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Critica de Danza

Quiero ser la «Carmen» de la Pagés

La coreógrafa y bailaora sevillana despide el año con el público del Teatro de la Maestranza puesto en pie

María Pagés en una de las escena de «Yo, Carmen» David Ruano

Marta Carrasco

Terminar este maldito año que nos ha quitado a tantos que teníamos que abrazar con un teatro puesto en pie aplaudiendo a compás, es una alegría y sobre todo, un «chute» de felicidad que buena falta nos hace.

Y eso es lo que ocurrió anoche en el teatro de la Maestranza cuando terminó la obra «Yo, Carmen» que puso en escena el Centro Coreográfico María Pagés y con el que el teatro de Paseo Colón ha clausurado el año más difícil desde que se inaugurara un 2 de mayo de 1991.

«Yo, Carmen» es una obra integral que habla sobre la mujer y que cuentan diez mujeres en el escenario, la propia Pagés, las cantaoras Ana Ramón y Sara Corea y un cuerpo de baile compuesto por un elenco de mujeres rabiosamente preparadas a estética de su coreógrafa.

La obra tiene sólidos pilares en la poesía de María Zambrano, Widdad Benmoussa, Akiko Yosano, Marguerite Yourcenar, Margaret Atwood, Belén Reyes, El Arbi El Harti y la propia María Pagés, y cada una de ellas se escucha en su idioma original, porque la poesía sin su lengua de origen es como la música grabada. Con estos poemas María Pagés recorre el universo femenino de su «Carmen», una mujer luchadora, que ama y se desgarra , que se ríe, que sufre y que, sobre todo, quiere tener libertad y al hombre a su lado y no enfrente. «Yo, Carmen» cuenta una historia de mujeres a través de diez cuadros, que dramatúrgicamente dirigidos por El Arbi El Harti, reflexiona sobre el maltrato, la publicidad, las exigencias de la moda y reivindica la libertad.

El espectáculo es de una belleza estética arrebatadora , con un gran diseño de luces, y utiliza numerosos objetos como libros, abanicos, bolsos, escobas, sillas-personas, que interactúan con las bailaoras y van contándonos distintas historias. En el baile el magnífico uso de palillos, como en la escena en que Ana Ramón canta junto a Pagés el aria de Lillas Pastia de «Carmen», o el paso a dos entre María Pagés y otra de las bailaoras; el trepidante zapateado en movimientos corales, los sólos de María Pagés en una bellísima imagen marcada por la luz, que continuamente crea sombras y transparencias..., y todo ello con una banda sonora compuesta por la música de Bizet y la música flamenca original creada por Rubén Levaniegos, junto a Sergio Ménem y David Moñiz, casi toda en riguroso directo con cinco músicos en el atrás.

El baile de María Pagés sigue siendo de una gran delicadeza y femineidad , con sus famosos escorzos, que se vuelven pura fuerza cuando lo requiere el zapateado. Tiene incluso dotes de humor, como cuando se hace un mantón con trapos de cocina o reflexiona sobre la mujer cantando por tanguillos. Su baile sigue siendo pura escuela sevillana, pero más refinado, al que incluso ha añadido elementos contemporáneos, como el sólo que hace con un enorme traje de gasa que se coloca en la cabeza a la manera de Martha Graham, en inteligente concesión a la estética contemporánea.

Soleá, tanguillos, caña, alegrías, bulerías , palos del flamenco que se van desarrollando en los distintos cuadros de un brillantísimo espectáculo que tuvo, en el momento de los tanguillos la anécdota de la noche, pues la bailaora, cantando a ritmo gaditano, dedicó el espectáculo a su madre, presente en el teatro, quien esa misma noche cumplía 90 años.

Una buena manera de acabar este año que recordaremos siempre, con una artista de la tierra, María Pagés, que nos habla sobre un mito de Sevilla, Carmen, con un lenguaje de hoy y que reinvindica a la mujer a través de su poesía como protagonista de su propia historia.

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