¿Qué pasó con... Sahuquillo?
Tras Leopoldo Sáinz de la Maza, fue el primer sevillano en acudir a unos Juegos Olímpicos, en Roma'60, junto a Joaquín Real y su inseparable Enrique Castelló, convirtiéndose así en los pioneros del tan laureado remo hispalense

José Antonio Sahuquillo es una leyenda. Conformó junto a Enrique Castelló, tripulantes ambos del bote verdiblanco en la primera Regata Sevilla-Betis (y en muchas más), una pareja de remeros inseparable que hizo historia clasificándose para los Juegos de Roma cuando la boga era apenas ... una disciplina incipiente en la ciudad. Es un pionero este hombre de privilegiada memoria y amena conversación que tiene en Chipiona su segunda casa y en su amplia familia al pilar fundamental de su vida.
¿Cuántas satisfacciones le ha dado el remo?
Muchas. Incluso le diría que ha marcado mi estilo de vida. Empecé a remar muy pronto, con 17 años, y ese esfuerzo continuo me sirvió para el trabajo y para superarme. El remo me ha servido de mucho.
¿Qué significa para usted el Club Náutico?
Lo mejor del mundo. Ahí conocí a mi mujer, que era piragüista y campeona de España, y nos casamos en el club, en un saloncito muy coqueto y rodeado de piragüistas y remeros, porque tenía cierta amistad con una persona del Registro Civil. A la semana nos casamos en la Iglesia de Santa Cruz, donde también celebramos el 50 aniversario rodeados de siete hijos y catorce nietos.
¿Cuándo conoció a Enrique Castelló?
Enrique y yo íbamos desde chiquillos al colegio. Éramos más que amigos íntimos, como hermanos. Era un amigo de los que te dicen «no vayas por ahí». De los que te dicen la verdad. Yo lo quería mucho.
Cuénteme alguna anécdota con él.
Cuando fuimos a las Olimpiadas, estábamos estudiando y, claro, en los exámenes de junio no pudimos presentarnos a la asignatura de Educación Física. El profesor que la impartía era del Frente de Juventudes y cuando llegamos nos cateó la asignatura porque no habíamos hecho el examen... ¡después de haber ido a unas Olimpiadas! Eso lo teníamos clavado en el pecho. En el 60 íbamos de pardillos, como catetos de pueblo que llegan a Nueva York mirando para todos lados.

En la primera Sevilla-Betis se les rompió un remo.
Se rompió en la salida. Fuimos al Club Náutico y no había material. Hoy vas a cualquier club de Sevilla y hay material de cualquier tipo, pero entonces no. Era la primera regata, estaban los puentes abarrotados y Torrontegui, con buen criterio, dijo que se hiciera. Hubo un movimiento de prensa apabullante y estaban las riveras del río llenas de gente. Ante eso, no se podía suspender. La hicimos con siete y, claro, el Sevilla nos sacó tela marinera de distancia. En la siguiente, la del 61, el Sevilla chocó con un pilar del puente en un entrenamiento destrozándole la proa. Roberto Pozuelo y José Manuel Mañas le hicieron una proa de chapa o latón... y nos ganaron. Las tres primeras regatas las perdimos estando Enrique y yo, pero en veteranos se nos dio bien y hemos perdido muy pocas. El Betis es mucho Betis.
¿Cómo era Torrontegui?
Un tipo muy peculiar. Le gustaba mucho el deporte. Se fijó en nosotros y nos dio el dos con timonel. Como no había zodiac entonces, se colocaba en una barca en medio del río y nos iba indicando. Nadie creía que dos remeros de Sevilla, donde entonces no había afición al remo, les pudieran ganar a los de San Sebastián, Barcelona, Tarragona... Para mí, él y Juanita, su mujer, son mis segundos padres. Yo tuve la mala suerte de perder a mi madre una semana después de los Campeonatos del 57. Lo que es el remo hoy en Sevilla se lo debemos a Miguel López Torrontegui.
Su playa es Chipiona...
Siempre. Al principio alquilábamos y allí nos íbamos. Yo he trabajado siempre en la Renault de San Jerónimo. Tenía un R-4 y un R-12 ranchera, y entre los dos nos íbamos con los niños. Eso nos ha marcado una segunda vida. Andar por esa playa por las mañanas es lo más grande del mundo.
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