Crítica
Irisaciones violinísticas
Como tarjeta de presentación para esta francesa enamorada de la luminosidad veneciana de Vivaldi no estaba nada mal: qué frescura, qué lozanía, qué colorido…
Noche de Bach

Concierto
Música Antigua
- Programa: 'Le Monde à l'Envers'. Obras de Vivaldi y Albinoni.
- Intérpretes: Neven Lesage, oboe. Gli Incogniti.
- Dirección y violín: Amandine Beyer.
- Lugar: Teatro Turina
- Fecha: 10/02/2023
Tenemos la suerte de poder contar en Sevilla con la presencia habitual de esta extraordinaria violinista francesa, en parte porque le encanta la ciudad, o más bien porque la ciudad se enamoró de ella cuando todavía no tenía el cartel de gran figura ... que atesora hoy, allá por el Festival de Música Antigua de Caja San Fernando (2003). De ella sobresalen rápidamente la naturalidad, la humildad (no espera a que le cambien los atriles de sitio, y no duda en preparárselos al joven solista de oboe), así como por hacer suya la música que toca, como si formasen parte consustancial de ella, y por lo tanto como si no le costase trabajo emitir esos raudales de notas con fluidez desusada y sin perder su articulación.
Por eso, el que presente un programa casi completamente vivaldiano no puede suponer en ella un 'Cuatro estaciones' (y eso que en sus manos sería como oírlas por primera vez). Por ejemplo, abría el recital con un concierto que no es fácil de encontrar en disco (en youtube está con la partitura y todo), y que nos habla del Vivaldi que no sólo se reduce a 'fijar' la estructura del concierto barroco italiano, sino el que plantea continuas novedades, a sabiendas de que en caso contrario sus paisanos dejarían de seguirlo: «Apenas hay una noche en la que no haya una academia en alguna parte; la gente corre [...] a escucharla con tanta impaciencia como si fuera la primera vez», asombrado el viajero Charles de Brosses del ansia por la música -necesariamente novedosa- de Venecia. Al igual que puntualizaba que en Italia «tienen un tipo de música que no conocemos en Francia [...]. Se trata de grandes conciertos en los que no hay violín principal».
Esa 'novedad' es la que presenta este concierto inicial del programa, el RV 114, perteneciente a los llamados conciertos parisinos de Vivaldi, así llamados porque el compositor los adaptaba al gusto francés, al de estos ricos viajeros que llevaban sus obras a Francia como grandes hallazgos -y lo eran-, y de ahí que suelan tener un primer movimiento inspirado en las típicas oberturas francesas de ritmo apuntillado (con solemnes 'puntillos'), pero Vivaldi cambia aquí por un tiempo rápido en vez del habitualmente lento, rematado por otra vivaz 'Ciaccona', en la nívea tonalidad de Do mayor. Era una manera de que les alcanzase la luz mediterránea en el gris y lluvioso París. Como tarjeta de presentación para esta francesa enamorada de la luminosidad veneciana de Vivaldi no estaba nada mal: qué frescura, qué lozanía, qué colorido…
'El mundo al revés' es el título del último disco de Beyer, aunque en este concierto sólo se incluía del mismo la obra que da nombre genérico al CD y a este programa que comentamos, el 'Concierto para violín, violonchelo, cuerda y continuo' RV 544, así como el 'Concierto para violín, cuerda y continuo' RV 344. Ello es seguramente debido a la ausencia de los numerosos vientos y percusión que son necesarios; y de hecho, esta obra es una versión del mismo para cuerda, como demuestra su distinto número de catálogo: este RV 544 es sólo para cuerdas, y el del disco es el mismo, pero con vientos (RV 572).
El título hace referencia a que 'el violín principal puede hacer sonar los solos de violonchelo y al revés', según se especifica en la partitura al inicio, efecto, juego, que demuestra la infatigable imaginación del cura pelirrojo. Beyer destacó en él por un sonido muy elocuente, enérgico, exultante, frente a un chelo sensiblemente más ensombrecido. Las continuas imitaciones dejaban a este último algo apocado, lo que parecía desmerecer el enorme esfuerzo que supone que un instrumento notablemente más grave que el violín pueda seguirlo a la velocidad extraordinaria de la solista. Ceccato lo consiguió sin aparente esfuerzo, pero sin alcanzar dinámicamente a Beyer. Nos parece que es ella la que ha que equilibrar estas desproporciones sonoras.
