Crítica de Danza
La Danza Española, un tesoro
El Ballet Nacional de España presentó en el teatro de la Maestranza 'La Bella Otero' última obra realizada por su director, el bailarín y coreógrafo sevillano, Rubén Olmo
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La Danza española, ese nombre que aglutina tantísimas estéticas dancísticas que por fortuna tenemos en este país -Clásico Español, Folklore-Escuela Bolera del XVIII y Flamenco- ha sido la protagonista del último montaje del Ballet Nacional de España titulado 'La Bella Otero' y presentado en ... el teatro de la Maestranza con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en el foso.
Con coreografía y dirección del sevillano Rubén Olmo, dirección musical de Manuel Busto y dramaturgia de Gregor Acuña, cuenta la historia de Carolina Otero, un personaje que fascinó a propios y extraños a finales del XIX y principios del XX; que salió de una aldea pontevedresa, pero decía que era de Sevilla, para ser más exótica; que se reinventó a si misma tras ser violada con doce años y se escapó con unos gitanos; que llegó a ser estrella del Folies Bergères durante diez años y amante de seis reyes; que se se jugó la vida, las joyas y enormes sumas de dinero en el casino de Montecarlo, y que finalmente murió sola, pobre y abandonada en un cuartucho en Niza a la edad de noventa y seis años.
Contar tal historia no es fácil y a veces se dilata un tanto sobre todo en la primera parte. El Ballet Nacional lo hace a través de catorce escenas que relatan algunos de los pasajes de la vida de la Bella Otero, y para ello, Rubén Olmo ha echado mano de todos los recursos de la Danza Española: desde el trepidante comienzo por muñeira, a los zapateados del baile de la Otero vestida de torero, e incluso un can can aflamencado que hubiera hecho las delicias del Folies Bergères original.
El espectáculo tiene esa brillantez coreográfica que siempre imprime Olmo a sus creaciones. Mueve como nadie los grupos de bailarines, y ver a veces a casi cincuenta personas en escena, nos recuerda esa época del Nacional donde este tipo de ballet de argumento era algo más habitual. Para esta obra, además, Olmo ha tenido que desgranar su creatividad para desarrollar la escena desde el flamenco al folklore, pasando por el clásico español y haciendo verdaderas incursiones en el contemporáneo con gran brillantez, acompañado de una música eficaz en la que lo sinfónico se da la mano con otros instrumentos como la gaita o la guitarra española.
Hay que destacar sin duda el magnífico momento del elenco del Nacional. El nivel de danza es altísimo. Muy bien tanto hombres como mujeres, compenetración, interpretación y técnica. En esta obra, además, la exigencia interpretativa es muy alta y se ha conseguido.
Destacar a la granadina Patricia Guerrero, con muchísimos registros nuevos que no conocíamos de la bailaora, y que intepreta a la Bella Otero joven. La Premio Nacional de Danza 2021 hace una gran 'Otero' y le imprime carácter y mucho baile al personaje; la gaditana y siempre maravillosa Maribel Gallardo -Otero madura- una estrella de la danza que sigue luciendo. Y del elenco, me sorprendió y mucho el magnífico trabajo del sevillano Francisco Velasco, saliendo de su zona de confort, interpretando y bailando una danza libre que parece que en sus madurez ha prendido en él con brillantez. Rubén Olmo se reservó el papel de Rasputín, con una muy apoyada en sus elegantes maneras aéreas y estilizadas.
Una obra que sin duda ha hecho que el Nacional regrese a los ballets de argumento con brillantez poniendo el listón muy alto para próximos proyectos. Una muestra de que la Danza Española es un tesoro que a veces no cuidamos ni mimamos como se merece. Es Cultura y nuestra historia, y debe ser nuestro futuro.
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