Se jugaban Holanda y Chile un asunto que no era nimio en absoluto: eludir a Brasil en octavos, no por Brasil en sí especificamente, sino por lo que conlleva, ya saben, jugar de local, los árbitros, el calor, etc... Pues a pesar de eso no lo pareció. La presión asfixiante de Chile mató el partido durante casi todo el primer tiempo.
Holanda, cortados todos sus circuitos, se mostró espesa, opaca, sin poder llegar a su vanguardia con balones claros. Ausente Van Persie, la delantera holandesa estaba falto de dientes. En Chile tampoco estaba Vidal, con molestias, pero el bloque entero funcionaba igualmente a la hora de destruir, que un centrocampista rompedor es más fácil de sustituir que un delantero talentoso.
Así que empate a nada hasta que el calor y el esfuerzo tremendo en la marca empezó a hacer mella en los americanos. Entonces sí, entonces Holanda se acercó con cierto peligro. Robben pudo hacer sus zig zag en carrera, Lens atosigar con mucho celo y Sneijder lanzar diagonales peligrosas. Pasó más apuros Bravo que Cillessen porque los chilenos dejaron toda su ofensiva a algún balón aéreo, faltas o córners sin intentar contras claras. En suma, un truño de partido hasta que el aire empezó a faltarles a los mordedores de la medular.
Una Holanda más incisiva
Todo parecía igual en la segunda mitad: con los holandeses intentándolo más que Chile, solo abocada a destruir y buscar algún balón suelto en el área de Cillesen cuando Holanda dio un paso más adelante. Van Gaal realizó cambios más ofensivos y en uno de ellos llegó el tanto de Fer en un balón parado, justo el que estaban buscando los chilenos y del que fueron víctimas.
El intento posterior de Chile llegó tarde y fue confuso, expuesto además a las contras de Robben, que intentaba conducir demasiado. Los de Sampaoli empujaron en busca de los dos goles que necesitaban para pasar pero ya era tarde. Como era de esperar, la contra de Robben mató a los chilenos en una nueva carrera que remató Depay a la red. Punto final.
