crítica de música
Connolly, una voz inigualable para escasísimos aficionados
La mezzosoprano realizó un soberbio recital en Espacio Turina
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'Lied en Turina'
- Programa: Obras de Brahms, Schumann, Mahler, Debussy, Bridge, Ireland, Moeran y Gurney.
- Intérpretes: Dame Sarah Connolly (mezzosoprano) y Joseph Middleton (piano)
- Lugar: Teatro Turina.
- Fecha: 25/11/2023
Ponderábamos al respecto del último concierto de la ROSS y de su joven solista, la madurez sin perder virtuosismo de solistas como Marta Argerich o Maria Joao Pires cumplidos los 80 años. Sin llegar a esa cifra, y estando convencidos de que la ... voz sufre un mayor deterioro que la práctica instrumental, os 60 años de la Connolly nos siguen pareciendo increíbles. Posee una voz perfectamente pulida, donde no tiene cabida el error ni siquiera una simple pega, y además atesora experiencia a raudales, debido a una actividad frenética, y ahí está la cantidad de discos que sigue publicando. Nos traía un programa aglutinando lieder alemanes, 'mélodie' francesa y canciones inglesas a través de sus más destacados representantes, si bien la presencia de los creadores del género, los alemanes, tuvieron presencia prioritaria.
No siempre tiene Brahms cabida en el repertorio de lied alemán, y eso que su catálogo en el género es muy abundante (como tal género se cuentan 203; y si consideramos las canciones populares para voz y piano, 'Volkslied', serían 83 más). Con un romanticismo de libro, sobre textos de Franz Kugler, nos introdujimos en el recital entre montañas, enamorados, fuentes y 'amores rubios' que nos traía la 'Serenata' inicial. Entramos en el detalle para situar adecuadamente el resplandor que llegó desde el primer verso de la mezzo británica, con una voz ajena a la habitual sequedad de la sala, que fluía abriéndose paso libremente entre las estiradas barras de compás, y donde el amor daba luz y brillo a su canto. Había en 'Da unten im Tale' como un fluir de agua, como del amor intenso que nos mueve y el correr ondulado del movimiento que subyace en la melodía que idea Brahms, a la que la cantante correspondió con una voz densa, llena de generosidad y de terciopelo. En el tercer y último lied brahmsiano, Feldeinsamkeit, sentimos una ruptura del anterior fluido, y notamos cómo todo se detenía en la fusión de la naturaleza y el poeta, con la sensación de haber muerto y flotar en la eternidad. La voz decrecía con cada verso, se ensanchaba hacia la zona más grave y apianaba sin el menor esfuerzo y sin que se llegase a cortar ese hilo de vida. Todavía no hemos hablado de pianista y piano, pero ambos ya pintaban grandeza desde primera hora.
De los cinco lieder que componen la op. 40 de Schumann oímos cuatro de ellos, con un texto verdaderamente terrorífico de Hans-Christian Andersen, especialmente el segundo ('Muttertraum'), que discurre dentro de lo que podía esperarse de una madre con su hijo para caer por un barranco siniestro en la tercera estrofa: 'El cuervo, mientras tanto, con su cría/Canta esta melodía fuera de la ventana:/Tu ángel, tu ángel será nuestra presa./Picaremos al ladrón como comida.' En este último verso Schumann sigue la máxima schubertiana: cuando la emoción alcance lo insostenible no hay mejor aliado para el compositor que el recitativo salmodiado. Y efectivamente, la voz de la cantante se alió con la nota más grave seguramente del recital, que repitió en todo el verso de forma casi expresionista,y que se emitió con plenitud, sin fisuras ni engolamientos.
