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Reloj de arena

Antoñita Moreno Valiente, el sueño de Demófilo

Se cuenta que en un balcón de Sierpes dejó un lujo de gusto y poderío improvisando saetas escritas en el alma

Antoñita Moreno, en una foto de Pepe Camacho ABC

Félix Machuca

Las radios eran de cretona. Los pucheros sin alardes. El jabón verde era el de las estrellas humildes de los lebrillos comunales. La necesidad habitaba en los corrales de albahaca y remiendos. A la alegría había que buscarla en las plazas de toros y en ... los teatros. También, como algunas golondrinas, en los balcones de San Lorenzo, donde una chiquilla de la Puebla del Río, se agarraba a los jierros para cantarle al Cisquero: «Hay un grito de dolor/cuando Sevilla contempla/ la cara de padecé/ y de rodillas le canta/ al Señor del Gran Poder». Antoñita Moreno Valiente salió de una casa cuartel de la Puebla del Río, donde su padre Manolo lo daba todo por la Patria, llevando el pellizco del arte en la garganta y en el alma. Al cielo de sus saetas se le fueron todos los hermanos sintiendo los puñales de la ausencia demasiado pronto.

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