Portugal es mucho más que el vecino discreto

Nuestra blogger nos descubre las claves de la evolución artística de Lisboa en este nuevo viaje

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Una vez me contó un conocido, mejicano de origen muy humilde –pero ahora nuevo rico-, que cuando con 24 años ganó su primer sueldo importante se prometió a sí mismo que nunca más cogería un transporte público colectivo (lo de «colectivo» es muy relevante porque excluye taxis, claro). Hace muchos años que no le veo, y no se, por tanto, si ha revisado su teoría. A mí, cuando viajo, me pasa todo lo contrario: me gusta coger autobuses o metro y, por supuesto, en Lisboa el tranvía. Tal vez sea por la sensación de autonomía, de independencia, de creer que controlo la cuidad. De tomarle el pulso a la calle.

Y es que hay ciudades en las que te mueves sin problema andando, como Roma; pero hay otras que, bien por las distancias entre unos sitios y otros, bien por lo empinado de sus calles, es aconsejable utilizar de vez en cuando el transporte público. Como Lisboa. Cada vez que voy tengo que subirme en el mítico tranvía 28, aunque sea a empujones. Así me impregno del aroma de la ciudad (y del de algún turista) y echo una primera ojeada a las plazas y calles por las que pasa. Esta vez, además, mi centro de operaciones estaba junto a la Basílica da Estrela, muy cerca de Ourique, inicio de trayecto del 28, con lo que tenía asegurado asiento.

Nuevo diseño «made in Portugal», de los movimientos de vanguardia artística del siglo XX a la actualidad, de la reinvención cultural y social

Pero hoy no quiero enumerar los monumentos ni las visitas esenciales de Lisboa, la capital del país vecino, sino más bien hacer una reflexión en voz alta, un examen de conciencia y un propósito de enmienda (¡por cierto, marcad la X en favor de la Iglesia!) Porque cuando hablamos de Portugal nos recreamos en la elegante decadencia que desprenden sus calles, en la nostalgia de un pasado de glorias y conquistas y en los fados más melancólicos. Pero pocas veces hablamos del nuevo diseño «made in Portugal», de los movimientos de vanguardia artística del siglo XX a la actualidad, de la reinvención cultural y social que se está llevando a cabo. Muchos no sabríamos nombrar ni un solo artista plástico portugués del siglo XX. ¿O no?

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Para solventar esta falta de conocimiento de nuestros vecinos más queridos, el Museo Calouste Gulbenkian nos da una oportunidad fantástica con la nueva reordenación de su Colección Moderna, en el edificio del arquitecto Leslie Martin en la zona sur del jardín. Con unos paneles explicativos estupendos vamos recorriendo la historia de la escultura, la pintura y la ilustración desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la actualidad: El Legado del siglo XIX, la influencia francesa y los ensayos modernistas, que coincide en el terreno político con el fin de la monarquía y la instauración de la República; El Estado Novo, a partir de 1933 en el que empieza una dictadura que durará 48 años, con sus encargos escultóricos oficiales de difusión del nuevo régimen; La década de 1950, tras la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial que trae la esperanza de una apertura del régimen; La ruptura de los años 60 y 70, en la que los artistas empiezan a salir del país y a entrar en contacto con otros creadores europeos; los años 80 y 90, tras la adhesión de Portugal a la Comunidad Económica Europea, para acabar con las generaciones Erasmus de la actualidad.

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Tal vez el artista más relevante internacionalmente (junto con Pessoa) sea José de Almada Negreiros (1983-1970), al que se le dedica estos días una magnífica exposición temporal; pero hay otros muchos: Amadeo de Souza-Cardoso, Júlio Pomar, Paula Rego, António Charrua, etc. Y aquí, en Sevilla, podemos contemplar una obra de Vhils, al que algunos incluyen entre los diez artistas callejeros más relevantes del mundo: ¡basta con acercarnos a Lobo López! (uno de los restaurantes de moda sevillanos).

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Y para los que aburre el tema museos pero queréis ver la Lisboa más alternativa, una opción para conocer lo que se cuece en la calle es acercarse a LX Factory, un espacio situado en una vieja y abandonada zona industrial bajo el puente 25 de Abril, donde jóvenes artistas y diseñadores muestran sus creaciones en locales rodeados de graffities y decoración a la última: objetos curiosos, artesanales, vintage, de estilo nórdico, librerías que ofrecen mucho más que libros, restaurantes y cafeterías, etc.

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Evolucionar desde el respeto al pasado, con elegancia, con autenticidad, sin necesidad de ser pretenciosos… Portugal es mucho más que el vecino discreto del portal izquierdo.

Las fotos son de Cuarto de Maravillas

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