La noticia según la cual la Junta de Andalucía ha cometido un error de bulto en la prueba de Lengua de la Selectividad deja tras de sí una estela de pavor, indignación y vergüenza de difícil superación. A la treta legal de dispensar a los alumnos de la FP de este examen vital para poder elegir una carrera se añade ahora el muy deficiente comportamiento de los «responsables» de la Selectividad en Andalucía. Era la primera experiencia de la nueva «PAU» que vivían los 31.600 estudiantes andaluces que se enfrentaban con aquellas extrañas preguntas. Se trataba de una materia básica. Es decir, que la Junta de Andalucía ha cometido una falta elemental en el examen de Lengua Castellana (en realidad, Española) del que ya no podrá retractarse a efectos prácticos y que determinará la nota que para entrar en un centro de las universidades andaluzas podrán presentar esos 31.600 jóvenes de nuestra región. Es para tirarse de los pelos.
¿Cuántos controles pasan los formularios de la Selectividad, señor consejero? ¿Cuántos sueldos públicos financian esos filtros? ¿Cómo van ustedes a pedirles a los alumnos de Bachillerato que se esfuercen, que aprovechen las oportunidades, que no incurran en equivocaciones si son ustedes incapaces de garantizar la correcta exposición de las pruebas en algo tan esencial —y rutinario— como las perífrasis verbales?
Dicen que se las han arreglado para que «el alumno no salga perjudicado». ¿Y cuál es la salida zapaterista al laberinto en el que han metido a 31.600 andaluces que estos días dilucidan su futuro profesional? Calificar como respuesta correcta a la única respuesta correcta, que es eso tan simple y tan burdo de «esto no es una perífrasis verbal, así que no puedo identificar a qué tipo de perífrasis verbal corresponde». A estos alumnos, que además de saberse la lección han empleado el sentido común y hasta la ironía, se les da un punto. Y a los que no contestaron o lo hicieron erróneamente se les multiplica su nota final por 1,11.
Confieso que me resulta difícil escribir sobre un fallo que nadie podrá ya nunca subsanar por la sencilla razón de que es irreversible. Todavía —iluso que soy— creo en las dimisiones. Ésta sería una ocasión de oro para que más de uno estuviera a la altura de las circunstancias.