Contenido elaborado para Quirónsalud

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El infarto de miocardio es el daño producido sobre el corazón por una obstrucción en las arterias coronarias, que son los vasos que irrigan el órgano. «Cuando la sangre que llega al músculo cardíaco es poca, aparece lo que llamamos la angina de pecho y, cuando esa cantidad de sangre, no es que sea pequeña, sino que es prácticamente nula, el músculo se muere, se necrosa. A eso se le llama infarto de miocardio», aclara Miguel Ángel Gómez Vidal, cirujano cardiovascular en Quirónsalud Sagrado Corazón. Como también explica Carlos Arias, cardiólogo especialista en valoración clínica del citado centro, se trata de «una enfermedad muy prevalente, hay más de 100.000 personas que la sufren en España; además, la incidencia aumenta con la edad y otros factores de riesgo cardiovascular como la tensión alta, la diabetes, el aumento del colesterol o el tabaco».

 

En Quirónsalud Sagrado Corazón, el Servicio de Cardiología hace un manejo integral de esta patología, desde la perspectiva de las distintas especialidades cardiológicas: desde valoración clínica hasta cirugía vascular, pasando por técnicas de imagen, hemodinámica y electrofisiología. A esto se suma que existe una relación muy estrecha entre ellas, de modo que la enfermedad se aborda de la manera más completa.

 

 


La valoración clínica, el primer paso


Cuando sospechamos que una persona está sufriendo un infarto, asegura Arias, lo primero que hay que hacer es una valoración y saber cuáles son los síntomas. «El más característico es un dolor torácico, en el pecho, que suele tener unas características bastante específicas: suele ser opresivo y a veces irradia hacia el brazo izquierdo o la mandíbula. Puede estar acompañado de otros síntomas como falta de aire, sudoración, náuseas, mareos, desmayo o, incluso, una parada cardiorrespiratoria. En cambio, hay veces que los síntomas no son tan típicos, sobre todo, en personas diabéticas, que presentan todas estas señales pero sin el dolor en el pecho; es lo que llamamos un equivalente anginoso. También es el caso de las mujeres y las personas de edad avanzada, en quienes las características a veces son un poco más diferentes», explica el doctor. En el curso de la valoración también se le pregunta al paciente por sus antecedentes familiares y se le hace una exploración física que consiste en medir sus constantes vitales, tensión, frecuencia cardiaca, saturación de oxígeno en la sangre, así como buscar posibles signos de fallo cardiaco, por ejemplo, la acumulación de líquido en los pulmones (edema de pulmón).

 

 

 

 

Aunque los profesionales se puedan apoyar en pruebas como el análisis de sangre -para medir un biomarcador que se llama troponina, una proteína que eleva su presencia en la sangre cuando hay daño en corazón-, Arias considera fundamental que, durante los primeros diez minutos del paciente en urgencias, se realice un electrocardiograma: «Nos va a permitir distinguir entre dos tipos de infarto: con elevación del (segmento) ST o sin elevación del ST. Es importante saber a cuál nos enfrentamos porque, si se da el primer caso, quiere decir que la arteria coronaria está completamente obstruida y que hay una emergencia médica. Entonces, es fundamental que haya una actuación rápida y coordinada del servicio de cardiología.

 

Además de proporcionarle al paciente unos fármacos para evitar que se produzca más daño sobre el corazón, se hace una estrategia de reperfusión, es decir, abrir o eliminar la obstrucción del vaso que está cerrado. Se puede hacer de dos formas: mediante unos fármacos que se llaman fibrinolíticos y que disuelven el trombo o haciendo una angioplastia primaria mediante un cateterismo, una opción a la que se recurre con cada vez más frecuencia porque tiene mejores resultados y es más eficaz», cuenta el doctor. Es aquí donde entran en acción los hemodinamistas.

