Entre este titular de ABC de 1989, «Chile solicita a la FIFA la repetición de su partido contra los brasileños», y este otro, «El guardameta Roberto Rojas ha sido suspendido de por vida por la FIFA», transcurrieron menos de dos meses, los que hicieron falta para cerrar el incidente más bochornoso de la historia de la selección chilena y, posiblemente, una de las mayores estafas del fútbol mundial. [España contra Chile]
Sucedió el 3 de septiembre de 1989, durante un encuentro clasificatorio para el Mundial de Italia de 1990 entre Chile y Brasil disputado en Maracaná, el mismo estadio en el que España juega contra Chile. A los brasileños, entre los que se encontraba Bebeto, les bastaba con el empate, mientras que a los chilenos solo les servía una victoria, pero comenzaron perdiendo por un gol a cero. Corría el minuto 69 cuando «un espectador lanzó una bengala al terreno de juego, con tanto tino y tan mala suerte para el guardameta chileno Rojas, que recibió el impacto en la cara y cayó al suelo, envuelto en humo y unas llamas pequeñas al lado durante dos o tres segundos. La escena, vista en televisión, impresionó, pues parecía un “bonzo”, uno de esos hombres que se queman… Los jugadores chilenos acudieron en socorro de su compañero y se lo llevaron entre cuatro al vestuario, a la enfermería, como se llevan los banderilleros y el mozo de espadas al matador», contaba ABC el 5 de septiembre de 1989.
Todos los jugadores de «La Roja» –como se conocía también al combinado chileno– abandonaron el campo alegando «falta de garantías». El árbitro aregntino, Juan Carlos Lostau, decidió suspender el encuentro después de esperar media hora. Los directivos de la Federación de Chile no tardaron en solicitar la repetición del partido en campo neutral y varios centenares de aficionados chilenos se congregaron frente a la embajada de Brasil en Santiago de Chile, protegida por la Policía, protestando por la supuesta agresión sufrida por Rojas, que además era el capitán del equipo. El periodista Enrique Gil de la Vega, «Gilera» se preguntaba, mientras, en ABC: «¿Se puede descalificar y eliminar a un equipo que va en victoria, como iba Brasil, por la conducta salvaje de un espectador?». La farsa parecía haber surgido efecto.
Una cuchilla en el guante
Las imágenes emitidas por televisión al día siguiente, así como las fotografías publicadas por la prensa, mostraban que, efectivamente, alguien había lanzado una bengala desde la tribuna de los hinchas brasileños hacia la portería de Chile. Sin embargo, esta no caía sobre el Rojas, sino a unos metros de él, a pesar de los gestos ostentosos del dolor del guardameta. Las sospechas se extendieron rápidamente.
Poco después del encuentro, cuatro médicos del instituto médico de Río de Janeiro que habían examinado al guardameta, dijeron que el corte en la ceja de Rojas había sido provocado «por un instrumento cortante», posiblemente antes del lanzamiento del artefacto. Al día siguiente, el portero insistía en que había sangrado profusamente por el impacto de la Bengala, negando la versión brasileña del incidente: «Perdí el conocimiento inmediatamente y solo lo recuperé en el vestuario del estadio de Maracaná», reiteró. Pero el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Texeira, contestó asegurando que tenía pruebas de que «la bengala estalló a 1,20 metros detrás de Rojas».
Ante las evidencias, los directivos de La Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) consideraron inaceptable la versión de Rojas sobre el «ataque» efectuado por Rosenery Mello do Nascimento, la aficionada brasileña de 24 años autora del lanzamiento de la bengala que, tras ser identificada por la Policía y confesar, fue arrestada. Cuestionaban que el verdadero origen de la herida que Rojas lucía en su cabeza fuera consecuencia de la bengala, ya que no presentaba signos de quemaduras ni rastros de pólvora, como cabía esperar, sino indicios de haber sido provocada por un objeto cortante.
La confesión de Roberto Rojas
Al avanzar las investigaciones, Rojas terminó confesando: el guardameta se había realizado el corte en la ceja a sí mismo con una cuchilla de afeitar ocultada previamente en su guante, con el objetivo premeditado de simular un ataque de los hinchas brasileños. Según contaba ABC el 26 de octubre de 1989, el presidente de la Comisión de investigación aseguró que, incluso, «el portero mantuvo una entrevista con el árbitro en el vestuario, poco antes del comienzo del partido, y que éste le preguntó que si en el caso de que se produjera un incidente se decidiría por la suspensión del mismo».
Pero semejante maniobra no respondía solo a la voluntad del poco hábil portero chileno, si no a un plan mayor orientado a conseguir la repetición del partido en cancha neutral. En él estaban involucrados el seleccionador Orlando Aravena, que pidió a Rojas y su médico que se quedaran en el terreno de juego para forzar un escándalo de tal calibre, con el que se llegara a anular el encuentro e, incluso, clausurar Maracaná.
Finalmente, Rojas fue suspendido de por vida por la FIFA –aunque fuera amnistiado en el año 2000– y la selección de Chile excluida de jugar la fase de clasificación para el Mundial de 1994. También fueron sancionados el presidente de la Federación de Fútbol de Chile, Sergio Stoppel; el seleccionador, Orlando Aravena; el defensa y segundo capitán, Fernando Astengo, y el médico, Daniel Rodríguez, entre otros. «Los incidentes ocurridos fueron consecuencia de la manipulación», concluyó la comisión de disciplina sobre aquel encuentro que pasó a la historia como el «Maracanazo de Chile».










