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¿Qué sube cuando baja el nivel?

¿Alguien busca el poder para elevar el nivel cívico, educativo y cultural de la sociedad? De ninguna manera

Día 23/06/2010 - 07.01h
Ante que comenzara el Mundial de Sudáfrica teníamos un partido de Liga de viernes a lunes y un partido de copa o de torneos europeos de martes a jueves. Es decir, que ya podíamos ver un partido diario antes que el Mundial ofreciera tres partidos por día. Entiendo que ni en tiempos de Franco era posible ver fútbol a diario, así que deduzco que será una conquista de progreso. ¿Y qué me dicen de los programas de cotilleo, de prensa rosa o de tráfico de intimidades? Cada emisora, canal de televisión o periódico que se precie de serlo, tiene su propio espacio de roñería social. ¿Será otra conquista social?
Me entero por la prensa de la existencia de una serie de programas dedicados a mujeres supuestamente ricas, al glamour de garrafa y a los fastuosos casoplones de ciertas personas que espero se encuentren en la mira de Hacienda, justo ahora que nos hablan de los impuestos que deberían pagar los más ricos. ¿Cómo es posible que en la España de los cinco millones de parados tengan tanta audiencia esos programas que deberían avergonzarnos por su presuntuosa obscenidad? El adocenamiento y la «cutrefacción» no son consecuencia de la crisis, sino su causa y su expresión. La suma total de los cuatro periódicos nacionales más vendidos no llega ni al millón de ejemplares diarios, cifra denigratoria para un país de casi cuarenta y cinco millones de habitantes. De hecho, sólo en la Universidad Complutense de Madrid hay más alumnos que lectores-compradores de periódicos en toda España. ¿Será que nuestra prensa es demasiado exquisita, elitista e ininteligible para un ciudadano que no tenga al menos una o dos licenciaturas? Mi impresión es que no, porque los periódicos compiten entre sí por atraer —más bien— a quienes nunca leen, aunque pierdan lectores de calidad en el empeño.
Algo semejante ocurre con los partidos políticos, cuya agonía electoralista los lleva a sacrificar a sus votantes de toda la vida, en aras de pescar votos frescos en caladeros de dudosa procedencia. ¿Será verdad que las empresas demoscópicas, los mismos partidos políticos y el propio Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ya le están preguntando a los ciudadanos si estarían dispuestos a votar por Belén Esteban? Como veamos en campaña a los triunfitos, los granhermanos, las glamourosas o los supervivientes, quizá tengamos que abdicar como ciudadanos en alguna ventanilla.
¿Qué es lo que sube cuando baja el nivel cívico, el nivel cultural o el nivel educativo de una radio, un periódico, una televisión o un partido político? Porque está claro que debe tratarse de algo que tiene que compensar muchísimo. Las ventas, por ejemplo. El «rating», sin duda. La audiencia, con toda seguridad. Y el poder, por encima de todas las cosas. ¿Pero alguien busca el poder para elevar el nivel cívico, educativo y cultural de la sociedad? De ninguna manera. Se busca el poder precisamente para lo contrario: para enroñecer y adocenar.
Por eso estoy convencido de que lo correcto es subir el nivel al máximo, para que esa minoría que ojalá nos salve, disponga de todos los elementos de juicio posibles.
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