstico equivocado. Se pensaba que los totalitarismos en el período de la Segunda Guerra Mundial eran fruto de la ideología dominante o del capitalismo salvaje. Entonces, se buscó la pluralidad de ideología y el multiculturalismo. Pero no fueron los contenidos fuertes morales los que nos llevaron a los totalitarismos sino las corrientes nihilistas que despojaron a las clases dirigentes de argumentación y dejaron a las fuerzas más terribles que camparan por sus fueros. Ahora empieza a rectificarse. A darse cuenta de que hay que volver al valor y la verdad, porque, si no, no hay dirección ética posible.

¿Los totalitarismos son una amenaza despejada ya del futuro de la humanidad?

Si seguimos con este discurso posmoderno creo que no. Los populismos están favorecidos por esta especie de corrupción de las clases políticas y por la sensación de que no hay ningún valor al que agarrarse. Si la manipulación es total, y los medios no son un contrapoder crítico , veremos el alzamiento del populismo, el nacionalismo y la desconfianza en el otro. O vamos a una democracia más firmemente asentada o a discursos retrógrados de vuelta atrás. Y eso sería perjudicial para todos.

¿Qué hay que aprender de forma inexcusable de esta catástrofe?

Quiero creer que todos sacaremos enseñanzas. La crisis económica nos enseñó a algunos a reinventarnos. Esta se puede olvidar cuando aparezcan las vacunas . Sería un error. Una de las enseñanzas es que cuando montamos el sistema sanitario , con la crisis lo desmantelamos. Y no puede ser si queremos tener un sistema de protección social. Alemania tenía 28.000 camas de UCI y nosotros ni material para cubrirnos.

El poeta Raúl Alonso dice que la pandemia es una metáfora de la incomunicación. Para usted, ¿de qué es metáfora?

Yo no magnificaría la pandemia. Esto es un virus . Y van a venir otros. Estamos dramatizando cosas que antes eran normales. Lo anormal era vivir sin ser afectados por un virus. Nos habíamos olvidado, pero el hombre tiene capacidad para afrontar esto y otras muchas cosas.

Sartre sostuvo hace más de 60 años que «el infierno son los otros». Y ese parece ser hoy el vivo retrato de una epidemia.

No comparto con Sartre esa idea. A veces, el otro es la salvación de casi todos los problemas. De hecho, cuando alguien tiene un problema no quiere estar solo.

¿Hoy sobran agoreros y faltan filósofos?

Agoreros sobran siempre. Faltan filósofos que hablen alto y claro. Los que son mediáticos no siempre dicen cosas sensatas. Hay buenos filósofos pero su voz se escucha poco. En Alemania , el filósofo es una persona muy valorada y cuando hay un conflicto se le requiere de su criterio. Esa tradición no la tenemos en los países mediterráneos.

¿Y a qué filósofo hay que escuchar hoy con atención?

Hay muchos mediáticos conocidos. Los grandes contemporáneos, como Derrida o Trías, están muertos pero su mirada está presente. Y en España hemos tenido a Unamuno y a Zambrano . Aquí el siglo XX ha sido de una fecundidad increíble.

¿El ágora griego está hoy en Twitter?

Yo creo que no. Y no estoy en contra de las redes. Hay material muy bueno. La red es infinitamente mejor que hace 20 años. El problema es saber buscar . Si uno tiene un cierto mapa cognitivo o si tiene un criterio de qué es lo valioso, la red es fantástica. Es el verdadero ágora. Pero si no se tiene formación personal, la red puede ser el torbellino más grande.

El reto hoy es organizar el caos.

O surfear en él con cierto criterio. Por eso, las carreras de humanidades te generan un mapa cognitivo de materias diversas con las que puedes interrelacionar.

Por cierto, si se teclea en Wikipedia «Filósofos de Córdoba» salen siete. Tres de ellos, los clásicos Séneca, Averroes y Maimónides. Y un solo filósofo contemporáneo: Fernando Pérez-Borbujo. ¿Tiene usted enchufe en la red?

No tengo enchufe. Me imagino que habrán sido ex alumnos o gente que me conoce. Evidentemente, no estoy a la altura de los que usted ha nombrado. Necesitamos que haya más filósofos cordobeses en la historia. Y, si he podido contribuir en algo mínimamente, estaré sobradamente satisfecho.