 


La hemodinámica y la cirugía, dos opciones


Pastor Pérez Santigosa, cardiólogo especialista en hemodinámica en Quirónsalud Sagrado Corazón, indica que su parte del trabajo -que se realiza en la fase aguda del infarto, es decir, la más temprana- consiste en «identificar si alguna de las arterias del corazón (las coronarias) está lesionada, así como si esas lesiones son importantes, si requieren algún arreglo y, si es así, hacerlo sobre la marcha, en el mismo cateterismo: a esto es lo que llamamos angioplastia coronaria y casi en la totalidad de los casos implica el implante de un stent. Es por tanto de una prueba que tiene dos vertientes, una diagnóstica y otra terapéutica» y lo ideal es hacerla en las dos primeras horas desde que el paciente ha tenido el primer contacto con los servicios médicos. No obstante, «cuando el arreglo mediante cateterismo no es posible o, aunque lo sea, no se trate de la mejor alternativa se acude a la cirugía de revascularización coronaria, que es lo que todo el mundo conoce como los bypass».

 

 

 

 

En este punto, el cirujano cardiovascular Gómez Vidal señala que la cirugía está destinada a pacientes cuyas lesiones «son muy largas, muy grandes, muchas o tienen mucho calcio en la pared. Por mucho que se dilate [con el stent], la arteria vuelve a su estrechez natural. Es en esos casos cuando nos llaman a nosotros, los cirujanos cardiovasculares, y solucionamos haciendo un bypass, un puente, es decir, puenteamos la lesión. Es como si en un conducto hubiera una estrechez o un obstáculo y lo que hiciéramos es irnos por el lado, crear un camino lateral. Lo hacemos con arterias y venas del mismo paciente. Es la cirugía que probablemente más años tiene de recorrido por su durabilidad y eficacia […] normalmente, dura para toda la vida. Por eso, cuando las personas son muy mayores, se les intenta dilatar la coronaria [con el stent]: es una solución que dura menos pero con la que se busca es ser lo menos agresivo posible. Sin embargo, cuando la gente es joven, se trata de recurrir a la cirugía cardiovascular, ya que la aguantan bien y es una solución más duradera».

 

 

 


En la fase tardía: la electrofisiología 


Por otra parte, en fases más tardías del infarto, a veces también se necesita la intervención de la electrofisiología y de los arritmólogos. Al respecto, Juan Manuel Fernández Gómez, cardiólogo especialista en electrofisiología en Quirónsalud Sagrado Corazón, subraya que su trabajo estudia las arritmias que se desencadenan con el infarto, las lesiones que deja, las cicatrices que provoca, así como su tratamiento. Este se puede hacer con catéter: «Se trata de hacer una ablación de la taquicardia, o sea, de buscar el circuito de dónde está y de hacer pequeñas lesiones, aplicaciones de corriente eléctrica, para tratar las arritmias». Sin embargo, agrega el doctor, «cuando no es posible la ablación porque la cicatriz es muy extensa y hay alto riesgo para el paciente, hay que implantarle un dispositivo como el desfibrilador automático [que detecta la presencia de arritmias y en el momento las trata con una descarga] o, si el infarto ha sido muy extenso y ha dejado una lesión importante, el marcapasos resincronizador».

 

 

 

 

Para llevar a cabo su labor, al igual que ocurre con el resto de especialidades cardiológicas en Quirónsalud Sagrado Corazón, disponen de las últimas tecnologías. «Usamos el polígrafo, un aparato que nos registra la actividad eléctrica de dentro del corazón; un estimulador, que provoca impulsos cardiacos en las zonas donde nosotros ponemos los catéteres para estudiar las posibles arritmias y ver si el paciente es más proclive o no a arritmias malignas; una sala de rayos, que compartimos con hemodinámica; y un navegador intracardiaco, la tecnología más sofisticada que tenemos. Es una computadora que detecta los catéteres dentro del corazón y hace reconstrucciones, tanto de la anatomía cardiaca -del interior del corazón, de todas las cavidades y cámaras- como mapas de activación eléctrica, o sea, detecta, la actividad eléctrica de las arritmias y nos permite estudiar el origen de las arritmias, donde tenemos que aplicar esas energías para tratar esas taquicardias», desgrana Fernández, que también suma a la lista los catéteres y los desfibriladores implantables.

 


Cerrando el círculo: las técnicas de imagen


La potencia tecnológica de Quirónsalud Sagrado Corazón también se deja notar en las técnicas de imagen, tremendamente avanzadas y muy útiles a la hora de realizar un buen diagnóstico, para ver a qué especialidad de las anteriores ha de acudir un paciente.

