AC/DC exhibe músculo con Axl Rose en Sevilla
La banda australiana llenó el Estadio de la Cartuja con más de 62.000 personas en su único concierto en España
Diez menos diez de la noche en el Estadio de la Cartuja. Las luces se apagan y en las dos pantallas gigantes que flanquean el escenario aparece un meteorito que impacta con estruendo en la tierra. Humo, fuego, explosión de decibelios y Angus Young con su icónicas pintas de colegial del rock. Atacan «Rock or Bust» ante un estadio prácticamente lleno, con un público similar a la de su actuación de 2010, y en el que titilean los cuernos luminosos de buena parte de los más de 62.000 asistentes , conformando un campo de amapolas eléctrico.
El rock como el mayor espectáculo del mundo, versión AC/DC, ha llegado a Sevilla. Después encaran «Shoot to Thrill», con un Axl Rose más que solvente en su aparatosa silla, y las dudas se disipan para el público. El vocalista norteamericano hace olvidar su controvertido fichaje y el estadio estalla.
Atrás queda la polémica sobre la sustitución de Brian Johnson . Ni esta, ni otras bajas de los últimos años -Malcolm Young y Phil Rudd- ni las negras previsiones de lluvia en un día realmente desapacible ayer en Sevilla hicieron desistir a los miles de fans que se desplazaron desde todo el país para ver a los australianos en su único concierto en España.
Desde horas antes al concierto una multitud se arracimaba alrededor de los coches aparcados en todo el recinto de la Cartuja, que acogió la Expo del 92, de los que salía rock a todo volumen. La lluvia, por momentos torrencial por la mañana, dio paso a una tarde gris que permitió el disfrute de ver a AC/DC, donde la media de edad estaba en la cuarentena y donde numerosos padres y abuelos iniciaron a sus hijos y nietos en un capítulo de la mitología del rock.
Axl Rose, bien encajado en la dinámica del grupo, hizo olvidar al público su polémico fichaje
Una mitología que la banda ha escrito en contundentes ejercicios de hard-rock sin perder nunca de vista el blues ni los coqueteos con el diablo y con una puesta en escena grandilocuente -la enorme campana sobre ellos en «Hell Bells» es un buen ejemplo-, aunque el escenario en esta ocasión, una herradura coronada por los inevitables cuernos , resultara más austero que en otras ocasiones. No ahorraron, sin embargo, ni en volumen brutal ni en luces, ni en los adictivos riffs marca de la casa y una sección rítmica monolítica con los que acometieron clásicos como «Dirty Deeds Done Dirt Cheap» y un «Thunderstruck» donde el estadio parecía venirse abajo.
Y todo con un Axl Rose cómodo y expresivo , tan encajado en la banda que parecía que no llevaba tan solo un concierto con ellos en Lisboa y que se sobrepuso a las limitaciones de actuar sentado por su lesión en el pie. Por ello, el mayor protagonismo lo asumió un Angus Young que se metía al público en el bolsillo cada vez que se desplazaba por la rampa con sus virtuosos punteos a la guitarra o la retorcía de «feedback» con su corbata.

Una vez más, AC/DC mostraron poder y músculo, manteniéndose firmes en esa primera división de «stadium bands», con un espectáculo que sabe crecer en intensidad durante más de dos horas hasta coronar sus grandes clásicos y dejar más que satisfechos a un público que los sigue con fidelidad, aunque hayan pasado muchos años desde sus mejores discos, los mismos desde los que el rock más inquieto eligió otros caminos, aunque esa es otra historia.
La historia de los australianos sigue adelante sin que las bajas, incluso del carismático Brian Johnson, hagan excesiva mella en su espectacular visión del rock , ni tampoco en su entrega sobre el escenario, del que dio la medida un «Highway to Hell» pletórico y coreado hasta la extenuación. El bis completó un concierto que se presumía histórico, por Axl Rose, que pudo quitarse con AC/DC la espina de aquel concierto de hace veinticinco años, cuando no llenó el estadio del Betis con su banda en la cima de su popularidad.
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