Un Mahler más íntimo
Tras el descanso la unión de Mahler/Connolly resultó providencial a todas luces. Sobresalía la intensidad con la que nos centró de golpe en el mundo del austro-bohemio, en su vertiente más íntima y dulce. Quizá estemos acostumbrados a oírlos con orquesta, henchida de esa coloración mahleriana; pero el piano puede ser un aliado con un espectro tonal suficiente para conmovernos con el añadido de poner en primer plano el la intimidad tan buscada. Nos referimos ya al primero, 'Ich atmet' einen linden Duft'. En el segundo, 'Blicke mir nicht in die Lieder!', la belleza de la voz se vio sustentada por un manto tendido por el movimiento perpetuo del piano, sobre todo su mano izquierda, queriendo recordar el ajetreo incansable de las abejas que sirven de imagen al poema, y que Middleton en este caso 'construyó' con minuciosidad y artesanía. En el siguiente, 'Um Mitternacht', la oscuridad se va adueñando de la escena, y el canto suena a desesperación y carga filosófica. Puede que sea el más grandioso de los cinco, también por la nobleza y dignidad de los intérpretes, verdaderamente soberbios. Saltamos directamente a la última de este ciclo, con la que decidieron terminar la primera parte. Se trata de 'Ich bin der Welt abhanden gekommen', una canción de la que Mahler decía: «Soy yo, yo mismo, precisamente». Pero desde luego no es frecuente terminar así: la melodía es de largo calado, el 'tempo' muy lento, pensativo; el piano dibuja unas equilibradas armonías para que la cantante se desplace, así que cantante y pianista terminaron suspendiéndonos, con el tiempo detenido en la plena emoción. Hemos de repetirlo una vez: el silencio del público ayudaba a crear esa atmósfera introspectiva y ensimismada hasta el punto de que al terminar, y antes de que el público aplaudiera, se creó uno de los silencios más grandes que recordamos.
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La segunda mitad abordó tres momentos maravillosos con las canciones de 'Bilitis' de Debussy, para acercarnos a la 'mèlodie' francesa, con igual acierto que lo comentado anteriormente, y luego siguió una selección de canciones y autores británicos, para terminar con los famosos 'Kindertotenlieder' de Mahler, que no podemos ya pararnos a comentar. Al cambiar de idioma pudimos admirarnos, con la ayuda de los sobretítulos, de su claridad de dicción, pudiéndosele entender absolutamente todo, ya fuese en alemán, francés, desde luego en inglés y, sorpresa, en español. Intentó dirigirse al público en nuestro idioma al terminar el recital e iniciar las propinas, pero apenas pudo balbucear un par de palabras. Y cuál sería nuestra sorpresa cuando al oír la 'Nana' de Falla su español era escrupulosamente perfecto, incluyendo esas palabras o letras que a los sajones se les atraviesan. Es verdad que se le olvidó el texto en alguna que otra ocasión de la 'Nana' y que al extraordinario pianista se le fue el pie con el pedal más de lo que quisiéramos, lo cual nos indica que la habrán incluido hace poco; pero aún guardaban una segunda sorpresa, 'El paño moruno', y aquí no sólo la pronunciación fue minuciosa, sino que la canción fue emocionantemente entendida e interpretada, con fuerza, gallardía y entrega. Porque hay que decir que hizo todo el programa de memoria, y a todo le puso las mismas ganas.
Loores y parabienes al sublime pianista, que estuvo en todo, con una limpieza de ejecución soberbia y con parejo entusiasmo que la cantante, con iguales dotes para sincronizar emociones y sin el cual el recital no hubiera sido el mismo (tendrían que ver cómo abordó 'El paño', que ya quisieran algunos pianistas españoles). Y con la sola ayuda del colín Yamaha que ya loamos en el ciclo de Sevilla Opera Night, incluso en el inmenso patio del palacio de Dueñas. Y aquí, como allí, con la tapa completamente abierta. Esperamos que vuelvan cuantas veces puedan con el repertorio que quieran, que es seguro el que mejor les viene. Por cierto, tirando por lo alto seguramente no asistiríamos más de 80 ó 90 personas
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