REUTERS Kate Winslet, ayer en la Berlinale, donde presentó «El lector», filme por el que opta al Oscar
Kate Winslet es, sin duda, la heredera, una actriz que recoge el testigo de una manera casi olvidada de llenar la pantalla, y en esta película, «El lector», por la que muy probablemente ganará un Oscar, su presencia lo tapa todo, incluso a sí misma, la actriz, desbordada por la magnitud y complejidad de su personaje, una mujer extremadamente sencilla, analfabeta, encerrada en un cuerpo joven y apasionado, que tiene un pasado tremendo en la Alemania nazi, un sentimiento de culpa y un insuperable complejo (no es difícil ver en ella la encarnacion de una época y unas circunstancias de todo un país).
Tanto ella, Kate Winslet, como el director de la película, Stephen Daldry (aquel de «Billy Elliot» y «Las horas»), saben contener y expresar todo el olor a catarsis de la obra original de Bernhard Schlink, un arriesgado y discutible ajuste de cuentas con la historia, el nazismo y los alemanes, narrado en varios frentes argumentales: mediante un ardiente encuentro entre un muchacho y una mujer que le propone un curioso intercambio: sexo por lecturas; mediante el tropiezo de un joven estudiante de derecho con una mujer a la que amó y a la que juzgan por su colaboración en un campo de exterminio nazi; en el provocador debate interno que se intuye en la película entre la culpa y la ignorancia, o sea, estar en posesión de ambas y decidir cuál de ellas se exhibe, se reconoce, se acepta... Y, finalmente, en un desenlace en el que todos los traumas, los caminos y los complejos se admiten y se resuelven con la cabeza abatida y cierta grandeza.
Afortunadamente para la historia que se cuenta, Stephen Daldry da siempre con el tono adecuado, a pesar de que cambia constantemente, desde la esponjosidad y excitación de Kate Winslet y su joven pareja en ese peculiar intercambio de ilusiones, de ansias, hasta la melancolía y la duda del personaje que interpreta Ralph Fiennes, o la reflexión y la certeza del profesor que interpreta Bruno Ganz, o el revoltillo de fantasías e hilos irrompibles que la buena literatura construye entre los dos personajes. En fin, «El lector» cuenta con la interpretación de Kate Winslet, más matizada y compleja si cabe que en su otro gran trabajo del año en «Revolutionary Road», pues su tarea es hercúlea: construir un personaje monstruoso y tocar con él al espectador, o una mujer gélida que haga arder el plano, o una mujer ignorante llena de voluntad y de erudición.
Una danesa y otra francesa
Pero, antes de que llegara «El lector», se proyectó otra película a competición, «Little soldier», de la danesa Annette K. Olsen, una desencantada historia de una mujer soldado que vuelve de Irak y se dedica a ayudar a su padre en sus turbios negocios de prostitución e inmigrantes ilegales. No es fácil conectar con la protagonista ni con su mundo, aunque ella, borde y filosa como una esquina del Guggenheim, tampoco parece importarle demasiado. Si hay algo interesante y que merezca la pena entre las relaciones de esa mujer con su padre o con las desafortunadas inmigrantes africanas que se prostituyen para él, pasa tan desapercibido como el sol últimamente.
Y el tercer título del día era el francés «Ricky», de François Ozon, en el que trabaja el español Sergi López en el papel de «Paco», y era lo único comprensible de la película. Ozon tiene un talento gigantesco y que no cabe en cabeza normal, de ahí que a sus películas, y a ésta especialmente, haya que cazarlas a lazo. «Ricky» es un bebé al que le salen unas estupendas alas y ello le da pie a la historia a plantarse en un terreno metafórico entre lo poético y lo pueril, con la madre tapándoselas para que no se descubra que es «distinto», con el padre (Paco) yéndose «a por tabaco», con el bebé dando tumbos por la habitación con un casco en la cabeza y con la Prensa a la caza de la noticia... Casi desde el principio la película deja de tocar pie en el suelo, como el bebé, y se dedica a bartolear por simbolismos, lecturas y entrelíneas muy a ras de suelo; o sea, que vuela más el bebé que la película o sus ideas, aunque no dejan de tener su gracia algunas escenas de involuntaria comedia y algunos reflejos como de sacar pecho y respirar a lo Juan Salvador Gaviota.

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