 

Como detalla Manuel González Correa, cardiólogo especialista en técnicas de imagen, «en caso de querer diagnosticar el riesgo de infarto, disponemos de un buen arsenal de técnicas de imagen dedicadas a dilucidar esta posibilidad, como son: la gammagrafía de perfusión miocárdica, que aunque emite radiación ionizante, permite obtener de forma objetiva una imagen de riego sanguíneo propio del corazón; el TC coronario, que a pesar de emitir también radiación, permite efectuar un análisis fino y no invasivo de la vasculatura coronaria sin tener que hacer un cateterismo a los pacientes; la ecocardiografía de estrés; o a la cardiorresonancia de estrés».

 

Por otra parte, están las técnicas de imagen que se emplean cuando ya hay un infarto: «La ecocardiografía es la primera prueba que se hace porque está exenta de riesgo, se puede realizar directamente en el lugar donde está el paciente y aporta mucha información anatómica y funcional en poco tiempo. Permite buscar complicaciones  asociadas al infarto como problemas valvulares agudos o rotura de la pared del corazón a consecuencia del infarto. Por otro lado, la cardiorresonancia nuclear magnética es la prueba reina en el estudio anatómico y funcional del corazón; además, destaca porque tiene la capacidad de detectar cicatrices asociadas al infarto, pero tiene en contra que no es tan accesible y el paciente tiene que ser trasladado a la sala de la máquina de resonancia con tiempos de exploración más prolongados».

 

 

 

 

 

A todo ello, González agrega que «para cada paciente se selecciona una u otra técnica, según su nivel de riesgo: el TC coronario se ofrece a los pacientes de bajo riesgo y el resto de las pruebas, a los de riesgo intermedio o alto». Una vez que el resultado arroja que existe una enfermedad coronaria, «habitualmente, se suele derivar al paciente a hacer una coronariografía que confirme la sospecha. En esa coronariografía se analiza las características de las lesiones y se ve si procede tratarlas directamente o si se necesita tratamiento quirúrgico», explica el doctor, cerrando el círculo.

 


Trabajo en equipo y cercanía con el paciente


Los cinco médicos coinciden en afirmar que, además de la tecnología de que dispone, otro de los puntos fuertes de Quirónsalud Sagrado Corazón es la organización, la comunicación, la compenetración entre especialidades, en definitiva, el trabajo en equipo, básico para garantizar un tratamiento integral. Refiriéndose a este aspecto, González cuenta: «No trabajamos cada uno de forma individual, sino que consensuamos los pasos a seguir en base a los resultados de las pruebas, cuál es la mejor la mejor solución para cada paciente, que puede ser el tratamiento médico-farmacológico, el intervencionismo percutáneo mediante cateterismo (stent) o la cirugía de bypass coronarioa». A esto, Fernández añade: «Hay patologías muy complejas que son difíciles explicar a los pacientes y debemos tener un lado humano, saber transmitir, hacer que el paciente lo entienda todo y sepa por qué se le hacen las técnicas que se le hacen. Tenemos que parar, sentarnos con ellos y con la familia».

 


Cómo evitar el infarto de miocardio


Los profesionales de la cardiología también coinciden al asegurar que existen cinco factores de riesgo fundamentales: la tensión alta, el colesterol alto, la diabetes, el tabaquismo y la obesidad. Por ello, el doctor Pérez Santigosa asegura que la prevención es fundamental: «Siempre nos quedamos en el tratamiento y en la espectacularidad de las soluciones que podemos aportar. Yo siempre les digo a los pacientes que la prevención parece que no cunde porque es un trabajo a largo plazo constate, pero sí lo hace, es la pieza clave a nivel de sociedad». El médico aconseja que además de tratar la tensión alta, el colesterol alto y la diabetes, se debe llevar una vida sana, hacer ejercicio y adoptar una buena dieta, como la mediterránea. A ello, Arias agrega que también es necesario evitar y controlar «el estrés, tanto físico como psicológico».

 

Además, el doctor Pérez también insiste en que hay que empezar a cuidarse desde pequeños y prevé que problemas como la obesidad infantil y el sedentarismo van a afectar a la población a largo plazo. De hecho, el doctor González ya observa cómo por su consulta pasan pacientes cada vez más jóvenes: «Hay una tendencia a que personas más jóvenes tengan problemas cardiovasculares, antes había muchos menos porque la vida era más activa, la gente trabajaba en el campo, no había tanta alimentación basura, y eso se nota».

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