Ciencia
¿Qué es el «duende» que definió Lorca? Neurólogos andaluces explican su origen
Cuando las neuronas espejo del espectador se sincronizan con las del artista se produce esa magia efímera que puede culminar en escalofríos o vellos de punta

En 1933, el universal Federico García Lorca defendió en Buenos Aires su 'Teoría y juego del duende', emoción que embriaga al espectador y que definió como un «poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica». Cuando se cumplen casi noventa años de aquella conferencia del poeta granadino, uno equipo de médicos andaluces se ha embarcado en una investigación para desentrañar el origen neurológico de ese sensación de conexión entre artista y público ante manifestaciones que pueden ir desde la música, a la danza, un recital de poesía o el teatro.
Es «un encanto misterioso e inefable», dijo el autor de 'Bodas de Sangre' sobre el duende, que, sin ser específico del flamenco, sí es muy característico de este. Según el estudio elaborado por los doctores Jesús Romero Imbroda, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Quirónsalud Málaga, y Cristóbal Carnero Pardo, todas las artes son capaces de despertar ese duende, pero «es más propio de la música, la danza y la poesía hablada, por requerir estas de una interpretación, dado que el duende es, en definitiva, una emoción compartida».
Los investigadores defienden que «el duende está dormido y se activa en determinadas circunstancias, como puede ser una interpretación musical, acompañándose de una respuesta fisiológica y corporal en la que participa una extensa red de estructuras cerebrales donde las neuronas en espejo tienen un papel relevante y esencial».
Las indagaciones llevadas a cabo por ambos revelan que estas respuestas parecen estar asociadas «con la intensidad experimentada de las emociones, culminando en ocasiones en sensaciones placenteras como esos característicos escalofríos o vellos de punta, que pueden indicar la liberación de endorfinas» y que serían la «base neurocientífica» de lo que conocemos como duende.
«Reflexionamos sobre qué circunstancias se dan en el cerebro para que el concepto más aproximado de duende, ese pellizco que emociona no solo al intérprete sino a aquellos que están escuchando o viviendo esa actuación, se produzca», explica el doctor Romero sobre el estudio, denominado 'Arte flamenco y neurociencia: en busca del duende' y publicado en la revista de neurohumanidades Kranion.

La investigación se ha centrado en el duende que despierta una disciplina concreta, la música, dado que esta «tiene una capacidad única para desencadenar recuerdos, intensificar experiencias sociales y despertar múltiples emociones» y es en sí misma «un modulador del estado de ánimo».
«Hay música que nos calma y hay música que nos anima, hay música que nos produce aversión y otra que nos gusta, independientemente de la persona, de lo aprendido y de lo culturalmente vivido en su entorno», defiende el doctor, «todas estas respuestas en cada persona están muy relacionadas con qué área cerebral se activa».
Existen estructuras cerebrales que modulan la emoción, como las amígdalas; otras vinculadas a lo aprendido, como la circunvolución parahipocampal; o lo más visceral, que está a nivel frontoorbitario. Todas estas estructuras -defiende el facultativo- «se interrelacionan y no solo pueden producirnos una reacción más o menos aséptica, sino que pueden llegar a causarnos respuestas fisiológicas, como aumento de frecuencia cardiaca, sudoración, piloerección».
«Las neuronas en espejo se sincronizan con el artista y se genera la magia»
Según Jesús Romero, se llega a producir una empatía con el artista mediante la activación de unas unidades celulares, las neuronas en espejo, que «son las que intervienen en la imitación de lo que vemos en el entorno, que se sincronizan con el artista y se genera una magia del momento vivido, que es efímero, que es a lo que llamamos duende».
En el estudio, ambos doctores recuerdan cómo en una de sus canciones el mismo cantaor El Lebrijano expresaba: «los días que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo». Y ponen también como ejemplo de duende, ángel y poderío a Lola Flores, de la que The New York Times dijo: «no sabe bailar, no sabe cantar, pero no se la pierdan».
En este sentido, los médicos defienden que el duende está en el intérprete, más que en la obra en sí. «Se trata de una experiencia compartida entre intérprete y público, en la que las neuronas espejo tienen un papel esencial en la respuesta emocional y en los mecanismos que permiten a un individuo comprender el significado y la intención de una señal comunicativa al evocar una representación de esa señal en el propio cerebro del receptor», sentencian en la publicación.
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