Los que creen que el amor lo puede todo tienen un nuevo motivo para reforzar su fe: Mario Balotelli, la volcánica estrella de Italia, parece haber encontrado la serenidad buscada en una mujer.
«Necesita amor». Ese fue el diagnóstico del seleccionador italiano, Cesare Prandelli, para "tratar" a Balotelli, de sólo 23 años. Muchos desistieron con el delantero del Milán, locuaz, polémico, excesivo, amante del lujo y de la ostentación y futbolista de talento y condiciones físicas ideales.
Fue el caso de Roberto Mancini, que lo dirigió en el Inter de Milán y en el Manchester City. Se le acabó la paciencia paternal, lo que supuso la salida del jugador rumbo al Milán.
Prandelli aguantó más que Mancini, quizás porque como seleccionador no lo trataba día a día. «Paciencia infinita», prometió una vez, convertido en un padre benevolente. Y lo ha cumplido.
El sábado, Balotelli, en su primer partido en un Mundial, anotó el tanto del triunfo de Italia por 2-1 ante Inglaterra. No se quitó luego la camiseta, lo que le hubiera costado una tarjeta amarilla, ni se reivindicó. Sólo hubo fútbol, un gol y un mensaje.
«Se lo dedico a mi futura esposa», dijo sobre Fanny, que vio el encuentro en la grada y a la que a principios de semana pidió matrimonio. «El sí más importante de mi vida», compartió en las redes sociales para sus más de dos millones de seguidores en twitter junto a una foto de la playa de Mangaratiba en la que se prometió y una foto del anillo en la mano de ella.
¿Será beneficioso o perjudicial semejante anuncio a pocos días del Mundial? Al parecer y tras lo visto el sábado, fue bueno.
Prandelli, fiel a la idea de expresar los sentimientos, permite que sus futbolistas estén en la concentración del Mundial con sus parejas y su hijos. «No es que los jugadores no se concentren. Al revés, trabajan mejor. La familia y los niños diluyen las tensiones», defiende su estrategia, de momento exitosa.
Y ahí está Fanny Neguesha, la chica que ha conseguido que Balotelli deje atrás la arrogancia que escondía quizás la inseguridad propia de un niño negro que creció entre blancos con sus padres adoptivos italianos, que siempre se enfrentó al hecho de ser diferente —y no sólo por su piel— y que no soporta estar solo en la vida.
En Fanny encontró un alma gemela. Y la expresión va más allá de un lugar común. Como Balotelli, Neguesha es una italiana de piel oscura, nacida en Vicenza de madre congoleña y padre italiano que murió cuando era una niña.
Una vida azarosa, pero no tanto como la de Balotelli, que es casi de telenovela: superó tres operaciones cuando era un bebé, fue dado en adopción por sus padres ghaneses, pasó de apellidarse Barwuah a Balotelli, fue siempre el niño negro en los recreos de blancos, disparó con una pistola de juguete en el centro de Milán, sufrió insultos racistas por los "tifosi" de la Juventus, lanzó al suelo su propia camiseta del Inter —todo un sacrilegio—, sacó su iPad en el banquillo en pleno partido de Italia y casi incendió su casa en Inglaterra con unos petardos. Y eso sin contar las leyendas urbanas, nunca confirmadas.
Fanny, pese a ser modelo y estar también en el "show-business", es discreta. Se ganó el cariño de sus futuros suegros y estuvo al lado de su futuro esposo cuando Balotelli conoció a Pía, su hija, nacida de una relación anterior y a la que le costó reconocer.
Balotelli y Neguesha se conocieron cuando él jugaba en Manchester y ella vivía en Bruselas. Pero los SMS y el Skype, la distancia, no bastaron. «Me ha dado la serenidad que necesito en mi trabajo», dijo Balotelli, enamorado sin disimulos ni vergüenzas, abriendo en canal su corazón para el público.
Entenderlo. Eso era lo más difícil en el caso de Balotelli. Lo hizo Prandelli, lo hizo Fanny e Italia se lo agradece.