El 'Concierto para oboe, cuerda y continuo' en Re menor de Albinoni lo protagonizaba Neven Lesage, joven con buen sonido, interesante en sus adornos en las repeticiones, al igual que en la larga y hermosa nota inicial con la que comienza el 'Adagio', que elevó sonora y físicamente desde abajo hasta levantar el instrumento por encima del atril. Su excelente actuación se prolongó nuevamente en el 'Concierto para violín y oboe al'unison' RV 543, y en el que cerraba brillantemente el programa, el 'Concierto para violín, oboe y órgano, cuerda y continuo' RV 554. Por cierto, hemos de citar el trabajo tanto en el clave como en el órgano de Anna Fontana, especialmente por su labor en casi todos los tiempos lentos con el órgano, que añadía una pátina de estabilidad, unificación y hermoso color al conjunto.
El primer concierto 'a solo' de la violinista, el citado RV 344, resultó desconcertante, por el sonido inusual de su violín. Aquí -y sólo aquí-, su instrumento pareció elevar aún más su volumen y adoptar una emisión de sonido 'silbado', a modo de potentes armónicos que sobresalían claramente por encima del conjunto, y sin que ella aparentara hacer un mayor esfuerzo para extraer esos sonidos. Seguramente ello tiene que ver -además de la flexibilidad sonora del propio instrumento- de la portentosa técnica de la solista, sobre todo con el arco, con un movimiento de brazo derecho que parecía como si estuviese roto: sin embargo, pocas notas se escaparon de tal derroche técnico, aunque sí dejemos constancia que el instrumento parecía favorecer ciertos 'pitidos' que pudieron escaparse, y no sólo en esta obra.
En el segundo concierto para violín solo, el RV 278, volvíamos al sonido incial, de gran limpidez, fraseo subyugante y trabajo de solista y grupo -por cierto, todos a 1-, por los continuos cambios de agógica que exige desde el primer movimiento -otro planteamiento distinto al habitual del veneciano- lo que supone mucho esfuerzo por controlar estos cambios radicales, tanto rítmicos, dinámicos y sobre todo de carácter. Vivaldi se sale con mucho de los trillado y dibuja una historia de gran dramatismo, oponiendo orquesta y violín en estos grandes choques que anticipan ya una época que tendrá continuidad en los hijos de Bach. La violinista supo sobresalir la lucha de un héroe frente a una multitud, a la vez que imaginar el amor a través de los trinos y el bellísimo 'Largo', con la elocuencia y expresividad de su articulación, aprovechando el dolor de los cromatismos y un sinfín de recursos expresivos de un concierto ciertamente excepcional en la obra de Vivaldi, ejecutado de igual manera por Amandine Beyer.
Este y el anterior ejemplo de concierto vivaldiano 'a solo' servirían como ejemplos que explicarían por qué el editor inglés John Walsh se resistía a importar los conciertos de Vivaldi a Inglaterra, frente a los más accesibles 'concerti grossi' de Corelli: los de este estaban dirigidos a músicos profesionales, tanto como a los aficionados, ya que los menos avezados se podían hacer cargo del 'ripieno', mientras los más diestros lo hacían de los instrumentos solistas, sin dificultades insalvables; además, por su carácter polifónico, daba la oportunidad del lucimiento solista de estos, frente a los vivaldianos, que lo apostaban todo a un solista único y estratosférico, necesariamente (muy) profesional. Y Beyer vaya si lo es: sin variar mucho su expresión facial era capaz de asumir toda la gran variedad de situaciones planteadas en el primero, pero sobre todo en el muy colorista, expresivo, intenso y casi descriptivo RV 278, con una capacidad de transformarse inusitada. Como directora, sin embargo, creemos que debería mantener más un sonido de grupo, una sonoridad más definida, más empastada (no nos gusta especialmente el calificativo, pero aquí puede ser el más cercano), y no fiarlo todo al buen hacer de sus excelentes músicos.
Lo que sí esperamos es que ya sea sola, acompañada, acompañante (de ballet el año pasado) o como quiera, nos siga teniendo en cuenta en sus giras. El público que nuevamente llenaba el Turina por verla y oírla en absoluto silencio así parecía demandarlo.
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