Malos tiempos. De hombres que se dicen dioses y atentan contra el Dios más hombre. Ayer no estaba el Gran Poder en su camarín. Sólo Su Cruz como símbolo de ausencia. Una cruz muy grande. Este vacío forzado a golpes de locura ha abierto frentes para el debate y, también, para la demagogia. Desde la vulnerabilidad de las imágenes expuestas al culto a las consecuencias de la reforma psiquiátrica queda mucho por decir. Pero no se puede caer en la tentación de ir más allá sin datos, sin certezas.
Malos tiempos. Las iglesias se llenan de medidas de seguridad y los radicalismos se citan con un click con la devoción de quienes profesan en masa el culto a los foros sociales. Dios tras los cristales y vigilado. Qué demencia.
En San Lorenzo, sin embargo, no queda otra locura, bendita sea, que la del susurro a la divina madera que no estaba. En la breve orfandad, una plegaria. Todas las misas a su hora. Y la Cruz pesada de la ausencia en el altar de todas las miradas. Dos monjas rezan, y es posible que lo hagan por aquel que levantó su mano al Dios hecho hombre sevillano, tan cercano, que las madres de la droga, los hijos del paro, los hermanos de la salud... le dieron ayer permiso a su zancada para pedir sólo por Él, y así por todos, frente al inconsolable silencio de su mansa mirada. Y así hasta el viernes, que no son tiempos para ausencias.