Sergio García, Premio Nacional de Ilustración: «El premio fue una legitimación a una forma de entender el arte»
El ilustrador granadino, portada de la revista New Yorker este mes de agosto, muestra en una nueva exposición un recorrido por su estilo experimental, fruto de más de 30 años en la profesión

El primer trabajo remunerado de Sergio García fue para el Ayuntamiento de Almuñécar. El último, la portada del mes de agosto para la revista New Yorker. Entre uno y otro, como en todo, alegrías y penas, marginalidades y espaldarazos. El último, hace bien poco. El artista granadino es Premio Nacional de Ilustración este 2022. Después de un «viaje» tan largo, el mayor reconocimiento del ámbito en España no le cambia mucho el ímpetu. «Esto es como la palmadita en la espalda. Ahora tengo una responsabilidad, pero yo intento seguir con mi camino y ya está» explica García a ABC.
El ilustrador lleva desde entonces un mes de reconocimientos a su trabajo. El último, la apertura de una exposición que recorre toda su obra en el Hospital Real de Granada. 'En Línea' es el nombre elegido para la retrospectiva, que recorre la trayectoria artística del dibujante desde sus inicios profesionales, a mediados de la década de los noventa, hasta el presente.
No tiene un carácter cronológico, sino vinculado a las diversas tipologías de trabajos que el autor ha ido incorporando en sus creaciones. En el centro siempre la misma palabra: experimentación. La misma que enseña a sus alumnos en la Universidad de Granada, donde oficia de profesor e investigador a partes iguales.
Son las dos facetas de este artista internacional: la docencia, siempre ligada a la investigación, y la creación. Ambas, para él, van de la mano. «De mi proceso les muestro todo a los alumnos, la mayoría de las veces ven cosas antes que nadie».
Es probable que, para muchos de ellos, sin embargo, les pille por sorpresa que alguien con su currículum les de clases con esa naturalidad. De alguna manera, García, rompedor, vanguardista, con un estilo tan definido como personal, es la muestra exacta de lo que coloquialmente llamamos 'trabajo de hormiga'. Discreto, pero ambicioso. Empezando desde abajo, siempre junto a su pareja, Lola Moral, guionista, colorista gráfica y compañera en los créditos de todos sus trabajos.
Su historia va desde Granada al mundo. Un artesano que profesionalmente, empezó a ilustrar en medios locales, como Ideal. De ahí, al ámbito editorial. «En los periódicos hice mis pinitos, pero el salto fue cuando pasé a SM, a principios de los 90. Empecé haciendo libros de texto y enseguida me mandaron a hacer un libro del Barco de Vapor».
Luego a Edebé, la editorial Don Bosco. Eso sí, nunca dejó el cómic. Fruto de esa insistencia, le ficharon en la editorial francesa Reindhart, en su filial en España. Fue aquel fichaje lo que le permitió curtirse un nombre. Y dar con la tecla.
«Empecé a hacer historias cortas de carácter muy experimental. De una página. De aquel trabajo y de los fanzines universitarios surgió el amor con el cómic experimental. Sin eso, no hubiera habido ilustración experimental», relata. El momento es clave para García. La experimentación es la base que seduce de todas esas ilustraciones que ahora dan la vuelta al globo.
«Todo tiene que ver con la necesidad y con el medio. Qué quieres contar y cómo. Normalmente hay una formalidad en lo editorial. Todo era mucho más limitado al principio. Pero yo siempre he sido así, experimental. Lo que yo hago ahora ya lo hacía con 20 años. Solo que ahora soy una persona mucho más cultivada, claro. El cómic y la ilustración se basa en tener una biblioteca visual para poder plasmar cómo ves el mundo».
En su obra, esa biblioteca visual se plasma, en palabras del propio jurado del Premio Nacional, «en un lenguaje propio singular, además de una técnica con una riqueza lineal que se adentra al infinito, que lleva narración gráfica a otros lugares y multiplica las posibilidades de la ilustración con imágenes que por sí solas narran». Casi nada.
De la vieja Europa a hacer las Américas

La entrada en Reindhart tuvo como consecuencia lógica su trabajo posterior en el mercado francés. A comienzos de los 2000, ya en la editorial francesa Delcourt, de un país donde la inversión editorial era otra cosa, llegan los primeros premios de relevancia. Incluso la edición del libro 'Los Tres Caminos', acaba por ser lectura recomendada por el Estado francés.
Su experimentación explota. Llega a hacer un cómic en 100x70, desplegable. Una temeridad para cualquier editorial patria, solo concebible en el contexto francés. Todo aquel periplo acaba en 2008, con la llegada de la crisis económica global. Siete años tardaría en dar el salto fundamental: el americano.
«En medio hicimos trabajos comerciales, portadas…conocimos a la directora de arte del New Yorker. Tenía una editorial, Toonbooks, con un carácter eminentemente didáctico. Ella adora la experimentación. Primero quiso hacer una edición de Los Tres Caminos. No cuajó». Al más puro estilo lorquiano, hizo otro título 'Perdido en Nueva York'. «Yo tenía claro que quería trabajar allí» cuenta García.
Llegaron premios neoyorkinos después de aquello. Y la posibilidad de una única colaboración con el New York Times. Una ilustración sobre un cuento. Eligió uno de Washington Irving por las reminiscencias granadinas. Rip Van Winckle. Un éxito. García, que no se lo pensó mucho, mandó otra. De Moby Dick. «La gente ahora me dice que es una locura. Nadie propone al New York Times. El New York Times te propone a ti».
El caso es que se lo cogieron. Y hasta hoy. Uno tras otro. Luego vino el New Yorker y, sobre todo, una «legitimación» explica el artista, que se consolida con el Premio Nacional.
«Ya te digo que no estoy especialmente abrumado. Lo que más agradezco es la apreciación del jurado. Son tantos años de investigación…es avalar tanto una forma de entender la ilustración como la propia universidad. Abre camino y es el espaldarazo final a una etapa. No el final, final, claro. Si lo es, mala cosa» resume entre risas el ilustrador.
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